Son tantos los sufrimientos en los que nos vemos envueltos constantemente, es tanto lo que la gente sufre -a poco que nos pongamos a escucharles-, que no tenemos capacidad ni siquiera para ser solidarios, si no fuera por la Cruz de Cristo. Pensemos en el éxodo de miles de refugiados, que atraviesan los caminos de Europa en busca de una situación mejor para ellos y para sus hijos, aunque son muchos más los que no se ven, los que han tenido que dejar su patria porque es imposible construir el futuro para sus hijos en ella. Pensemos en las guerras, en los intereses de las grandes naciones, en el egoísmo acumulado de nuestra propia indiferencia, que van creando como un ambiente enrarecido y contaminado en el que apenas podemos respirar. Pensemos hoy en los necesitados y empobrecidos que nos rodean.
La Cruz nos eleva de nivel y nos da capacidad para transformar el mundo con los criterios del Evangelio, a amar hasta dar la vida. La Cruz es, para el cristiano que ama, medicina, pedagogía del amor, escuela de vida. Necesitamos la Cruz de Cristo que convierte el sufrimiento propio en esperanza y el sufrimiento ajeno en ocasión de solidaridad fraterna. Es posible construir un mundo mejor, más justo y más fraterno, gracias a la Cruz de Cristo.
¡Es posible construir un mundo mejor! Hace falta que seamos unos discípulos fieles , que sigamos a Jesús con nuestras cruces y que seamos capaces de propagar su mensaje de verdad y de caridad.
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