Tras New York, Chicago y Houston, el prelado viajó a Los Ángeles. Ofrecemos algunas ideas de las tertulias celebradas con gente joven.
Viernes, 26 de julio (Los Ángeles)
La primera tertulia que tuvo el prelado con mujeres en Los Ángeles comenzó con una canción. Lucy y Kayla entonaron con sus ukeleles “El mejor día de mi vida”, mientras que Samy, estudiante de etnomusicología en UCLA, tocó la trompeta, con el acompañamiento de sus hermanas al violín y la guitarra.
Samantha, estudiante de la Universidad de California-Berkeley, preguntó al prelado cuál es la misión del Opus Dei en la Iglesia. “El camino de la Iglesia es muy amplio y contiene muchas maneras diferentes de viajar hacia la misma meta. Todos formamos el Cuerpo Místico de Cristo, y por eso estamos unidos y vamos en la misma dirección, aunque hay diferentes maneras de avanzar. El Opus Dei recuerda un mensaje que está en el corazón del Evangelio: que todos estamos llamados a ser santos, que la santidad no es sólo para algunas personas especiales”.
Mons. Ocáriz explicó que “todos los esfuerzos humanos nobles y limpios son un camino hacia la santidad. Ciertamente, apoyándose en la oración y los sacramentos, pero también a través de la vida ordinaria, el trabajo y la vida familiar”.
Kayla preguntó en qué consiste ser santos. “No significa ser personas sin defectos”, dijo el prelado. “En cambio, es la perfección del amor mostrada en la lucha personal, en el esfuerzo por amar cada vez más plenamente, aunque tengamos que empezar de nuevo muchas veces. San Josemaría decía: ‘Un santo es una persona que lucha’, es decir, que se levanta y comienza de nuevo cuando comete un error”.
Alana, una joven que actúa en un teatro de Los Ángeles, pidió un consejo para vivir con coherencia cristiana en ese ambiente. “En primer lugar, acoge a todos. Los cristianos no podemos despreciar ni tratar mal a nadie. Luego, necesitarás una sólida formación para dar razón de tu esperanza, para explicar no sólo la verdad revelada, sino también las verdades abiertas a la razón humana”.
Más tarde, ese mismo día, el prelado se reunió con chicos que participan en las actividades apostólicas del Opus Dei. “Leed el Evangelio a menudo –les aconsejó– e imaginad las escenas, para conocer mejor al Señor. Esto nos da la fuerza que necesitamos para llevarlo a los demás y, por lo tanto, para llevarles la felicidad. La vida cristiana es inseparable del esfuerzo personal por conocer y amar mejor a Cristo, y del deseo y esfuerzo por darlo a conocer a los demás”.
Chao, un estudiante chino que realiza un doctorado de Geofísica en Stanford, contó al prelado que, en Shangai, un amigo le habló por primera vez de Dios y le invitó a asistir a clases de catecismo junto a otras personas que siguen las enseñanzas de san Josemaría. “¿Qué podría hacer para ayudar al Opus Dei a comenzar en la China continental?”, preguntó.
“Rezar”, dijo el prelado. “Puede parecer simplista, pero todo el trabajo apostólico del Opus Dei -como el de la Iglesia- es una tarea sobrenatural. No es simplemente un esfuerzo humano, de estrategia o de ventas. Lo más importante es confiar en Dios, tanto en China como en el mundo entero”.
Jim, estudiante de Pasadena, explicó que a veces no tiene tiempo para compatibilizar el estudio, el deporte, los amigos y el trato con Dios. “El secreto es ser más ordenados, porque de ese modo se aprovecha mejor el tiempo. Intenta tener un plan de vida, en el que haya tiempos establecidos para la oración y la lectura del Evangelio, y otros tiempos para el trabajo y el estudio”.
Antes de finalizar la tertulia, Tim, productor nominado a los Oscars, entregó a Mons. Ocáriz un una réplica de la estatuilla para conmemorar su visita a Los Ángeles, el centro de la industria cinematográfica de Estados Unidos.
Lunes, 22 de julio (Houston)
“¡Bienvenido a Texas, Padre! ¡Yee-haw!”. Así recibieron al prelado las más de 200 jóvenes que acudieron a una tertulia celebrada en Houston. “En este país estudiamos y trabajamos pensando mucho en los resultados. ¿Cómo trabajar bien sin caer en el perfeccionismo?”, preguntó Rosie, una estudiante que vive a seis horas de Houston y viaja una vez al mes a la ciudad texana para recibir formación cristiana en un centro del Opus Dei.
“El profundo sentido de nuestro trabajo es el amor a Dios y a los demás –dijo Mons. Ocáriz-, un objetivo superior que nos permite dedicar todo el esfuerzo necesario a las diversas tareas sin convertirnos en sus esclavos. Necesitamos trabajar con empeño, muchas horas, pero si entendemos que el sentido del trabajo es sobrenatural, sabremos por ejemplo cuándo parar para dedicar tiempo a nuestra familia, para descansar o para cuidar a otras personas”.
Por la tarde, el prelado tuvo otra tertulia con muchachos de Houston y otras ciudades cercanas. Pedro y Rafael, dos hermanos gemelos, preguntaron cómo ayudar en el trabajo de evangelización que las personas del Opus Dei procuran hacer en el país. “Lo que la Obra espera de quien quiere ayudar es que rece mucho”, respondió. “Oren para que todos en el Opus Dei y todos los que participan en los medios de formación cristiana sean fieles a su vocación cristiana. Recen también para que seamos capaces de llevar a muchas personas esta gran maravilla: el mensaje de Cristo”.
Joe, un estudiante universitario, converso del protestantismo, preguntó al prelado cómo había discernido su propia vocación. Monseñor Ocáriz dijo que conoció la Obra por primera vez gracias a sus hermanos mayores cuando era un adolescente. Asistió a las actividades durante un tiempo, pero decidió dejar de hacerlo, ya que recibía una buena formación religiosa en el colegio. Al terminar el bachillerato, su hermano mayor, que ya trabajaba como ingeniero, le invitó a pasar el verano con él en la ciudad donde vivía. Allí volvió a frecuentar un centro del Opus Dei: “El ambiente era muy bueno, lo pasé muy bien con la gente. Me invitaron a considerar la posibilidad de ser parte de la Obra, y mi primera reacción fue decir que no. Luego lo pensé un poco, no mucho, y sobre todo recé más. Llegó un momento -es Nuestro Señor quien actúa- en que pensé: ‘Es posible… la llamada de Dios es algo maravilloso’. Así que dije: ‘Bien, hagámoslo’. Este hagámoslo es la libertad que a menudo se necesita para dar forma a la llamada de Dios. Dios siempre nos deja, al menos en la mayoría de los casos, sin claridad total, por lo que somos nosotros los que tenemos que dar el paso final, para que seamos muy libres en la entrega. Dije 'hagámoslo', y esto fue hace… 58 años”.
Como por la mañana, el prelado concluyó la sesión pidiendo oraciones por el Papa, porque “él confía en la oración de todos los católicos”.
Domingo, 21 de julio (Houston)
Tras pasar por New York, Chicago y Wisconsin, monseñor Ocáriz prosiguió su viaje pastoral por Houston (Texas), donde tuvo dos tertulias con fieles del Opus Dei y amigos procedentes de Dallas, San Antonio, Austin, Miami, Luisiana e incluso México.
El prelado comentó el evangelio de la misa del domingo, que recuerda el momento en que Marta se queja a Jesús porque ella trabaja mientras su hermana María escucha al Maestro: “Tanto el trabajo como la oración son fundamentales. Como nos enseñó san Josemaría, hay que transformar el trabajo en oración, haciendo de todo lo que hacemos un diálogo con Dios. Para esto, necesitamos contemplar a nuestro Señor, uniendo nuestra vida estrechamente a la de Cristo. Así como María estaba allí a los pies del Señor mientras su hermana trabajaba, también nosotros hemos de hacer lo mismo mientras trabajamos”.
Liz, investigadora de Dallas, preguntó al prelado cómo mantener viva la conciencia de nuestra filiación divina, no sólo de un modo intelectual, sino también experimentándola con los sentimientos. “Es la gran verdad que necesitamos tener en lo más profundo de nuestra alma –respondió el prelado–: que Dios nos ama con locura. Por eso, nuestra relación con él debe ser una respuesta de amor. Experimentar que somos hijos de Dios, disfrutar con esto, no depende de nuestros propios esfuerzos. A veces Dios nos concede momentos en los que nuestra fe parece más viva, más profundamente sentida, pero otras veces puede contener alguna oscuridad. A menudo no vemos el amor de Dios, pero tenemos que creer firmemente en él y considerarlo en nuestra oración”.
Odette, enfermera y madre de nueve hijos, expresó una preocupación compartida por muchos padres: cómo integrar el uso de la tecnología en la educación de los hijos. “En primer lugar, dando buen ejemplo vosotros a los más pequeños”, dijo el prelado. Asimismo, animó a educar a los niños en el autodominio, renunciando por ejemplo a pequeños caprichos, para poder ser siempre libres.
Gaby narró una gracia de Dios que había recibido por intercesión del beato Álvaro del Portillo: hace unos años, le diagnosticaron una enfermedad grave a la niña de la que estaba embarazada. Según los médicos, no podría caminar, hablar o respirar por sí misma. Mientras Gaby hablaba, la niña, Daniela, se acercó al prelado para darle un ramo de flores en medio de un fuerte aplauso.
Además de las preguntas y respuestas, las asistentes amenizaron la tertulia cantando la canción Deep in the Heart of Texas.
Por la tarde, y en una reunión similar, monseñor Ocáriz recordó “la fe de san Josemaría al comienzo de la Obra, cuando recibió la tarea de nuestro Señor de hacer el Opus Dei. Miró al mundo entero lleno de esperanza, una esperanza basada en la fe. También nosotros tenemos que ser personas de gran esperanza, una esperanza basada en la fe: fe en el amor de Dios por nosotros, fe en la vocación cristiana que hemos recibido”.
Greg, controlador de vuelo de la Estación Espacial Internacional de la NASA, recordó el 50 aniversario del primer alunizaje. Con ese motivo quiso preguntar a todos los presentes: “¿Cuál fue la primera palabra pronunciada en la luna?”; “¡HOUSTON!”, respondió divertido el público a una sola voz. Greg explicó que los residentes de la ciudad están muy orgullosos de esa frase (Houston, Tranquillity Base here. The Eagle has landed), que les recuerda la responsabilidad de llevar la fe a todas partes.
La siguiente pregunta fue planteada por Chris, padre de cuatro niños pequeños y una niña más en camino: “¿Cómo podemos los cristianos compartir la fe con los demás?”, dijo. El prelado señaló que, cuando nos sintamos débiles, necesitamos encontrar nuestra fuerza en Cristo, especialmente en la Eucaristía. “Lo que sucede cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía es verdaderamente asombroso. Nos transformamos en Él. Es lo contrario de lo que sucede con los alimentos. Nos convertimos en Él, nos convertimos más en Cristo mismo. Sentir que somos débiles es natural. Pero también podemos sentirnos fuertes, con la fuerza que Dios nos da”.
Tom sufrió hace seis semanas un grave accidente automovilístico. Como consecuencia, ha quedado con limitaciones de movilidad, por lo que charló con el prelado a través de videoconferencia. “¿Cómo podemos tener más corazón?”, preguntó Tom. El prelado le animó a ofrecer sus dolores por el Santo Padre y por la Iglesia y le respondió que “sólo cuando Dios expande nuestros corazones, cuando Dios nos hace capaces de amar más; la fuerza que necesitamos para amar viene de la caridad de Cristo, que alcanzamos pidiéndola al Señor. Así que no nos enfrentamos solos a esta lucha, ya que nuestro Señor está con nosotros, y por lo tanto necesitamos siempre pedir su ayuda”.
Lunes, 15 de julio (Chicago)
Mons. Fernando Ocáriz visitó Metro Achievement Center, un centro educativo para chicas que ofrece apoyo escolar y otras actividades de formación a familias en riesgo de exclusión social de la ciudad de Chicago.
Durante la visita a las instalaciones, algunas alumnas de un programa de Ingeniería mostraron al prelado los diversos proyectos en los que están trabajando. Petra y Ernestina, que pusieron en marcha esta iniciativa social hace 30 años, le contaron algunos recuerdos de los primeros años y agradecieron el trabajo de los sacerdotes de la prelatura, a quienes está confiada la atención espiritual de esta iniciativa.
Después, el prelado visitó Midtown Center, una iniciativa de formación extracurricular dirigida a jóvenes de barrios marginales de Chicago. Midtown ofrece clases de refuerzo académico, deporte, programas de desarrollo del carácter y tutoría individual. Los padres de los chicos reciben apoyo a través de seminarios y asesoramiento individual.
Algunos de los 400 muchachos que participan en las actividades de verano acogieron al prelado en el gimnasio, donde conversó con los responsables y voluntarios de las iniciativas que están actualmente en marcha. Mons. Ocáriz también se reunió con la familia de Melissa Villalobos, cuya curación médica fue reconocida como milagro en la causa de canonización de John Henry Newman.
El prelado acudió a rezar a la iglesia de Santa María de los Ángeles, adyacente a Midtown. La parroquia fue confiada a sacerdotes del Opus Dei en 1991 por el entonces arzobispo de Chicago, el cardenal Joseph Bernardin.
Domingo, 14 de julio
El pasado 14 de julio, Mons. Fernando Ocáriz mantuvo dos encuentros en Chicago con jóvenes y adultos que frecuentan los medios de formación cristiana que ofrece el Opus Dei.
A los primeros, en su mayoría estudiantes de bachillerato y primeros años de universidad, les recordó que la formación cristiana que reciben en los centros de la Obra a través de catequesis, meditaciones, conversaciones con sacerdotes y laicos…, no es solo algo individual, sino que les tiene que llevar a contagiar la fe a todas las personas de su entorno.
Joe, antiguo alumno del colegio Northridge, preguntó al prelado cómo compartir la fe cristiana en la Universidad. “Con la amistad –fue la respuesta–. San Josemaría decía que el apostolado en la Iglesia tiene muchas modalidades. Pero hay un modo fundamental de transmitir la fe, que es el trato personal, la amistad verdadera. Cuando hay amistad, y no simplemente un conocimiento superficial, se puede compartir lo que uno lleva dentro, los propios pensamientos, los propios deseos, también las propias dificultades”.
¿Cómo encontrar sin miedo la propia vocación?, preguntó Matt a Mons. Ocáriz.“Es natural tener un cierto temor o duda ante el futuro cuando se quiere tomar una decisión importante en la vida. Por eso conviene buscar sinceramente la voluntad de Dios, pedir luz al Señor en la oración y también escuchar el consejo de quien pienses que te puede orientar bien”, dijo el prelado. Además, prosiguió, “es importante que pidamos al Señor, además de luz para ver, fuerza para querer. Porque muchas veces no es que no veamos lo que Dios quiere, sino que nos falta un poco de empeño para lanzarnos a responder que sí. De ordinario, Dios no manifiesta su voluntad de modo evidente. Con todo, cualquier cosa que nos pida es lo que nos va a hacer más felices”.
En la tertulia con profesionales, el prelado animó a los asistentes a centrar toda la vida en Jesús. “Nuestra oración, nuestra vida espiritual, nuestra vida de trabajo, nuestra vida familiar, nuestra vida apostólica… todo debe centrarse en Jesucristo”, dijo. “Todo es para él: todo el sentido de la vida, de la creación, de la historia, está basado en esta verdad. Se trata de poner en el centro de nuestra lucha interior a Jesucristo y no el perfeccionismo, se trata de parecernos más a él, de conocerle mejor, de quererle más. De Jesucristo sacaremos la fuerza para ser cooperadores suyos, para identificarnos con él”.
Doug, terapeuta matrimonial, preguntó cómo ayudar a las parejas cristianas a convertir las dificultades del matrimonio en un camino de santidad. “Enseñándoles a querer. En todo matrimonio se requiere la determinación de quererse cada día más. En general, hay que querer a las personas como son, con sus defectos. Cuando los defectos no son ofensa a Dios, convivamos con ellos con alegría, con comprensión”.
Como en otras ocasiones, los asistentes concluyeron el encuentro rezando por las intenciones del Papa y las necesidades de toda la Iglesia.
Sábado, 13 de julio
Durante su primer día en Chicago, el prelado acudió a la Academia Willows para tener una tertulia con mujeres que asisten a los medios de formación cristiana que ofrece el Opus Dei. Las asistentes provenían de diversos estados del Medio Oeste: Minnesota, Missouri, Wisconsin, Indiana, Kansas, Iowa, Michigan y Colorado.
María contó que sus padres impulsaron los comienzos de la Academia Willows, un colegio cuya atención pastoral está encomendada a sacerdotes del Opus Dei. En su intervención, recordó a don José Luis Múzquiz (Fr Joe Muzquiz), el sacerdote a quien hace 70 años san Josemaría pidió comenzar la labor apostólica del Opus Dei en Chicago. “¿Cómo podemos llevar a cabo ‘la revolución’ del mensaje cristiano como hizo father Joseph?”, preguntó María.
El prelado respondió que la revolución más importante “es la revolución de cada día, la que hace cada uno en su propia vida. Una revolución significa dar la vuelta, es decir, volver de nuevo, volver a Cristo. Esta es la gran revolución que podemos llevar a cabo cada día, y que requiere una revolución constante”.
Más adelante, exhortó a las presentes a confiar en la fuerza de Dios ante las dificultades, especialmente las que afronta hoy la Iglesia. “No debemos ceder al pesimismo cuando vemos dificultades, confusión o problemas. La Iglesia está formada por personas débiles. Nosotros mismos somos débiles. Pero la Iglesia es, sobre todo, la fuerza de Dios. La Iglesia es Jesucristo, presente en su Palabra y en los sacramentos, presente con toda su fuerza salvífica”.
Maripaz, madre de familia, pidió al prelado que hablase sobre la importancia del trabajo del hogar. “Una manera muy directa de entender la importancia del trabajo en el hogar –respondió Mons. Ocáriz– es pensar en la Virgen. La criatura más grande, la madre de Dios, ¿qué hizo durante toda su vida? Cuidó de la casa de José y de Jesús. Humanamente hablando es necesario un ambiente de familia, un lugar en el que todos se sientan a gusto. Esto permite que cada persona crezca, mejore. Es algo que no sólo hace la vida agradable, sino que forma. Y forma también en el ámbito espiritual, porque lo material y lo espiritual están estrechamente unidos”.
Jueves, 11 de julio (Nueva York)
Este año se celebra el 70 aniversario del comienzo del trabajo apostólico del Opus Dei en los Estados Unidos (1949). “En este gran país –dijo el prelado en el primer encuentro del jueves– se ha hecho ya tanto, aunque estamos realmente en los comienzos. Podemos pensar que llevamos ya mucho tiempo en Estados Unidos y que la Obra se fundó hace ya noventa años... Pero, para la Historia, noventa años es el inicio de los inicios”.
Mons. Ocáriz explicó que “ante la realidad de la misión apostólica de poner al Señor en la cumbre, se puede pensar: ‘Sí, es algo maravilloso, una empresa entusiasmante, pero yo tengo tantas limitaciones, tantas dificultades personales…’. A lo que se suman las crisis en el mundo, en la misma Iglesia, que atraviesa muchas dificultades. Pero todo eso no puede ser nunca ocasión de desaliento. El Señor cuenta con nosotros para hacer mucho bien tal y como somos, con nuestras limitaciones”.
Uno de los presentes, Sharif, compartió su impresión sobre la dificultad para el compromiso que ve en muchas personas. “Cuando la libertad no se empeña en un compromiso significativo, la persona vive a merced de los vientos, a merced de sus sentimientos. En lugar de guiarse por la inteligencia y por la propia libertad, se guía por afectos que varían según las circunstancias”, comentó el prelado.
Otro de los asistentes preguntó cómo forjar amistades verdaderas en el trabajo, donde las relaciones pueden nacer a veces por intereses prácticos. “En primer lugar con la oración. Reza por tus colegas. Luego, busca oportunidades para realizar pequeños actos de servicio, pero no como una táctica, sino porque realmente quieres ayudarles. Verán que tu actitud es diferente, sincera, que de verdad les quieres servir. De ese modo, podrás romper barreras y surgirán conversaciones más profundas”.
Los asistentes rezaron juntos por el Papa Francisco. “Sobre sus hombros lleva un peso considerable –dijo el prelado– y cuando habla con la gente, o cuando escribe cartas, termina diciendo: ‘Reza por mí, reza por mí’. Tiene mucha fe en la oración, y nosotros también debemos tener esa fe”.
Por la tarde, Mons. Ocáriz participó en una tertulia con un grupo numeroso de mujeres. Uno de los temas principales de la conversación fue la alegría. “Tenemos la obligación de ser felices. Cuando no seamos felices, no podemos esperar a que la alegría vuelva por sí sola: tendremos que buscarla. Por eso, necesitaremos ir a la fuente de la felicidad, que es el Señor. De ese modo, podremos también hacer la vida agradable a los demás. Estando alegres, podremos hacer apostolado”, les dijo
Varias preguntas que se le hicieron durante la tertulia abordaron el tema del misterio del sufrimiento. Mons. Ocáriz señaló la posibilidad, aparentemente contradictoria, de experimentar la alegría en medio del dolor. “Esto es posible cuando sabemos por la fe que incluso el sufrimiento, cuando llega, es un instrumento para colaborar con Jesucristo en la redención del mundo. Aunque Dios no quite el sufrimiento, podemos tener la alegría de saber que tiene un valor positivo muy grande cuando se une a la cruz de Nuestro Señor”.
Miércoles 10 de julio
Mons. Ocáriz visitó la iglesia de Saint Agnes, en las inmediaciones de la Grand Central Terminal de Manhattan (New York). En 2016, el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, encomendó a los sacerdotes del Opus Dei la atención pastoral de este templo.
A continuación, el prelado acudió a la Zona Cero y rezó en silencio durante unos minutos en el monumento que recuerda a los 2.983 fallecidos en los atentados del 2001.
Por la tarde se reunió con unas 250 jóvenes que asisten a actividades de formación cristiana en distintos centros del Opus Dei. “No consideréis la formación cristiana que recibís como algo exclusivo para vosotras, para vuestro enriquecimiento personal. Esa formación os ayudará a transmitir, dondequiera que estéis, el espíritu cristiano. Todos los cristianos estamos llamados a ser apóstoles en nuestra vida cotidiana, especialmente entre nuestros amigos, transmitiendo la alegría de haber encontrado y seguido a Cristo más de cerca. En última instancia, toda la formación cristiana que recibimos tiene como objetivo ayudarnos a asemejarnos más a Cristo, a tener sus mismos sentimientos, su manera de mirar al mundo y a las personas”, dijo el prelado.
Colleen, una estudiante de Virginia Tech, explicó que, a veces, el estilo de vida de quien trata de vivir el Evangelio choca con el ambiente. “Toda la fuerza que necesitamos para poder hablar de manera convincente se encuentra en la Eucaristía y en la oración. Necesitamos preguntarle a nuestro Señor cómo enfrentarnos a esas situaciones. Al final, cuando nos esforzamos por crear auténticas amistades, ese miedo a hablar de ciertos temas desaparece", afirmó el prelado.
Un selfie con algunas de las jóvenes que frecuentan los medios de formación cristiana.
Otra joven pidió consejo sobre cómo explicar a sus amigos que Dios es mucho más que un Juez. "Una manera más profunda de explicarlo –respondió Mons. Ocáriz– es señalando a Cristo en la Cruz. Necesitamos darnos cuenta de que Dios es de tal manera nuestro Padre que entregó a su único Hijo para que muriera por nosotros en la Cruz. El hecho de que quisiera hacer eso es un poco misterioso, pero es el misterio del inmenso amor de Dios por nosotros. Cuando las cosas se ponen difíciles y tenemos la tentación de pensar: ¿Cómo es posible que Dios, que es mi Padre, permita esto?, necesitamos mirar a la Cruz, y hacer un acto de fe en el amor de Dios que Él hizo tan visible en la Cruz de Cristo”.
Al finalizar ese encuentro, le entregaron al prelado una colecta que habían realizado para las múltiples necesidades de los venezolanos.
Martes 9 de julio
El prelado se reunió en New York con unos 200 jóvenes de diferentes ciudades de la costa Este de los Estados Unidos. Monseñor Ocáriz les animó a ser buenos amigos, con una amistad profunda y sincera, desde la que es natural compartir también el amor que se tiene por Cristo. "Lo más importante –comentó el prelado-, es la preocupación que todos debemos tener por ayudar a los demás y por dejarnos ayudar".
En su respuesta a un estudiante de Ingeniería en Princeton, que se está especializando en Inteligencia Artificial, Mons. Ocáriz resaltó de nuevo la amistad como vía para hablar de Dios en un ambiente donde la actitud hacia la fe resulta, a menudo, escéptica. "¿Qué puedes hacer para hablar de Dios en ese ambiente? En general, no se trata de hablar con muchas personas al mismo tiempo, sino de hacer verdaderas amistades con los demás. A través de la amistad, es fácil transmitir lo que sientes, lo que piensas…, pero no con el tono de quien quiere convencer a sus amigos, sino simplemente transmitiendo, a través de la amistad, lo que tienes dentro: lo que tiene valor para ti, lo que te da alegría, lo que te da serenidad, lo que implica la seguridad de contar con la ayuda constante de Dios en tu vida", afirmó Mons. Ocáriz.
El prelado subrayó también la importancia de rezar por el Papa y de estar unidos a él. "Reza mucho por el Papa", dijo a uno de los muchachos. "El Papa tiene, como podéis imaginar, un gran peso sobre sus hombros, y muchos desafíos que afrontar. También hay muchas dificultades dentro de la Iglesia, pero no debemos desanimarnos cuando vemos esos problemas porque, como decía san Josemaría, la Iglesia es fundamentalmente Jesucristo. Tenemos que rezar mucho por el Papa porque tiene un trabajo enorme, una gran responsabilidad, y cuenta mucho con la oración de todos".
Tras el encuentro con los jóvenes, el prelado fue recibido por el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de New York, en la residencia arzobispal. Charlaron durante una hora y, a continuación, visitaron juntos la catedral para rezar en la capilla del Santísimo Sacramento y en la Lady Chapel, dedicada a la Santísima Virgen.
Lunes 8 de julio
El lunes, el prelado del Opus Dei visitó el campus de Nueva York de la IESE Business School. Mons. Ocáriz es gran canciller de la Universidad de Navarra, de la que forma parte la IESE Business School. Esta ha sido su primera visita al campus, que abrió sus puertas en 2009. Le recibió el director en la sede de los Estados Unidos, Eric Weber. Tras pasar por el oratorio, pudo conocer las instalaciones y saludar a una representación de quienes allí trabajan, como los matrimonios Luis y Mariana o Nina y Gerard.
El prelado participó en un acto académico organizado por el Witherspoon Institute, un centro de investigación cuya finalidad es comprender mejor los fundamentos morales de las sociedades democráticas.
Entre los participantes estaban, Robert George, professor de Filosofía Política, R. R. Reno, editor de First Things, y April Readlinger, directora ejecutiva de CanaVox. Las palabras iniciales fueron de Russel J. Snell, director del Center on the University and Intellectual Life del Witherspoon Institute, quien habló sobre los cambios culturales que afrontan actualmente los jóvenes.
En esta línea, la intervención del prelado y el debate posterior se centró en la necesidad de comprender el amor, que a veces queda reducido a puro sentimentalismo. Mons. Ocáriz dijo que la libertad es comprendida completamente cuando surge del verdadero amor. El amor no es solamente sentimientos, sino que pasa por desear el bien del otro. Si amar es simplemente disfrutar usando a la otra persona, se convierte en una especie de egoísmo. Educar en la libertad, dijo, es muy importante para el crecimiento de la gente joven.
Domingo, 7 de julio
El prelado aterrizó en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York a primera hora de la tarde.
Le recibieron, entre otros, el vicario del Opus Dei en Estados Unidos, monseñor Thomas G. Bohlin, y algunas familias. Patricia y Thomas White acudieron a saludarle con sus cinco niños. Los pequeños mostraron al prelado una pancarta que habían pintado junto con su madre en la que decían: “Padre, Welcome to the USA.”
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