La misericordia es más fuerte que la muerte
No es fácil llevar a la práctica la obra de misericordia que pide enterrar a los muertos, pero estas personas han acompañado a muchos a las puertas de la muerte, y han preparado para ellos una sepultura digna, a la espera de la resurrección
Antoni Coll es el presidente de la fundación Bonanit, de Tarragona, que atiende a las personas sin hogar para evitar que duerman en la calle o en los cajeros, y les ofrece una cama en un albergue propio o en pensiones de la zona, para que los mendigos puedan ducharse y dormir en una cama. En los diez años de historia de la fundación, sus integrantes han acompañado en varias ocasiones los últimos momentos de las personas que han vivido la última parte de su vida en la calle. «Hemos estado cerca de ellos», dice Antoni, quien recuerda especialmente a Mónica, una mujer de mediana edad que dormía en el banco de un parque de la ciudad, y estaba allí con sus dos maletas, de día y de noche, porque no quería ir a ningún otro sitio. Mónica se rompió la cadera y Antoni la llevó al hospital: «Estaba en una situación muy deteriorada, y allí se descubrió que tenía cáncer. Pasó en el hospital sus últimos días hasta que murió. No pudimos encontrar a su familia, pero acudieron a verla al hospital muchos vecinos y miembros de la fundación, de la parroquia y de la Comunidad Sant’Egidio, que luego se encargó de organizar su funeral. Mónica habría muerto en la calle sola, pero al final lo hizo muy acompañada. En el funeral se repartió un recordatorio muy bonito con alusiones personales». Antoni también recuerda a dos hermanos que pasaron por la fundación: «Uno de ellos fue el primero de los 5.000 sin hogar que hemos acogido en estos diez años. Al final falleció en una pensión, y durante sus últimos días la dueña de la pensión le daba de comer en la boca. Si no fuera por este entorno, estas personas morirían completamente solas. Gracias a ellas son atendidos hasta el final».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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