
La parroquia ha tenido que ser cerrada hasta su desinfección, y él se encuentra en cuarentena. Pero una cuarentena bien apovechada, porque su mensaje ha comenzado a difundirse con fuerza con tres mensajes muy claros: de fe en la acción de Dios en nuestras vidas, a través de los sacramentos e incluso sin ellos si están a nuestro alcance; de aprecio humano a sus feligreses hospitalizados ("y a toda la gente que va a morir muy sola" por el aislamiento) y al personal sanitario que atiende a los infectados, un afecto que se traduce en unas lágrimas que el joven sacerdote no puede reprimir en varios momentos del vídeo, como también al verse impedido para atender a los suyos; por último, de colaboración contra la epidemia, con una exhortación que reitera: "¡Por favor, os pido que os quedéis en casa, os suplico, no salgáis de casa!".
"Los estáis haciendo muy bien, dando la vida", le dice, conmovido, a médicos, enfermeras y personal auxiliar y de servicios de los hospitales: "Aunque a veces la gente se enfade con vosotros, no se lo tengáis en cuenta. Sois unos héroes. Y cuando acabe todo esto, os vamos a hacer un monumento".
Al referirse al tiempo que muchos fieles pueden pasar sin sacramentos, explica: "Dios, de manera ordinaria, da su gracia a través de los sacramentos de la Iglesia. Pero, de manera extraordinaria, nos puede hacer llegar el Espíritu Santo a través de un contacto directo que Él tiene con nuestras almas". Anuncia que él grabará y colgará en Youtube la misa que celebre cada día, y que cuando su cuerpo venza al virus él quedará inmunizado y su intención es visitar a sus parroquianos en sus casas aunque ellos estén contagiados y llevarles los sacramentos ("Esto no lo sé seguro, espero que sea así", matiza a la espera del dictamen médico).
En la perspectiva del momento en el que pueda restablecerse la normalidad y todos vuelvan a reunirse en la parroquia, lo que serán "momentos muy especiales" ("le pido a Dios que esto llegue cuanto antes"), exhorta a todos: "Vamos a confiar en Dios. Él no nos va a abandonar. Y hay que preguntarse, como yo llevo haciéndolo desde el martes: Señor, ¿qué quieres de mí?".
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