El silencio nos brinda la ocasión de tomar contacto con nosotros mismos. Ayuda a conocernos sin racionalizar. Se conoce lo que se padece. Muchas veces se vive para ser prisioneros de anhelos, deseos, agitaciones... Y generamos crispación y actitudes defensivas. Vivimos para estar en guardia y el corazón se asfixia.
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