sábado, 2 de agosto de 2014

* DESDE VILLALUENGA: CANIJO, NUESTRO GATITO PAYOYO.




Si no fuera porque las hojas del calendario me dicen y reiteran que estamos en agosto creería que estábamos caminando en plena época pre-otoñal pues aquí en Villaluenga del Rosario hace frío.

Me imagino la costa inundada de ávidos veraneantes deseosos de descanso a pleno sol bañados por la salada agua del mar, me imagino la calles de la ciudades más desérticas porque en ellas se ha instalado el calor que en demasiadas ocasiones puede llegar a ser bochornoso, me imagino las plazas llenas de vecinos al frescor de la noche mientras los niños revolotean por aquí y por allá.

En este bendito pueblo situado en lo más alto de la Provincia de Cádiz hace un sano frescor que en muchas ocasiones se torna simplemente en frío. Ayer viernes fue peor porque el apetecible frescor no había aparecido y un gélido frío envolvía todo. Aquí las rebecas o los polares no podemos guardarlo muy lejos pues pueden hacer falta con tal de que nos descuidemos.

Hace tan solo un rato que hemos llegado de nuestro tradicional paseo por la glorieta en compañía de nuestro buen amigo Miguel Ángel, hemos estado sentado en el último banco un rato pues mi recuperación, debo reconocerlo, va bastante lenta y me cuesta mucho cualquier esfuerzo de carácter físico. Un buen rato de rica conversación con Ana, mujer muy querida en Grazalema y recordada por su gran labor como telefonista, hasta que llegó Isabel con su inseparable amiga y sus dos perritos. Buena tarde al calor, es un modo de hablar pues hacía un frío que pelaba, de la buena amistad compartida.

Cómo bien os podéis suponer no estoy en mi querido patio pues no estoy tan loco como para sentarme en medio de tan tenaz gelidez. Estoy en la habitación de la parte alta de mi casa junto al balcón donde diviso como el cielo está casi apagado mientras la montaña es solo un reflejo oscuro que rompe el horizonte. Escribir con la tenue luz de una lampara hace que todo sea más íntimo y personal.

Hoy, en esta noche, quiero escribir unas líneas de mi gatito payoyo: Canijo.

Es Canijo todo un personaje en el pueblo. Lo cuida Juande y como él es un alma libre que siempre está buscando su mundo, su sueño, su meta, su objetivo que le haga feliz y donde se sienta verdaderamente cómodo.

Lo puedes ver por la Sevadilla o cualquier lugar que esté a distancia intermedia entre la casa de Juande y la nuestra. Es un gato muy cariñoso, bondadoso, inquieto a más no poder, juguetón, nervioso, gran cazador, algo bruto cuando quiere juego, un fiel compañero que está cuando está que es casi siempre.

Apareció por el pueblo hace un año ahora en agosto, estaba una tarde en la Alameda y nos lo encontrábamos cuando nos dirigíamos a Misa. Estaba muy escuálido y delgado aunque no hacía asco a cualquier muestra de cariño. 

La siguiente vez que lo vimos fue en la casa de Elena y Lázaro pues su nieto lo tenía en el patio aunque esa noche le abrieron la puerta pues no querían un animal dentro de su casa. Hetepheres en cuanto supo que Canijo estaba en la calle lo fue a buscar y lo llevó a nuestra antigua casa donde le dimos de comer antes de irnos a cenar. En la Alameda nos encontramos con Juande que estaba con su buena amiga Esperanza y le pedimos que se quedara con este precioso gatito y como Juande aunque protestón tiene un corazón de oro se lo quedó.

Cuando en diciembre nos cambiamos de casa empezamos a tener la visita de nuestro entrañable gatito payoyo. Me acuerdo que por diciembre se había resfriado y estaba bastante mal por lo que llamamos a nuestro veterinario y le pedimos consejo de cómo tratar de que se pusiera bien. Durante dos días le estuve dando su dosis de antibiótico, estoy muy acostumbrado pues ha pitufino siempre se lo he dado yo, y apenas tenía ganas de tomar un poco de leche. Gracias a Dios se curó aunque desde entonces surgió un cariño especial entre Canijo y nosotros.

Cuando no estamos en el pueblo viene todos los días a casa y los vecinos le dicen: ¡Canijo, tranquilo que mañana vienen!

A cualquier hora del día que estamos en casa escuchamos un maullido muy insistente y ese es nuestro gatito que nos avisa que ya ha llegado, acto seguido se va a comer pues un glotón de cuidado. Canijo no tiene medida para la comida pues siempre tiene hambre. Después se sube a nuestra falda y se duerme tranquilamente, con esa tranquilidad que solo saben hacer y transmitir los gatos.

Es Canijo un pequeño gatito de cuerpo canela y blanco y los ojos color de miel, es listo como el hambre, ágil como una gacela, inquieto como él solo, simpático y cariñoso por igual que nos quiere con locura y al que nosotros consideramos nuestro.

Es lo que tiene vivir y gozar de este bendito pueblo pues lo mismo estás charlando de forma animada con nuestros buenos convecinos que disfrutando de la tonalidad cambiante del cercano cielo, que pierdes la mirada y con ella tus pensamientos más allá de las montañas, que te fijas en una solitaria florecilla que está a medio camino de todo, que te recreas en el ganado de nuestras buenas cabras payoyas, disfrutas del silencio y la tranquilidad más intensa como de la presencia de Rufina, Juanito y todos los preciosos y lindos gatos de Mateo o de la compañía de Canijo, nuestro entrañable gato payoyo.

Ya la noche avanza, igual que las horas y el calendario que me reitera que estamos en agosto aunque pueda pensar que el frío otoñal empieza a entrar.

Recibid, mis queridos amigos y convecinos de mi querido pueblo, un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

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