MADRID, 25 Sep. 16 / 09:02 pm (ACI).- El Obispo de Córdoba en España, Mons. Demetrio Fernández, alertó que el “infierno se adelanta en la tierra cuando no somos capaces de amar”, en su reciente carta pastoral en la que reflexiona sobre el evangelio del rico y el pobre Lázaro.
“Este domingo, en el Evangelio, Jesús nos propone la parábola del pobre y del rico. El rico vivía, gastaba, derrochaba, no le faltaba de nada. El pobre, sin embargo, no tenía ni para comer, no tenía ni para cubrir sus necesidades elementales, vivía marginado de la sociedad y sin posibilidad de salir de esa situación”.
El Prelado recuerda que el rico del evangelio se iba haciendo cada vez más egoísta y cerrándose en su capacidad de amar, “hasta que se hizo incapaz totalmente, y fue al infierno”.
“De alguna manera, ese infierno se adelanta en la tierra cuando no somos capaces de amar, cuando somos queridos y no somos capaces de corresponder. El infierno, ya en la tierra, es ese blindaje ante el amor, que hace infeliz a la persona humana, porque estamos hechos para amar”.
“Y esa actitud obstinada de cerrazón al amor puede conducir a uno hasta la perdición total incluso más allá de la muerte, eso es el infierno eterno”, explica el Obispo de Córdoba.
El pobre también murió y fue recibido por Dios en el Cielo donde recibió su recompensa. “La vida nos va despojando progresivamente, para que confiemos en Dios cada vez más”.
“Cuando ya hemos traspasado la frontera de la muerte, ya no hay vuelta atrás. En esa situación definitiva es cuando vemos las cosas como son. Allí no vale la falsedad ni el fingimiento, es la hora de la verdad. La humildad y la paciencia reciben premio, y un premio eterno”, apunta el Prelado.
Por eso, según explica Mons. Fernández, Jesucristo con esta parábola subraya que “estamos a tiempo de cambiar, estamos a tiempo de aprender a amar, si abrimos nuestro corazón a la misericordia de Dios y si nos hacemos misericordiosos con los pobres de nuestro tiempo, cercanos o lejanos, en todo tipo de pobrezas materiales y espirituales”.
“La moraleja de la parábola es clara: no triunfa el que vive pensando sólo en este mundo que pasa sin pensar en el más allá” sino que “triunfa el pobre, el que confía en Dios, el que abre su corazón a las necesidades de los demás”, subraya el Obispo y recuerda la bienaventuranza: “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”
Puede leer la carta completa AQUÍ.
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