El terror del grupo yihadista Daesh volvió a poner a los coptos en su punto de mira y lo hizo empleando el mismo método usado el 26 de mayo de 2017 y golpeando en el mismo lugar, lo que revela las graves lagunas de seguridad en Egipto. Al menos siete cristianos murieron y otros catorce resultaron heridos al ser tiroteado el autobús en el que viajaban al monasterio de San Samuel el Confesor, en la provincia de Minia, a unos 200 kilómetros al sur de El Cairo.
Hombres armados emboscaron al vehículo y abrieron fuego de forma indiscriminada antes de darse a la fuga en esta zona desértica. Las autoridades pusieron en marcha de forma inmediata una operación jaula para tratar de dar con ellos y el presidente, Abdelfatá al Sisi, expresó en un mensaje en su cuenta en la red social Facebook su «profundo pesar» por lo sucedido. Al Sisi no escatimará «esfuerzos para combatir el escuro terrorismo y detener a los culpables», según dijo. Palabras que no sirvieron de consuelo para los coptos.
Esta vez fueron siete muertos, en mayo de 2017 fueron 28, pero el modelo de ataque fue similar, lo que avivó aún más la ira de una minoría religiosa que representa al 9% de la población de un país con 80 millones de personas, en el que la religión mayoritaria es la rama suní del islam. El Daesh amenazó en mayo de 2017 con «multiplicar» los ataques contra los coptos y en cuanto ha tenido la oportunidad, ha cumplido su amenaza.
Zona de actividad islamista
En 2015 los grupos armados de la península del Sinaí juraron lealtad al califa Ibrahim y desde entonces este lugar se ha convertido en una de las provincias más activas de un Daesh que, aunque ha perdido su califato en Siria e Irak, sigue siendo una amenaza. El poder del Daesh en el Sinaí y los ataques a los cristianos han provocado el éxodo de la comunidad de esta zona en la que estaba presente desde hace siglos.
Minia es una zona con fuerte presencia cristiana, pero también de focos radicales islamistas y allí se han concentrado la mayoría de los ataques contra esta minoría religiosa después del golpe militar que acabó el 3 de julio de 2013 con el gobierno de Mohamed Mursi, el primer presidente elegido de forma democrática en Egipto.
Tras un año de gobierno de los Hermanos Musulmanes el Papa copto, Tawadros II, jugó un papel importante en el golpe contra Mursi y no dudó en respaldar públicamente al general Sisi, lo que puso a los cristianos en el punto de mira de los sectores islamistas más radicales.
El año 2017 fue especialmente sangriento para los coptos. Un doble ataque suicida cometido el Domingo de Ramos dejó más de 40 muertos en las iglesias de Tanta y Alejandría, poco antes de la visita que realizó el Papa Francisco al país.
Entonces las autoridades decretaron el estado de emergencia y prometieron protección a unos cristianos que hoy volverán a convertir los funerales en marchas de protesta contra el Gobierno por la inseguridad creciente y porque este último atentado se produjo en la misma ruta al monasterio de San Samuel el Confesor en la que los terroristas golpearon el año pasado.
Mikel Ayestaran (ABC)
No hay comentarios:
Publicar un comentario