Bien sabe Dios que esperaba el momento idóneo para escribir este post porque, milagrosamente, el corazón y la cabeza se habían unido en un solo sentir.
Quiero dedicarle estas palabras, humildes y sencillas, a mi querido y buen hermano en la fe Alejandro Rodríguez de la Peña, a su extraordinaria mujer Mar y a sus queridos hijos porque todos son uno.
Te conozco hace muchos años y siempre me has parecido un hombre del que fiarse a pie juntillas porque no tienes doblez. A ti se te conoce de una vez porque eres un ser transparente en todos los sentidos.
Admiro tu coherencia de vida, tu valentía a la hora de afrontar lo que tengas que afrontar para que prevalezca siempre la verdad. Con tu ejemplo nos indicas que hay otro camino para hacer las cosas y que todo en la vida está supeditado a Dios. Con tu forma de ser, con tu ejemplaridad, das gloria a Dios por encima de cualquier situación.
Si tu proyección académica es de un extraordinario bagaje, tu dimensión humana la supera por todos los lados. En ti se unen la humildad, la sencillez, el trato afable, la mano tendida, los brazos abiertos...
Hoy no es buen día para ti, ni para mi y muchos buenos amigos y hermanos en apostolado que pensábamos y defendíamos que había otra forma de hacer las cosas aunque debes estar contento porque tu ejemplo de persona valiente y de fiar no caerá en saco roto. Personalmente me enorgullezco de haberte apoyado en lo público y en lo privado, de avalarte como una de las mentes más prodigiosas que tiene el mundo intelectual en España y como una persona de unos valores intachables. Ha supuesto un auténtico honor el compartir contigo camino y trincheras porque no todos los días Dios me da la oportunidad de acompañar en un proyecto a una persona tan impecable en todos los sentidos.
Y hoy es precisamente cuando quiero darte las GRACIAS por haberme ayudado a recuperar la ilusión, caminar hacia la esperanza, comprobar que existen mejores formas de hacer las cosas, de unir en un mismo corazón a tantas almas desperdigadas y ansiosas de ver y comprobar que todos somos hermanos en un mismo carisma que nos lleva a Dios.
Y hoy es precisamente cuando quiero darte las GRACIAS por haberme ayudado a recuperar la ilusión, caminar hacia la esperanza, comprobar que existen mejores formas de hacer las cosas, de unir en un mismo corazón a tantas almas desperdigadas y ansiosas de ver y comprobar que todos somos hermanos en un mismo carisma que nos lleva a Dios.
Doy gracias al Señor por haber puesto en el camino de mi vida a personas que tanto me han aportado en todos los sentidos y que hoy quiero destacar públicamente. Gracias mis queridos Alejandro, Rafael, Julián, Carmen, Alfredo y tantos otros que no nombro pues no quiero que queden señalados. Sí os diré que de aquí hasta el próximo mes de junio dedicaré una serie de artículos a mis buenos amigos y hermanos en propagar la fe en estos mundos de Dios.
Mi querido Alejandro:
Eres un auténtico referente en el laicado católico en España y un trabajador fiel en las mies del Señor. Ejemplo de padre, marido, hijo, nieto, hermano y amigo.
Hoy sábado me gustaría disfrutar contigo de la décima Copa de Europa con el Real Madrid de nuestros amores y brindar en la distancia por todo lo que nos une que es mucho como bien sabes aunque lo primero se ha puesto algo difícil puesto cuando escribía este artículo se ha adelantado el Atlético de Madrid.
Tanto Hetepheres como yo estamos muy orgullosos de ti y desde estas líneas decirte que te queremos mucho y que siempre nos tendrás estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos.
A nosotros, como bien sabes, nos toca cerrar una importante etapa de nuestras vidas y acometeremos los tiempos a la mayor gloria de Dios y de la Santa Madre Iglesia a la que servimos fielmente.
Dale un beso a tu querida esposa, a tus hijos de nuestra parte y tu recibe un fraternal abrazo de hermano en la fe, propagandista y hospitalario.
Jesús Rodríguez Arias
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