El hombre ha llegado a un punto en que carece de nombre y se ha convertido en un número: En el carné de identidad, en la seguridad social, en la cuenta del banco. Parece ser que carece de nombre, no es una persona con un corazón y unos sentimientos, con sus problemas, con una familia, con sus alegrías y sus disgustos. Alguien que necesita un hogar y un cariño, trabajo para ganarse dignamente el sustento y no vivir de limosna.
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