Esta semana esta siendo complicada
para sacar el artículo medianamente comprensible. Ha sido la semana de estar en
casa con mi familia, del viaje a Valladolid
con la familia de mi marido, la semana del final y comienzo de un año. La
semana en la que nos juntamos con muchos amigos y recordamos a aquellos que
hemos despedido a lo largo del año de forma definitiva y nos hemos reunido para
hacerle un recordatorio que queremos repetir de forma anual. La semana de los
buenos propósitos, que por falta de hábito y costumbre, los volvemos a dejar en
el tintero un año mas, aunque seguro que alguno echa raíces, porque la
experiencia es un grado y hace que muchas cosas comprendamos que es bueno que
echen raíces en nuestras vidas y que den sus frutos a lo largo del año aunque
sea en el mes de Noviembre.
Lo del corazón partío sobre todo
viene por el momento en que vivimos, que te juntas con las familias y por todos
los medios tratas de hacer que todo sea como miel sobre hojuelas “miel sobre
fixuelas”, que diríamos en un castellano mas antiguo y recordando mi interés por la cocina. Pero que difícil
nos lo hacen a veces esos mismos familiares. Es la mezcla de que nos juntamos y
convivimos mas próximamente una vez al año y siempre quedan cosas pendientes y
malos entendidos que deberíamos enterrar antes de la reunión, o solucionar a
titulo privado antes de la reunión familiar, pero nada, siempre hay algo que
nos saca la lengua a pasear y metemos la pata sin querer. O esos padres que
tratas por todos los medios de solucionarles y facilitarles la vida, pero que
te desesperan porque te dicen que les estas mangoneando su vida y que no les
dejas tomar sus decisiones, algo que lamentablemente hace tiempo que no pueden
hacer por limitaciones propias de la edad, pero que si les dejas, tampoco se
sienten satisfechos porque dicen que los dejas abandonados.
Así está el “corazón partío” esta
Navidad, que por un lado te quieres reunir con tu familia, porque hay momentos
geniales, y los disfruto todos, pero otras veces quieres una isla desierta o un
hotelito perdido en el Pirineo, donde por no haber no haya ni cobertura...y que
en caso de que se corte la carretera por una gran nevada, esa que llaman del
siglo, solo te pueda sacar la Guardia Civil.
¿No os pasa eso mismo a vosotros en
Navidades?. Que conste y levante acta el notario más próximo que lea estas
simples letras, que no cambiaría las vacaciones de Navidad ni las reuniones familiares
tal como se están desarrollando por otras de otra forma, pero siempre está esa
situación por ahí un poco impertinente e inquietante que hace saltar nuestra
vocecita de la conciencia perdida en el mas allá que te dice “¿quien me mandara a mi?...quiero
mi isla desierta”.
Para superar estas situaciones
tienes que tener un amplio Espíritu Navideño, sumado a un generoso espíritu
anual, donde los buenos propósitos de paciencia, contención lingual, respeto y
buen humor primen sobre otros intereses, pero para eso debemos de tirar en el
cubo de la basura, del día 31, el egoísmo, el ego, el pensar que lo primero es
lo mio, porque es lo mas importante y fundamental y que los demás no me
entienden y siempre mi razón esta por encima del todo. Y es más, aunque eso se
piense, lo fundamental para una buena convivencia Navideña y a la larga anual
que dé forma a esos buenos propósitos, es pensar mas y hablar menos.
Está por ahí la anécdota que no sé
si cierta y que seguro que todos conocemos, de un prior de un monasterio, que
se presento delante de Carlos V o Felipe II, y al rey le llamó la atención de
su barba negra y su pelo blanco, por lo que le pregunto al monje el motivo de
esa característica y este le contestó, que seguramente sería, porque pensaba
mas que hablaba..y por eso tenia el pelo de la cabeza blanco.
Un buen propósito para este año
sería pensar mas que hablar, o en todo caso, pensar todo muy bien antes de
sacar nuestra lengua a pasear, que muchas veces pensamos poco y luego una vez
que sueltas todo el trapo, recoger velas es mas complicado.
También sería interesante
plantearnos el tratar con mas amabilidad a las personas de nuestro entorno
aunque se nos haga muy cuesta arriba y si no podemos de primeras, mejor un
simple saludo y una sonrisa, antes que una mala palabra. De eso tomo nota, en
letras mayúsculas, de mi amiga Ana, que a lo largo de este año me ha enseñado
un poquito y un mucho sobre ese tema.
Yo me apunto también a mi lista de
buenos propósitos el alejarme lo mas posible de aquellas personas tóxicas,
aunque son como imanes y como tengas una cerca, es que se pega como una lapa,
pero teniéndolas identificadas, no darles pie a que se involucren en tu vida ni
lo mas mínimo, solo su palabra es letal,
Creo que si apuntáramos nuestras buenas
intenciones, en la nevera, junto con la lista de la compra habitual lo mismo
algo sacaríamos de provecho del año pasado que nos ayudaría a recordar lo que
no hicimos y nos reforzaría para lo que nos proponemos este año, es una
dinámica muy recomendada en los cursos de formación, lo que los formadores
llaman “Fin en Mente”
Si cogemos dos o tres puntos de
nuestro carácter que debemos de limar, porque cambiar no vamos a cambiar, eso
es imposible, va dentro de nuestra genética, pero nos apuntamos esos malos
modos que debemos de trabajar y ser mas contenidos y comedidos, lo mismo nos
sorprendemos el año que viene por estas fechas porque hacemos un balance donde
vemos que hemos ganado en salud mental, en amistades y familiares agradecidos y
en satisfacción personal, No nos centremos en lo físico, eso al final si no es
por salud, es lo de menos, es muy difícil que con el paso del tiempo seamos mas
altos, mas guapos o mas delgados, pero si podemos ser mas sabios, amables y
respetuosos y al final, por eso es por lo que nos van a recordar, no me
gustaría ser como James Dean, que me recuerden por ser un cadaver guapo.
Prefiero dejar en mi siembra terrenal sabiduría y comprensión.
Bienvenidos al Año Nuevo 2015, del
que tenemos 364 nuevas oportunidades de escribir grandes y admirables páginas
para cuando lleguemos a su final no tengamos que tener “el corazón partío”
Mara Herrera
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