lunes, 26 de septiembre de 2016

"ESTOS CURAS JÓVENES SON MUY MODERNOS: ¡CONFIESAN DE UNO EN UNO!"



Munilla: El Año de la Misericordia ha impulsado la confesión
«A la sombra del Papa Francisco, por su capacidad de transmitir y su ejemplo», el sacramento del perdón ha «resucitado de repente» en lugares «en los que parecía imposible de recuperar», ha afirmado el obispo de San Sebastián, haciendo referencia a casos de su propia diócesis
El Año Santo de la Misericordia está suponiendo un gran impulso para el sacramento de la penitencia, que en el contexto actual también se puede considerar «sacramento de sanación», porque «todos estamos llenos de heridas». Así lo afirmó monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, en una conferencia pronunciada el 17 de septiembre en el encuentro de la Familia Reino de Cristo, en Salamanca.
El obispo explicó que «el Jubileo de la Misericordia refleja mucho del pontificado de Francisco», que se puede resumir en dos imágenes: las de él abrazando a enfermos con rostros heridos y deformados y confesándose. «A su sombra, por su capacidad de transmitir y su ejemplo», este sacramento ha «resucitado de repente» en lugares «en los que parecía imposible de recuperar».
El obispo de San Sebastián recordó un principio pastoral que afirma que «un silencio en la predicación equivale a una duda, y un silencio prolongado equivale a una negación». Así, «la no predicación y la no visualización de la confesión» durante años y décadas «había generado un problema grave», que ahora da indicios de encauzarse. Es –continuó– «un milagro de resurrección del sacramento que resucita».
«Invítame a confesar y pon un póster del Papa»
Monseñor Munilla puso como ejemplo algunas parroquias de su diócesis en las que durante 30 o 40 años se había impartido la absolución colectiva. Al llegar párrocos nuevos, le pidieron consejo sobre cómo revivir la celebración apropiada de este sacramento. «Invítame a presidir –respondió él–. Pon un póster grande con una foto del Papa confesándose, y los primeros en confesarnos vamos a ser tú y yo». Después de eso, «hay muchísimas personas que se acercan y te dan grandes alegrías».
A raíz de este cambio en algunas parroquias, contó que una persona había oído en la carnicería comentar que «”estos curas jóvenes que llegan nuevos son muy modernos: ¡confiesan de uno en uno!” Ahora resulta que confesar individualmente es moderno, porque se han pasado 40 años con absoluciones colectivas y esto es una completa novedad. Esto que parece una broma es verdad. A veces tenemos un tesoro en casa que no valoramos y que tenemos que redescubrir».
Una peculiar confesión con intérprete
El ejemplo es clave. «Decía san Pablo que la fe entra por el oído, y es verdad –aclaró monseñor Munilla–. Pero también entra por el ojo, en el sentido de que muchas veces viendo testimonios uno se mueve. Esa imagen del Papa confesándose vale por tres predicaciones, tiene mucha más capacidad de mover los corazones».
En este sentido, el obisporecordó otra anécdota que vivió el mismo en la catedral, donde «están entrando muchos visitantes». «Mi hermano Esteban suele confesar una hora en la catedral y luego viene a comer a casa y comemos todos los días con mi madre. Hace pocas semanas me llamó a ver si podía bajar a ayudarle porque había mucha cola. En la cola había una señora que me dice: “Do you speak English?” Le dije que no, que “French o Italian”. Se levantó y yo seguí confesando».
Poco después, «por la cortinilla, vi que se había puesto a hablar con alguien, que era una italiana que sabía inglés. Vinieron las dos y la italiana, en italiano y con una sonrisa pícara, me dijo los pecados de la otra. La inglesa se puso de rodillas y le di la absolución. ¿Pues sabéis quién vino al cabo de un rato a confesarse? ¡La italiana! Le había tocado el ver a la inglesa haciéndolo».
Pistas para confesarse bien
Monseñor Munilla concluyó su conferencia dando algunas orientaciones sobre las cinco partes del sacramento de la confesión:
– Examen de conciencia: «Estamos llamados a buscar no solo el elenco de nuestros pecados, sino sus causas últimas», que son «lagunas de Dios en mi vida». Por eso, hay que «conocer mi vida a la luz de la mirada de Dios, no hacer una mera introspección». Por eso, se puede hacer de muchas formas: con las bienaventuranzas, con las obras de misericordia, con el Evangelio… También «pueden ayudar las celebraciones comunitarias» con confesión individual.
– Dolor de los pecados: «Debemos ponernos en la presencia de Dios y tomar conciencia de que la esencia del pecado es que el Amor no es amado. El signo de que está bien hecho es que coincide una gran alegría por el amor de Dios y un gran dolor» por haberlo ofendido. «Solo es consciente de la gravedad del pecado el pecador que ya ha sido perdonado».
– Propósito de enmienda: Sin él, «es imposible que la contrición sea perfecta. No parte de la seguridad en nosotros mismos», de que no se va a repetir ese pecado, «sino en la disposición a seguir adelante en lo que Dios nos ilumine, abiertos al discernimiento sobre qué puede indicarme Él para poner a buen recaudo su gracia».
– Confesar los pecados al sacerdote: «Satanás es vencido en la firme decisión de hacer luz en nuestra vida y poner todo encima de la mesa con transparencia. Recuerdo a una catequista que de pequeños nos aconsejaba decir primero lo que más cuesta y a lo bruto».
– Cumplir la penitencia: «Primitivamente, se cumplía antes de recibir la absolución. En los sucesivos cambios, la Iglesia va intentando facilitar las cosas para mostrar el rostro misericordioso de Dios». Por eso hoy las penitencias son muy livianas, y por ello «corremos el peligro de perder de vista la importancia de la purificación que hace falta en nuestro corazón». Por eso, sugirió que aunque se reciba una penitencia suave, «se puede sugerir al sacerdote alguna concreta» en relación con los propios pecados, «y también tomar en serio que en la vida cristiana tiene que haber cierto nivel de mortificación».
María Martínez López

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