martes, 22 de marzo de 2016

* LUNES SANTO O HISTORIA DE UN REENCUENTRO.







De dos años a esta parte he aprendido a no pensar, desear ni anhelar nada sino a dejar hacer a Dios. De verdad, es la mejor manera de vivir feliz y tranquilo pues lo que nosotros pensamos que necesitamos después se torna en lo contrario y eso, porque somos así de obstinados, nos crea más de un disgusto y frustración.

No, he aprendido a vivir bajo la suave mecida de los brazos del Señor. He aprendido porque Él me lo ha enseñado desde la enfermedad, el dolor, la postración, los padecimientos, el no poder hacer ni una cuarta parte de lo que antes hacía, con horas y horas mirando como pasaba el día delante de la ventana pues no tenía fuerzas para otra cosa... Es en el dolor y también en la impotencia donde compruebas lo débil, diminuto que eres y lo equivocado que estamos tantas y tantas veces.

Bien sabéis que soy cofrade de Lunes Santo, día que para mí siempre se paraba el mundo, hermano de Afligidos de San Fernando hace 31 años. ¡Toda una vida! Devoto y enamorado de este precioso misterio pasional desde que tenía tan solo 7.

He salido en mi Hermandad casi siempre y ese “casi” se debe justamente al año pasado en el que no pude acompañar al Señor de Los Estudiantes de San Fernando.

Hasta el 2012 salí invariablemente revestido con mi blanco hábito nazareno y antifaz grana hasta que la enfermedad que padecía, y padezco, mostró su rostro más agresivo e hizo que la túnica quedara guardada en preciado cofre hasta el día del último viaje. Debo reconocer que fue la Salida Penitencial de 2014 la más dura y vivencial pues justamente una semana después, el Lunes de Pascua, sería intervenido quirúrgicamente en Madrid con la que se intentaría “remediar” lo que parecía irremediable.


La del 2014 fue una Salida a corazón abierto.

Después de la operación, que fue un éxito, cambió mi vida y la forma de concebirla. Desde ese 21 de abril de 2014 han pasado tantas cosas...

He podido vivir, lo siguo viviendo, un periodo de lenta recuperación, de aprender, todavía estoy aprendiendo, a convivir con la enfermedad, con sus secuelas, he tenido que conformarme en ir muy poco a poco, sin prisas y con alguna que otra pausa porque las fuerzas no daban para nada más.

He tenido, y doy gracias a Dios por ello, que aprender a vivir con el dolor, a saber vivir con muchas molestias, a tener que tirar hacia adelante con ese agotamiento atroz que en demasiadas ocasiones me aletarga. He aprendido a vivir mi día a día soportando mi cruz como la mayor de las gracias que el Señor me ha podido conceder.

El Lunes Santo de 2015 se cumplía 30 años de hermano y justamente ese día no estaba con Jesús de los Afligidos y María Santísima de la Amargura físicamente, del pensamiento no se me cayó ni un solo segundo, pues me encontraba tan débil, tan herido, tan desgarrado que opté por marchar a mi bendito pueblo de adopción y allá en Villaluenga del Rosario pasé un Lunes Santo que para mí se queda aunque os puedo confesar que no he vivido con más intensidad una penitencia.


Poco a poco iba recuperando fuerzas y este Lunes Santo no sabía como se podía presentar. Ya hace dos años que aprendí a vivir cada día y dejar en manos de Dios el “mañana”.

La Semana Santa de este año 2016 trabajaría después de muchos años cogiendo vacaciones. El Lunes Santo se presentó distinto a todos los vividos pues, por obligaciones laborales, no podía asistir a la Misa de Preparación de la Salida Penitencial ni saludar a mis queridos hermanos en la fe y apostolado. Es en la jornada de la mañana cuando aprovecho para esto pues por la tarde me pongo mi imaginario antifaz, aunque lleve la cara descubierta, y solo tengo ojos para Ellos.

Ansiaba que llegara la hora, quería y necesitaba reencontrarme con Jesús de los Afligidos y Su Madre de la Amargura al igual que en 1977, cuando era tan solo un niño, en la calle, en la esquina.

Me encontraba nervioso aunque temeroso de que mi cuerpo no pudiera aguantar. Era la gran prueba de fuego pues en este reencuentro no solo tenía que ver la parte física sino también la emocional que en su conjunto podía hacer que mi cuerpo flaquease.

Levanté la vista y divisé que en los inicios de la Calle Profesor Antonio Ramos ya se distinguían los ciriales que precedían a un misterio pasional único en mi vida. Vibrantes sones mecían el paso quedamente.

¡¡Allí se produjo el reencuentro!!

Sí, cuando mi mirada se postró en la Suya. En ese momento se paró el mundo y se acabó todo para empezar de nuevo a recorrer un camino que fue interrumpido porque así Jesús lo quiso en su momento oportuno.

Esperé a que pasara toda la penitencia y me coloqué junto a mis queridos hermanos Paco Ruíz Brenes y Luis Zaragoza. Detrás la Banda de Música. Éramos los últimos penitentes de Afligidos.

En el abrazo que nos dimos Paco y yo fue el de dos hermanos que vuelven a reencontrarse donde las lágrimas y la emoción no se contuvieron porque no había nada que contener, ayer no era día para andarse con remilgos, ayer era un día de sentimientos desgarrados, puros y auténticos.

Otro abrazo con Luis y empecé mi particular “Estación de Penitencia”.

Desde ese instante hasta que mi cuerpo no pudo más fue una constante oración rosario en mano. Rezar lentamente y masticando cada palabra en la que ofrecía y agradecía a Dios tanto y tanto más.

La honda emoción, los sentimientos más desnudos, las fuerzas que Él me daba a pesar de la debilidad, de la enfermedad, de los dolores, hacían que siguiera sus pasos entregándome a lo que quiera hacer de mí según Su Voluntad. ¡Aquí estoy yo para seguirte Jesús! No importa sitio, hora ni lugar si Tú, estás conmigo.

La profunda oración, la íntima meditación, se iba uniendo al gozo de seguir otro año más, como siempre, y hasta que así lo quiera desde el lugar que ha dispuesto a Jesús camino del Calvario. Cristo cansado, dolorido, triste descansa su desconsuelo en los hombros de María que aguanta su mano con Amargura y tanto Amor...

Sinceramente, entre el cansancio propio de las secuelas de mi enfermedad y la honda emoción que transpiraba a cada paso, a cada oración, mi cuerpo se fue yendo para abajo sin remisión y un profundo cansancio, con bajada de tensión incluida, hacía imposible que terminara el recorrido hasta llegar al Templo del Santo Cristo.

Tenía dos opciones: O después de pasar Carrera Oficial o seguir hasta el lugar, el sitio que ansiaba y necesitaba terminar mi particular “Estación de Penitencia”. Me encomendé al Señor y a mi querido hermano en la eternidad para que me dieran fuerzas cuando estas  hacía algún tiempo que me habían abandonado.

¡Y llegué! ¡Tenía que llegar!

Cuando el paso de misterio de mi bendita Hermandad de Afligidos pasaba por delante de su casa decidí que allí, junto a la Familia Bustamante-Álvarez, terminaría mi particular reencuentro con Jesús y María con otro reencuentro en este caso con la Familia de mi querido hermano Ignacio Bustamante Morejón. Emoción de emociones al abrazar a Pepa, su viuda, a su hija Gracia, a Jesús, Paco...

Mi Lunes Santo terminaba donde cada Martes Santo empieza en La Isla: En la casa de Ignacio Bustamante Morejón que es sinónimo, por más que les cueste a algunos, de Huerto en la Pastora junto a María de Gracia y Esperanza que es la Madre y Reina de todo un barrio.

Cuando íbamos camino ya de casa pensé en los momentos vividos desde la más intensa de las emociones. Lunes Santo gozado como nunca en mi vida donde me quedé sin palabras ante la hermosura de Cristo que sigue apoyado en Su Madre mientras San Juan lo acompaña hasta la última hora y la fieles mujeres lloran el cruel destino de tan Buen Señor.

Lunes Santo de medalla de Afligidos en el cuello, penitencia, embelasado como solo un cofrade puede sentir, de tantos y tantos momentos que te llevan a vivir y evocar aromas y recuerdos.

Quiero por medio de estas líneas manifestar mi sincera felicitación a la Junta de Gobierno de mi querida Hermandad de Los Estudiantes de San Fernando por el trabajo realizado para poner en la calle un cortejo procesional que evangeliza a cada paso, cada detalle, a los sones de la música o en el mayor de los silencios.

Ayer comenzó una nueva etapa en mi vida y lo hizo a modo de un ansiado reencuentro.


Jesús Rodríguez Arias

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