EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: " ...lo adoraron ./. le ofrecieron (al niño) oro, incienso y mirra." (Evangelio del día). La exégesis indica que Jesús recibe oro como rey, incienso como Dios y mirra como hombre, para que no quede duda de su doble naturaleza –divina y humana– y de su condición de Mesías. El tema que se me plantea es ¿cuando yo adoro al Señor (sobretodo en la Eucaristía), que le "ofrezco" y que actitud tomo? Es verdad que en la adoración le "ofrezco" al Señor todas mis preocupaciones, dificultades, inquietudes y sinsabores. La adoración no se hace para quedarte "embobao"; se hace con una disposición contemplativa y una relación orante de "diálogo con el amante". Pero, si estás "respirando" al Señor, te tienes que sentir lanzado a la misión. Si esto no se produce, podría ser señal de que la adoración la utilizo como "refugio", como lugar "estufa", pero no como lugar donde "beber" y donde uno se siente enviado. Por ello debemos revisar nuestros "oros, inciensos y mitras" y la apertura de nuestros corazones a mirada del Niño Dios. Santa María de Caná, ruega por nosotros. Una posdata de "Reyes": "Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!"
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