martes, 31 de marzo de 2020

NUEVOS POSTULANTES EN LA ABADÍA DE LA SANA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

InfoCatólica


Nuevos postulantes en la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos


En medio de la pandemia y pasado el ruido mediático, la Abadía continúa con su labor espiritual y humana.
(InfoCatólica) La vida de la comunidad benedictina de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos continua al paso de Dios, con ritmo benedictino: «ora et labora». En esto tiempos de pandemia continúan con su callada labor, tanto con su oración como en la atención a los necesitados, directamente y a través de multitud de fieles que participan de las actividades materiales, espirituales y de formación de la abadía.
La pasada festividad de San José tenían la dicha de la toma de hábito de Fr. J. A. M., un joven graduado en Filosofía En octubre, en plena vorágine mediática se incorporaban dos nuevos postulantes, de 29 y 23 años de edad. En la fiesta de la Inmaculada ingresó otro postulante. A finales de noviembre tenía lugar la profesión de votos temporales de Fr. Carlos.

Homilía en la toma de hábito de Fr. J. A. M. (18 marzo 2020, I Vísperas de San José)

Querido Fr. J. A. M.:
Siendo la Filosofía el «amor a la sabiduría», pronto entendieron muchos autores cristianos que la más elevada Filosofía no podía ser otra que la búsqueda y el conocimiento de la verdadera y suprema Sabiduría, la cual se identifica con el mismo Dios y se atribuye de un modo especial al Logos, al Verbo divino, a la persona del Hijo, quien al asumir la naturaleza humana por la Encarnación nos ha facilitado el acceso y la unión al Dios infinitamente sabio. En la literatura patrística del Oriente cristiano son numerosos los autores que comprendieron singularmente la vida ascética y monástica como el prototipo de la auténtica Filosofía.
San Juan Crisóstomo dice así que «los monjes ahora, y antes que los monjes los apóstoles, y antes que éstos los justos de la antigua Ley, fueron trasunto acabado de esta filosofía», entendiendo por «esta filosofía» la vida monástica y, más ampliamente, una vida perfecta, trasunto del Cielo, como la de los ángeles (Contra los impugnadores de la vida monástica, disc. II, 19).
Teodoreto de Ciro considera igualmente a los monjes como filósofos y filoteos, esto es, «amigos de Dios». Según dice, para el monje filoteo, la virtud o la filosofía es el único bien que subsiste y permanece y tiene por objeto la caridad divina; para progresar en la Filosofía, hay que ser un ferviente amante de Dios. Por eso, añade, se le llama «Filosofía», porque Dios es la Sabiduría (sophía) y el verdadero filósofo es también filoteo, es decir, «amigo de Dios». El monje, como filósofo y filoteo, desprecia así todo lo demás para fijarse ya únicamente en el Amado y ponerse a su servicio (Historia de los monjes de Siria, cap. XXXI: Tratado sobre la divina caridad, 15).
También los Padres Capadocios, hombres de profunda formación clásica y especialmente helénica y, por lo tanto, buenos conocedores de la filosofía griega, desarrollaron esta concepción de la vida monástica como verdadera Filosofía. Así, San Gregorio de Nisa, al describir la vida llevada por su hermana Santa Macrina en Annesi, junto al río Iris en el Ponto, dice que allí se vivía una elevada filosofía y que ella guio a su propia madre Emelia o Emelina «hacia un modo de vivir filosófico y espiritual» (Vida de Macrina, 11).
La vida de todos estos filósofos, filoteos o «atletas de la virtud» (según los denominan también varios de estos autores, ya que emprenden una carrera y un combate espiritual), es distinto al de los otros hombres y mujeres y se expresa incluso al exterior en el vestido. Como apunta Teodoreto de Ciro, se trata de un vestido diferente al de los otros hombres, muy rudo (Historia…, cap. XXXI, 3), como ya sucedía en los casos de Elías y San Juan Bautista, quienes, «vestidos de melotas, de pieles de cabras, desprovistos de todo […] erraban en los desiertos, las montañas, las cuevas y los antros de la tierra» (Historia…, cap. III, 1).
Del mismo modo, San Juan Crisóstomo señala el hábito como signo de pobreza y del cambio de vida que implica el monacato y ensalza su valor por encima de las ricas vestimentas de los emperadores, advirtiendo que éstas no les convierten en seres admirables, mientras que «el monje, en cambio, en solo su hábito, lleva muchos motivos para que se le admire» (Contra los impugnadores de la vida monástica, disc. II, 6). De hecho, Nuestro Padre San Benito, a quien el monje Román impuso el hábito (San Gregorio Magno, Diálogos, II, 1), entiende que el abandono de las vestimentas seglares para recibir las monacales conlleva un cambio total de vida (RB 58, 26-28).
En esta tarde, querido Fr. J. A. M., vas a recibir el hábito monástico, signo externo de consagración como lo ha definido el Magisterio reciente de la Iglesia en el Concilio Vaticano II (Perfectae caritatis, n. 17) y por parte de los Papas recientes (Pablo VI, Evangelica testificatio, n. 22; Juan Pablo II, Vita consecrata, n. 25). En tu vida seglar, te has dedicado al estudio de la Filosofía y ahora, como los monjes antiguos, te dispones a vestir el hábito que exteriorizará tu nueva dedicación a la más profunda y excelsa Filosofía, aquella que tiene por objeto al Dios Omnisciente, a la Sabiduría esencial, buscado en una vida de virtud y de combate espiritual en el monasterio a través de la oración, el trabajo, la lectio divina y el estudio.
Para este camino, te propongo que tengas como uno de tus modelos principales a tu santo Patrono, San José, el hombre justo que nos presenta San Mateo, el hombre fiel a Dios y a la Madre de Dios, el custodio del Redentor y de la Madre del Redentor, el hombre casto y puro, el hombre humilde y obediente a la voluntad de Dios, el hombre sencillo y silencioso, el hombre trabajador y servicial (Mt 1,16.18-25; 2,13-15.19-23; 13,55; Lc 1,27; 2,4-7.16.21-24.33-34.39-52; Mc 1,3). Recuerda lo que dice de él Santa Teresa de Jesús: «a este glorioso santo tengo espiriencia que socorre en todas [las necesidades], y que quiere el Señor que ansí como le fue sujeto en la tierra […], ansí en el cielo hace cuanto le pide» (Libro de la Vida, 6, 6); asimismo advierte ella que, «quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro y no errará en el camino» (Libro de la Vida, 6, 8).
En fin, que la Esposa de San José, la Santísima Virgen María, interceda ante Dios para que te conceda la fidelidad en el camino de tu vida monástica.

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