El día después de unas elecciones tan trascendentales como las municipales y europeas donde todo se vive con gran intensidad prefiero escribir no desde el ámbito de la seriedad más absoluta que nos lleve a pensar más de la cuenta. Hoy es un día para relajarse, para estar tranquilos, para disfrutar los que puedan hacerlo claro está.
Siguiendo mi línea de retratar con palabras a muchos que se mueven por nuestras Iglesias os presento el tipo "Curitis", que haberlos haylos, y que seguro mucho de vosotros ponéis más de una cara al leerlo.
Os dejo con mi semanal tribuna en Información San Fernando de todos los lunes.
Jesús Rodríguez Arias
CURITIS
“Curitis” es la palabra que
define sobre todo un determinado estado emocional que sienten algunas personas
ante la presencia de un determinado cura al cual profesan una admiración que
traspasa los lógicos límites de las entendederas. Hay que decir que este estado
afecta tanto a hombres como a mujeres.
Suele suceder que el sacerdote
en cuestión no se dé cuenta de que despierta esa admirativa “devoción” de esos
fieles que intentan hacerle la vida más fácil en su parroquia pues piensa que
son simplemente buenos colaboradores sin más. Ese normal desapego produce el
efecto contrario entre los que padecen “curitis” aunque en verdad estos ven lo
que quieren sin más.
El que padece de “curitis” se
emociona hondamente cuando el sacerdote en cuestión luce el clergyman pues parece
mismamente que pertenece a la alta diplomacia vaticana. Su admiración es tal
que no duda en nombrarlo y renombrarlo en todos los lugares donde se mueve el
buen hombre haciendo hincapié en todo lo que dice, como lo dice, así como la
profundidad de sus silencios. Ni la madre del cura conoce tan bien como el que
tiene “curitis” la vida apostólica de su hijo. Si este sacerdote usa en un
momento oportuno el traje talar el éxtasis que produce es de gran magnitud por
sus medidos halagos.
El que tiene “curitis” se
alegra de las alegrías de su cura, llora con sus tristezas como si fueran
suyas, se enfada lo que a este enfada y se indigna de forma furibunda si
alguien osa en molestarlo. Entonces el “curitis”, que no tiene medias tintas en
todo lo que tenga que ver con “su” cura hace saber a quién proceda de lo mal
que se siente Don Fulanito ante los hechos que ha realizado Menganito llegando
incluso a poner en duda su vida espiritual ante el despropósito que “dice” ha
realizado. Hay quienes se amedrentan ante la andanada del “curitis” en cuestión
y otros en cambio le plantan cara y se pasan todo por donde la espalda pierde
su nombre. Esto suele suceder más a menudo de lo que nos suponemos y por
supuesto hay que decir que el buen sacerdote es completamente ajeno a esa
cruzada emprendida por quién le profesa esa admiración tan desmedida y después cuando se entera, pues acaba por
saberlo por comentarios de propios y extraños, queda un poco descolocado por
una situación tan descabellada. Si el cura, con toda la razón del mundo, llama
la atención al “curitis” este se siente dolido no con el sacerdote en cuestión
sino por haberlo defraudado.
Un buen “curitis” no sobrepasa
nunca la línea de confianza con el cura
pues su admiración hacia él es emocional y por tanto lo puramente carnal
queda eliminado. No es “enamoramiento” sino admiración hacia el presbítero
porque os aseguro que si el sacerdote en cuestión, tan admirado y adulado por
estos, abandonara su ministerio y se secularizara sería olvidado e incluso
criticado por los “curitis” pues esa
persona que se subía al púlpito para decir a propios y extraños lo que tenían o
no que hacer ahora es uno más entre los mortales.
Se puede decir que un
“curitis” es además un buen beato, de los que si vas a su casa se desaconseja
dejar el jato. Se da el caso que cuando al sacerdote es trasladado de parroquia
o incluso es destinado a otro eclesial cargo los que padecen este “virus” se
sientan desvalidos, como perdidos sin poder ser hallados ni en templo ni en
lugar alguno, porque no entienden el por qué se tiene que marchar tan buen
cura. Algunos se trasladan donde este esté, hay casos, y otros se quedan en sus
casas esperando que el “nuevo” sea la
mitad de bueno que el anterior para así seguir ejerciendo su curitil vocación.
Hay “curitis” que su
admiración pasa incluso lo extrasensorial llegando a sentir una sensación
“orgamística”, término que será motivo de otro artículo más adelante, que hace
que pierda la necesaria objetividad para el normal ejercicio de las labores que
tenga encomendadas y su defensa al cura en cuestión es numantina que es cosa
entendible cuando aquél es un hombre santo y mucho menos cuando este es un
déspota de cuidado pero de todo tiene que haber en la viña del Señor. ¿No
creéis?
Jesús Rodríguez Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario