Entre la nutrida presencia gitana en la beatificación celebrada el sábado en Almería, destacaba la presencia de un grupo de 73 malagueños. Al frente, un cura gitano (hay dos en Andalucía), José Moreno Planas, párroco de Nuestra Señora del Pilar y de Nuestra Señora de los Ángeles, situadas ambas en el periférico barrio de Miraflores de los Ángeles
¿Qué se trae de la beatificación de Emilia, la canastera?
Para mí ha sido una alegría ser testigo de cómo una gitana ha subido a los altares. Creo que es un modelo impresionante, sobre todo para la juventud gitana. Y he podido ver en Almería la gran realidad de la pastoral gitana de toda España. Esto va a servir para impulsarla, como ocurrió después de la beatificación del Pelé, de Ceferino. La gente estaba muy motivada y muy alegre, con mucho cante y mucho baile. Pero sobre todo venían con mucha inquietud, incluso personas que no habían participado antes en encuentros de pastoral gitana
Con esta imagen del flamenco, ¿no existe el peligro de que se esté dando una visión de la pastoral gitana demasiado…
¿Qué cree que ha fallado en la Iglesia para que se hayan distanciado los gitanos?
No solo son los gitanos: se han alejado de nosotros muchos jóvenes y adultos, payos y gitanos. El Papa nos está diciendo por activa y por pasiva que tenemos que salir hacia fuera, estar donde está la gente, conocer su realidad. Nos ha faltado esa cercanía. Por falta de tiempo o por las circunstancias que sea nos hemos ido replegando dentro de las parroquias y de las sacristías, y por eso hay cada vez más gente distanciada. Tenemos que renovarnos para salir hacia fuera.
¿Los evangélicos sí han salido?
¿Cómo se su relación con estos pastores evangélicos?
Muy buena. Hace unos días murió un gitano, lo velaron en una capilla del culto y yo acudí. Hay un trato muy agradable y cercano. También ellos se acercan a nuestras Misas cuando hay momentos importantes en la vida de las familias. La relación es muy cercana. Para mí más vale sumar que dividir. Siempre que haya algo bueno, vamos a unirnos a ellos. Todo el que hace algo bueno está en nuestras filas.
¿Y cómo es su relación con los Servicios Sociales que trabajan en el barrio?
¿Le ha abierto a usted muchas puertas ser un cura gitanos?
Sí me ha abierto puertas, pero yo creo que, más importante que eso, es la cercanía, el querer a la gente, como Jesús quería a la gente. Cuando a una persona se la quiere, ese es un lenguaje que el otro entiende. Después, si esa persona resulta que ha hecho algo que no debía, se lo dices. Pero no para reñir ni para denunciar, sino por su bien. Ese cariño es lo que cambia a la persona. Todos estamos faltos de cariño y todos necesitamos sentirnos queridos. Y después, se va creando una red de protección. Lo que ocurre es que estas personas no tienen esa red de protección ni familiar ni social. La marginalidad viene de que se ha ido rompiendo esa red que protege a la persona: los padres, amigos, el ambiente del barrio…
Ricardo Benjumea
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