En estos tiempos en que muchos pueden ser llamados, pocos los elegidos y menos los que sirven para servir quiero ofrecer mediante mi dominical artículo publicado en exclusiva en INFORMACIÓN en el apartado que dirige y coordina mi buen hermano Pepe Moreno Fraile mi particular visión de lo que ha sido, es y debería ser la figura del HERMANO MAYOR.
Ni más ni tampoco menos.
Jesús Rodríguez Arias
HERMANO MAYOR
(Foto ABC)
Me vais a
permitir la licencia de hablaros hoy domingo 24 de enero no de personas
concretas sino de la figura, de cuanto representa y significa el cargo de
Hermano Mayor de una Hermandad o
Cofradía.
Ha sido una
constante en la historia de nuestras Corporaciones Nazarenas que la persona que
fuera elegida para desempeñar las funciones de Hermano Mayor tenía que tener
una condiciones imprescindibles como ser una persona de fe, católico
practicante, con demostrada entrega a la Iglesia y conocedor de la Hermandad a
la que quiera dirigir.
El cargo de
Hermano Mayor es una responsabilidad eclesial y por tanto no ejerce un poder
tal y como conocemos. Tiene una relevancia social que va implícita a la
responsabilidad por tener el apostolado cofrade un cierto predominio en
nuestras ciudades.
No debemos
olvidar que el Hermano Mayor es el responsable ante Dios y ante la Iglesia, de
la vida y florecimiento de la Hermandad.
Es el representante nato de la Cofradía, con autoridad legítima sobre
toda ella en orden al cumplimiento y desarrollo de las Reglas o Estatuto y de
cuantos acuerdos se adopte legítimamente. Preside y representa a esta conforme
a derecho, tanto canónico como civil.
A los ojos
del mundo y de esos “cofrades” que solo le interesan su Hermandad cada Semana
Santa los Hermanos Mayores ostentan un claro poder que puede tener influencia
no solo entre sus hermanos sino también la vida social de cada pueblo o ciudad.
De ahí que muchos poderes públicos, sobre todo a lo largo de los últimos años, hayan
realizado una “política” de cercanía y “guiños” hacia las cofradías porque son sabedores del caudal
humano que éstas mueven.
Los cofrades
viejos sabían distinguir lo que era la política de lo eminentemente cofrade y
por tanto eclesial. La separación Iglesia-Estado que tantos políticos de nuevo
cuño se vanaglorian llenando titulares la hicieron efectiva hace más de treinta
años los buenos cofrades que sabían mejor que nadie que lo del César es del
César y lo de Dios de Dios porque si no todo se mezcla en un peligroso cóctel.
No olvidemos
que ser Hermano Mayor es el privilegio más grande que puede tener un cofrade,
un hermano, en la Hermandad de toda su vida. Es el cargo que recibe las
palabras de elogios, algunas, las quejas y exabruptos, muchas, y silencios
clamorosos de momentos de íntima y huérfana soledad.
Sí, ser
Hermano Mayor es ser apóstol, ser servidor de todos los hermanos, es ser y creer que siempre será el último aunque
todos puedan pensar que es el primero. Es la persona que abre los brazos a
todos miembros de la Hermandad y cuando alguno se aleja por decisión propia o
malentendidos no mira para el otro lado haciéndose el ciego y sordo sino que
hace cuanto tenga que hacer para ir en busca de la oveja que ha perdido siendo
él el responsable en ese momento del rebaño.
Ser Hermano
Mayor no es llevar la pértiga y la venera dorada, no es primeros bancos, no son
sitios de privilegio, no es ostentación por ostentación, no es un trampolín
hacia nada sino un cristiano consecuente, coherente, con formación que le haga
ejercer su mandato como un auténtico discipulado. Es testimonio de Dios en la
vida pública, de la Hermandad, de los hermanos, en todos los ámbitos de
actuación que tenga encomendados.
Por eso soy
de los que pienso que cualquiera no puede ser Hermano Mayor pues tiene que
estar dotado con un carisma especial que le haga ver que pudiendo ser grande es el más pequeño a los ojos de Cristo
al que sirve sin ningún tipo de contemplaciones. Sí, soy de los que defiendo
sin ningún tipo de tapujo innecesario que para el cargo de Hermano Mayor no
sirve cualquiera o que cualquiera no está capacitado para servir a Dios, a la
Iglesia y también a su Hermandad en la forma y modo que deben y quieren ser
servidos porque aquí no cabe eso tan manido de “es el que hay” ya que si no lo
hay se le busca que seguro que entre nómina de hermanos hay muchos que tienen
ese particular carisma de entregados
servidores, de auténticos discípulos de Cristo dentro de nuestra Madre la
Iglesia que son consecuentes y coherentes entre lo que creen, dicen y después
hacen.
En este año
muchas de nuestras Hermandades y Cofradías renovarán Juntas de Gobierno a las
cuales es obvio el decir que pido al Señor que todo marche según sus mandatos.
Hoy elevo especialmente mi oración por todos los Hermanos Mayores de nuestras
Corporaciones para que la Luz del Espíritu Santo los guíen siempre.
Jesús
Rodríguez Arias
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