miércoles, 4 de marzo de 2020

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

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Primera lectura

Lectura de la profecía de Jonás 3, 1-10

El Señor dirigió la palabra a Jonás:
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.

Salmo

Sal 50, 3-4. 12-13. 18-19 R/. Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús,
y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Reflexión del Evangelio de hoy

La conversión despierta la compasión de Dios

Jonás, que huía del Señor, tras ser liberado del pez, recibe un encargo: la de recorrer Nínive anunciando su destrucción. Llama a la conversión, al abandono de la violencia. Pone un plazo de 40 días.
Un pueblo que se deja llevar por la fuera y por la ira, Nínive, símbolo de la opresión y la violencia es llamado a la conversión, por ese motivo, Dios quiere desaparecer a ese pueblo.
¿Pero es posible apaciguar el ánimo violento en 40 días? El texto habla de un pueblo que cambia por temor a la destrucción, por temor a Dios. ¿Pero esa puede ser la causa?
La violencia habla de una perversión del comportamiento de una persona frente a la vida del otro que lo hace objeto de ira. No es que nazcamos así, pero la educación y la permisividad ante ella hace que las actitudes violentas se normalicen. La permisividad de la violencia es el abandono de los criterios para realizar el bien en la vida. No podemos acostumbrarnos a vivir con la violencia.
La violencia requiere un límite, y Dios se lo está poniendo a la ciudad de Nínive, con la amenaza de su destrucción. Pero de alguna manera, quien vive de la violencia, ya se ha destruido a sí mismo.
Cuarenta días son los que dedicamos a la Cuaresma, para repensar nuestros pasos cara a Dios: qué ídolos hemos construido, y por qué hemos dejado de depositar nuestro amor a Dios. Para repensar cuáles son nuestros comportamientos violentos y porqué los hemos permitido en nuestro entorno.
Si profundizamos en ello, se puede dar un cambio radical en nuestra vida, si lo que queremos expresar es que la vida ante todo se vive con el respeto mutuo. Dios nos dará las claves del respeto del otro, para que no sea objeto de nuestra ira. Hemos de depositar nuestra confianza en Dios para comprender que nuestra vida se ha de construir con valores de respeto y compromiso por la vida del hermano.
No es el temor a desaparecer, ni el temor a una violencia mayor lo que ha de llamarnos al cambio de vida. Lo que ha de llamarnos a una conversión auténtica es una capacidad sincera de construirnos interiormente, que requiere la escucha de nuestra propia verdad, la escucha de la verdad del otro, y la escucha de la verdad de Dios.
Un corazón quebrantado y humillado, el Señor no lo desprecia, rezamos con el Salmo 50. De ahí, que la posibilidad de la conversión sea posible con el abandono del mal y la acogida del bien. Dios despierta su compasión con nosotros para mostrarnos que la construcción interior está en marcha, y va por buen camino. Pero se precisa un camino largo de reeducación para que no sea la violencia la vía que utilice para expresar mi libertad.

Aquí hay uno mayor que Jonás

Jesús habla ante la gente que pide una señal de Dios para convertirse y creer, pero Jesús les dice que no habrá más señal que la de Jonás, el camino de un radical cambio de vida es lo que abre el camino a Dios.
Se requiere un cambio de pensamiento y actitudes para emprender el camino de la conversión. La conversión no es un camino de comodidad, al contrario, incomoda, pero realiza la plenitud que buscamos en Dios.
Jesús no quiere contentar a sus oyentes, los pone en un brete para que asuman una vida comprometida con Dios. Dios no es un juego. Al contrario, implica la vida entera.
Si ante la violencia de Nínive, la señal de Jonás fue suficiente para despertar la compasión de Dios, las señales que da Jesús con su palabra y sus signos son más que evidentes, y Jesús está por encima del profeta Jonás, es el Hijo de Dios. No pidamos más signos que los ya dados.
Existe la violencia personal que se ejerce con la fuerza hacia el otro, existe la violencia sistémica que ejerce un grupo o gobierno, y existe la violencia auto-infringida. La sociedad ejerce una presión para que estos tipos de violencia no se den, presión que a veces es infructuosa.
Una señal de cambio y conversión frente a la violencia, son las pautas educativas que refuerzan los comportamientos pacíficos, la voz de la paz ha de escucharse para que no sea la ira lo único que se manifieste en la sociedad. Pero existe una paz interior que hace despertar las conciencias, y que denuncia todo tipo de violencia como la que proclama Jesús desde su interior.
Oremos por los violentos, por aquellas personas cuyo único recurso de expresión es la ira, para que encuentren en Jesús de Nazaret una posibilidad de cambio interior, que lo conduzcan al respeto por el otro y por la vida.

Fr. Alexis González de León O.P.
Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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