En uno de los aforismos de Fragmentos, advierte Carlos Marín-Blázquez: "El ruido que produce esta sociedad es menos dañino por las majaderías que difunde que por impedirnos escuchar ciertas voces". Cuánta razón tiene. Pero agradezcamos el relativo apartamiento de la provincia, que amortigua los ruidos, y que aquí nos conozcamos bien casi todos.
Celebremos que la presentación de El ojo que escucha de José Mateos estuviese llena hasta la bandera, como lo estuvo la de Desde el Fénix de José Ramón del Río. Parece que el ruido no nos ha impedido escuchar ciertas voces ciertas. ¿De Món del Río qué voy a decirles yo a ustedes que lo leen? De José Mateos, que es sorprendente que su voz reúna tantos lectores y auditores dispuestos a oírle. Porque él, como Marín-Blázquez, avisa de que eso no es normal.
Mateos rechaza la moda ("esa industria del eco", "el oleaje de la mayoría") y se retrae a su mundo de silencio y verdad. No confía mucho en que nadie le vea, quizá por eso ha titulado su libro El ojo que escucha, porque sabe que ahora todo es promoción, hasta la censura, que alienta el consumismo: a quien los poderosos no quieren que se conozca lo vuelven invisible.
El arte, que debería haber sido una reserva natural del ser humano y de sus sentimientos más nobles, también intentan cegarlo de consumismo con la campaña de marketing que termina siendo todo el arte contemporáneo. El libro tiene unas páginas cáusticas y casuísticas descocadas. En realidad, Mateos denuncia que entre la publicidad, la ideología, el anti-arte, la programación del tiempo libre ("que tiene como fin convertirlo en lo menos libre posible") y la contrabelleza, "nos quieren hacer vivir en el mundo como si éste no existiera".
El mundo, la vida, la belleza merecen mucho la pena. José Mateos nos da una piedra de toque para no confundirnos: "Al salir del primero, de ese gran arte falso con el que se confeccionan hoy los espectáculos de masas, siempre la realidad sabe a a poco; mientras que, al salir del segundo, del arte humilde y verdadero, la realidad, por el contrario, se nos aparece envuelta en una misericordia anterior a todo y que no entendemos, plena". Esta voz de José Mateos es, como decía Carlos Marín-Blázquez, de las que no podemos permitir que apague el ruido contemporáneo. Defienden (también Marín-Blázquez) esta realidad verdadera, misericordiosa, plena, que no nos podemos permitir perdernos.
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