César D’Mello, teólogo y párroco de la iglesia de San Andrés en Mumbai (India), coincidió en dos ocasiones con la Madre Teresa de Calcuta. La segunda vez que tuvo oportunidad de verla fue en Roma. La religiosa fue invitada a hablar en una reunión de teólogos y profesores de diferentes universidades. «Todos estábamos escuchando a una sencilla y frágil monja que trabajaba con los moribundos y los indigentes en Calcuta. Nos dijo que debíamos estar agradecidos a los pobres que nos permiten servirles y que hay que aprender de ellos, ya que tienen mucho que enseñarnos»
«La Madre Teresa era una persona totalmente olvidada de sí, es decir, centrada en los demás, no en sí misma» y éste fue uno de los secretos de su persona y de su santidad: tener la mirada, la atención puesta en el prójimo, en la conciencia de lo precioso de la relación humana, en la que se manifiesta el Espíritu Santo y la obra de Dios. Así lo explica a la Agencia Fides, César D’Mello, teólogo y párroco de la iglesia de San Andrés en Mumbai (India), en vista de la celebración de la canonización que se celebrará el 4 de septiembre en el Vaticano.
El sacerdote recuerda su encuentro personal con la madre. Como joven sacerdote, el padre César la conoció en la década de 1970, gracias al arzobispo Alan de Lastic, «y ya en aquel entonces se hablaba de la Madre Teresa con respeto y reverencia en la Iglesia y en la sociedad india», observa. «Su mayor felicidad era asistir a la Eucaristía», que consideraba la fuente de todas sus actividades diarias, añade el padre.
No fue la única vez que D’Mello coincidió con la futura santa. Diez años después, en 1980, «la encontré mientras estaba estudiando teología en Roma. La Madre Teresa fue invitada a hablar en una reunión de teólogos y profesores de diferentes universidades. Todos estábamos escuchando a una sencilla y frágil monja que trabajaba con los moribundos y los indigentes en Calcuta. Nos dijo que debíamos estar agradecidos a los pobres que nos permiten servirles y que hay que aprender de ellos, ya que tienen mucho que enseñarnos».
«Sus palabras sencillas tocaron los corazones de todos. Su breve discurso era potente y eficaz simplemente porque se trataba de una persona totalmente comprometida con el cuidado de los indigentes y marginados que estaban muriendo en las calles de Calcuta. Las palabras eficaces son aquellas que emanan de una vida totalmente dedicada a Cristo y a los pobres», concluye.
Agencia Fides/Alfa y Omega
odos los actos de Cristo fueron redentores, la Misa los sobrepasa a todos y todos se dirigen a la Eucaristía. Él es Quién permanece en la Misa como Sacerdote Principal y como Víctima real que se ofrece y se inmola sacramentalmente. Por eso, el valor de la Misa es Infinito; no es un recuerdo de lo que ha pasado, sino una actualización de aquel Hecho Histórico protagonizado por el Mesías que vino a salvarnos. En todas las Misas se ofrecen a Dios de una manera infalible una adoración, una reparación y una acción de gracias de valor infinito porque es el mismo Cristo Quién las ofrece y Quién se ofrece y, el Señor recibe estos actos en su plenitud infinita, aunque nosotros por nuestras pobrezas, estuviéramos sin prestar la debida atención o que es Sacerdote no tuviera una actitud muy fervorosa.
ResponderEliminarEl hombre que no va a Misa, no puede reparar sus faltas, ni ofrecer a Dios un culto debido, ni agradecer tantos dones recibidos, de modo infinito. Es fundamental informar a los hermanos.