Supimos hace ya algunos días, que nuestro buen amigo Manolo Lozano se encontraba bastante mal, debido a una dolencia que lo tenía grave en el Hospital de nuestra ciudad. Una noticia de esas que no te crees, por no razonarla en toda su rotundidad. ¿Manolo? ¡Si yo he estado con él hace dos días!
Pero así era. Tras la primera pregunta y la primera sorpresa, el frío comenzaba a recorrer las entrañas de la razón, intentando buscar un resquicio a la Fe, por ser el alma en definitiva, el ultimo cobijo ante este tipo de asaltos.
Manolo peleaba por su vida en una cama, como tantas veces peleó por su tierra entre vinos y entre botas, como tantas veces peleó también por las cofradías de su pueblo, hasta el punto de formar parte de aquel Consejo con el que la Semana Santa comenzó a abocetar su incipiente modernidad.
De hecho, aún recuerdo cuando en cierta ocasión se atrevió a porfiar a todo el mundo, sobre lo intempestivo de sacar las cofradías en esta ciudad, en horarios de tarde excesivamente tempraneros. Llevaba razón el bueno de Manolo. En Jerez, lo que gusta es el copeo de convivencia a mediodía, así que ¿por qué estropear esos ratitos a base de correr con las procesiones?
Supo convencernos a todos, a base de paciencia y solvencia, porque era un tío bueno y generoso, como siempre lo fueron los buenos cofrades del Cristo, y también los de la Albarizuela.
Pero en fin. Así son las cosas y así se aceptan, y es que al parecer, hacía falta por ahí arriba un buen enólogo capaz de poner orden en la bodega celestial, al parecer algo revuelta desde que llagaron los últimos odres de la Boda de Canaá.
Se ha ido Manolo Lozano. El cofrade, el jerezano.. el amigo. Y este miércoles, a las once, en San Francisco, y ante la Morena Virgen del Valle, tendremos ocasión de darle el último adiós.
Adiós Manolo. Descansa en Paz.
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