Manuel Sotelino
No era una mañana cualquiera. La ciudad se despertaba con un runrún especial. No todos los días sale a las calles de Jerez Nuestro Padre Jesús del Prendimiento. Así que cuando el Señor avista los primeros rayos del sol en un día en el que sus hermanos lo van a sacar a las calles, algo extraño y bonito se respira en el ambiente.
El día fue largo como si no se vendiera pan. Y por fin, cuando ya la noche comenzaba a vencer al día, la cotidiana batalla de cada jornada, las puertas del templo parroquial de Santiago de Real y de Refugio se abrieron de par en par para que la cruz de guía asomara al angostillo. Las palmas se escucharon raudas y estrepitosas. Y los primeros ‘olés’ de los cientos de devotos que abarrotaban la zona que va desde el angostillo hasta la plaza donde luce la fuente santiaguera con esa luz tan especial.
El largo cortejo de hermanos comenzó a avanzar para ir tomando el recoleto itinerario que tenía por delante. Medallas al cuello y cirios rojos para el cortejo del Señor. Estandartes y representaciones. A saber: las hermandades sevillanas de los Gitanos y los Panaderos. Las hermandades del Prendimiento de Cádiz y Rota. Las corporaciones vecinas que ocupan sede en la misma collación. Buena Muerte, Sacramental de Santiago, Transporte o Piedad, entre otras. Y un detalle hermoso. Aquellas cofradías que ya procesionaban hace 125 años, cuando las reglas de la corporación fueron restablecidas y reorganizada de nuevo esta señera cofradía del Miércoles Santo.
El cortejo proseguía hasta que, de pronto, entre la opaca oscuridad del templo, comenzó a verse el movimiento siempre corto. Pasito a paso. Esos veinte costaleros privilegiados que tuvieron el honor de llevar sobre sus hombros al Señor con el fin de reencontrarlo con su gente. Los mandos justos, las llamadas muy cortas siempre. Y así, poco a poco, Nuestro Padre Jesús del Prendimiento fue observando la luz de la tarde jerezana como si el tiempo no pasara. Siempre con esa belleza serena ante el odioso acto de prender al Hijo del Hombre. Al Manso Cordero que ofrecía sus preciosas manos ante los sayones que en Santiago tienen nombre: ‘Candilejas’ y ‘Chupaceite’.
De pronto se tornó el cielo y Jesús del Prendimiento salió para quedarse con todo Jerez rendido ante sus plantas. Su túnica de salida con bellos bordados que ilustran aquella saeta que decía que el pecho del Señor es un crisantemo. Y sonó la marcha real para el Rey de Reyes. Con ese giro de cabeza tan elegante. Tan entregado de nuevo Él.
El pueblo fiel se entregó una vez más a su Señor. El pequeño paso que recuperaba la hermandad para esta procesión extraordinaria y que gentilmente cedieron los actuales propietarios, la hermandad del Dulce Nombre de Arcos de la Frontera, iba avanzando poco a poco. Sus veinte costaleros parecían adivinar lo poco que duraría aquel momento mágico y sólo buscaban tensar el tiempo. Y así fue buscando la calle Oliva para internarse en la ciudad intramuros. Los cofrades del Santísimo Cristo del Amor tendrían un gesto único que tendría como protagonista a la bella imagen de los Remedios. Aquella imagen que cuentan que fue titular mariana de la hermandad. Un momento que el que tuvo el honor de vivir no olvidará nunca.
Tras el Señor iba la Señora del Desamparo. En un palio que tuvo en su día y que fue cedido por la Sagrada Cena con caídas de plata. Sonó su marcha ‘Desamparo’ y, a continuación, el estreno de una marcha llamada ‘Tras tu Manto, Desamparo’. Al cierre de esta edición, la procesión se desarrollaba con total normalidad. No fue un día cualquiera. Salía el Prendimiento. Y eso imprime carácter.
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