lunes, 27 de mayo de 2019

* CURITIS




El día después de unas elecciones tan trascendentales como las municipales y europeas donde todo se vive con gran intensidad prefiero escribir no desde el ámbito de la seriedad más absoluta que nos lleve a pensar más de la cuenta. Hoy es un día para relajarse, para estar tranquilos, para disfrutar los que puedan hacerlo claro está.

Siguiendo mi línea de retratar con palabras a muchos que se mueven  por nuestras Iglesias os presento el tipo "Curitis", que haberlos haylos, y que seguro mucho de vosotros ponéis más de una cara al leerlo.

Os dejo con mi semanal tribuna en Información San Fernando de todos los lunes.

Jesús Rodríguez Arias

CURITIS


“Curitis” es la palabra que define sobre todo un determinado estado emocional que sienten algunas personas ante la presencia de un determinado cura al cual profesan una admiración que traspasa los lógicos límites de las entendederas. Hay que decir que este estado afecta tanto a hombres como a mujeres.

Suele suceder que el sacerdote en cuestión no se dé cuenta de que despierta esa admirativa “devoción” de esos fieles que intentan hacerle la vida más fácil en su parroquia pues piensa que son simplemente buenos colaboradores sin más. Ese normal desapego produce el efecto contrario entre los que padecen “curitis” aunque en verdad estos ven lo que quieren sin más.

El que padece de “curitis” se emociona hondamente cuando el sacerdote en cuestión luce el clergyman pues parece mismamente que pertenece a la alta diplomacia vaticana. Su admiración es tal que no duda en nombrarlo y renombrarlo en todos los lugares donde se mueve el buen hombre haciendo hincapié en todo lo que dice, como lo dice, así como la profundidad de sus silencios. Ni la madre del cura conoce tan bien como el que tiene “curitis” la vida apostólica de su hijo. Si este sacerdote usa en un momento oportuno el traje talar el éxtasis que produce es de gran magnitud por sus medidos halagos.

El que tiene “curitis” se alegra de las alegrías de su cura, llora con sus tristezas como si fueran suyas, se enfada lo que a este enfada y se indigna de forma furibunda si alguien osa en molestarlo. Entonces el “curitis”, que no tiene medias tintas en todo lo que tenga que ver con “su” cura hace saber a quién proceda de lo mal que se siente Don Fulanito ante los hechos que ha realizado Menganito llegando incluso a poner en duda su vida espiritual ante el despropósito que “dice” ha realizado. Hay quienes se amedrentan ante la andanada del “curitis” en cuestión y otros en cambio le plantan cara y se pasan todo por donde la espalda pierde su nombre. Esto suele suceder más a menudo de lo que nos suponemos y por supuesto hay que decir que el buen sacerdote es completamente ajeno a esa cruzada emprendida por quién le profesa esa admiración tan desmedida  y después cuando se entera, pues acaba por saberlo por comentarios de propios y extraños, queda un poco descolocado por una situación tan descabellada. Si el cura, con toda la razón del mundo, llama la atención al “curitis” este se siente dolido no con el sacerdote en cuestión sino por haberlo defraudado.

Un buen “curitis” no sobrepasa nunca la línea de confianza con el cura  pues su admiración hacia él es emocional y por tanto lo puramente carnal queda eliminado. No es “enamoramiento” sino admiración hacia el presbítero porque os aseguro que si el sacerdote en cuestión, tan admirado y adulado por estos, abandonara su ministerio y se secularizara sería olvidado e incluso criticado por los “curitis”  pues esa persona que se subía al púlpito para decir a propios y extraños lo que tenían o no que hacer ahora es uno más entre los mortales.

Se puede decir que un “curitis” es además un buen beato, de los que si vas a su casa se desaconseja dejar el jato. Se da el caso que cuando al sacerdote es trasladado de parroquia o incluso es destinado a otro eclesial cargo los que padecen este “virus” se sientan desvalidos, como perdidos sin poder ser hallados ni en templo ni en lugar alguno, porque no entienden el por qué se tiene que marchar tan buen cura. Algunos se trasladan donde este esté, hay casos, y otros se quedan en sus casas esperando que el “nuevo”  sea la mitad de bueno que el anterior para así seguir ejerciendo  su curitil vocación.

Hay “curitis” que su admiración pasa incluso lo extrasensorial llegando a sentir una sensación “orgamística”, término que será motivo de otro artículo más adelante, que hace que pierda la necesaria objetividad para el normal ejercicio de las labores que tenga encomendadas y su defensa al cura en cuestión es numantina que es cosa entendible cuando aquél es un hombre santo y mucho menos cuando este es un déspota de cuidado pero de todo tiene que haber en la viña del Señor. ¿No creéis?

Jesús Rodríguez Arias

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