Términos evidentemente antagónicos. Uno, representa la diversión, las licencias
y cierto desorden que durante unos días -los de carnaval- las gentes en general y según su condición se
permiten hacer, lo que en el tiempo normal y ordinario no se les ocurren.
Y el otro, todo lo contario, tiempo de recogimiento, de reconversión, de
sacrificio, de penitencia, de las buenas obras, de la oración y sobre todo de
la reconciliación con nuestros semejantes.
Dicho de otro modo y desde la antigüedad. Uno; representa el mundo, la
carne, el demonio y el pecado. Y el otro;
los signos de la austeridad, el silencio, la abstención, el ayuno, la
vigilia y la confesión. Pero uno y otro -coexisten perfectamente- y así viene
sucediendo a través de los siglos como costumbre y tradición.
No obstante, tanto el carnaval como la cuaresma en la actualidad, nada
tienen que ver con los vividos en épocas pasadas. Basta observar de manera
objetiva, si lo visionamos hoy fuera de sus contextos, hacia donde han derivado
sus contenidos, especialmente los del carnaval.
Y sus celebraciones son contempladas como paganas unas y religiosas
otras. Las cuales, se reparten y se repiten prácticamente en el mundo entero,
aunque existen bastantes más evidencias de los carnavales, que de la cuaresma.
Pues mientras los carnavales emplean un tiempo relativamente corto en sus
recreaciones. El de la cuaresma ocupa 40 días; que son los comprendidos desde
el Miércoles de Ceniza hasta el domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa.
Con la salvedad actual que -el carnaval ahora- se prolonga en algunos lugares
hasta después de dicho miércoles, como ocurre en nuestro caso.
Entre los más famosos carnavales del mundo cabe destacar el de Brasil
y el de Venecia. Éste se remonta al
siglo, XI, es decir hace mil años, Y cada uno difiere en sus estilos
marcadamente diferenciados, en sus
formas, maneras y procedimientos.
No sucede lo mismo con la Semana Santa, que en cualquier lugar que se
celebre, siempre mantiene las mismas connotaciones: la pasión de Cristo que no
admite cambio. Y si la fama del carnaval la posee el país y las ciudades
citadas anteriormente entre otras, sería obvio no decir que la fama de la
Semana Santa, la ostenta España.
Y dentro de España, creo que se distingue Sevilla, sin omitir Málaga,
Murcia o Zamora por citar a otras entre las múltiples y variadas de ellas que
existen por toda nuestra geografía. No sólo en capitales, sino en tantos otros
pueblos y ciudades. Ciudades -como la nuestra- o Jerez, Cartagena, Orihuela,
así como en las del resto de las Comunidades. Y si no, ¡véase como ejemplo
entre otros, el movimiento cofrade que se despertó aquí para visitar Sevilla a
pesar del carnaval y presenciar el Vía Crucis extraordinario y magno dedicado
al año de la fe!
Curiosamente y como anécdota, se puede constatar que la figura del Gran
Poder y de la Macarena de Sevilla, tienen réplicas y reproducciones por el
mundo, especialmente en la América Latina,
en donde sus procesiones aunque tengan matices distintos en cuanto a
exorno y vestuarios, sí mantienen las
mismas esencias de espiritualidad, quizás con mayor devoción que las nuestras.
Y no deja de ser otra curiosidad, que la cuna del catolicismo, la Ciudad
Eterna -Roma- no tenga una representación como la nuestra de la Semana Santa.
Sin embargo sí tiene, la mayor procesión que compendia a todas las demás; el
doloroso Vía Crucis que se celebra el Viernes Santo en el Coliseo Romano
presidido por el Santo Padre. Lugar tan significativo para los cristianos que
forman el Pueblo de Dios.
Y como otra anécdota final, hablando de carnaval y salvando las
distancias, hay que citar el de Cádiz; fiel ejemplo de -la coexistencia- a la
que se hace referencia, porque -en él- podemos observar cómo con la misma
devoción, un chirigotero actuando en el carnaval, después lo vemos de
pertiguero o cargando un Paso en la Semana Santa gaditana. ¡Cosas de Cádiz!.
¡Ojo, que también suceden en la Isla!
José María Vieytes Beira. San Fernando. 27.02.17.
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