Hay que ayudar al hombre de hoy a salir de su distracción, de aquel dominio de las cosas que tapan toda la voz del espíritu y a menudo sofocan también todo anhelo de belleza, de armonía, cerrando la experiencia humana en el pequeño y estéril ámbito de lo inmediato, convertidos ya en el único campo de la vida humana.
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