domingo, 20 de septiembre de 2015

LECTURAS Y EVANGELIO DEL DOMINGO

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Lectura del Libro de la Sabiduría 2, 17-20

Se dijeron los impíos: 
Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: 
Se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. 
Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. 
Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará, y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.

Sal. 53, 53, 3-4. 5. 6 y 8 R: El Señor sostiene mi vida.

Oh Dios, sálvame por tu nombre, 
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica, 
atiende a mis palabras.

Porque unos insolentes se alzan contra mí, 
y hombres violentos me persiguen a muerte 
sin tener presente a Dios.

Pero Dios es mi auxilio, 
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario 
dando gracias a tu nombre que es bueno.

Lectura de la carta del Apóstol Santiago 3, 16–4, 3

Hermanos: Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males.
La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera.
Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.
¿De dónde salen las luchas y los conflictos entre vosotros? ¿No es acaso de los deseos de placer que combaten en vuestro cuerpo?
Codiciáis lo que no podéis tener; y acabáis asesinando.
Ambicionáis algo y no podéis alcanzarlo; así que lucháis y peleáis.
No lo alcanzáis, porque no lo pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, para derrocharlo en placeres.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
–El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
–¿De qué discutíais por el camino?
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
–Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
–El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.


“Quien quiera ser el primero, que sea… el servidor de todos”


Sobran palabras para entender lo que enseña Jesucristo. Otra cosa es que queramos aceptar lo que el Señor nos propone. El domingo pasado teníamos el primer anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, sazonado con la reprimenda a Pedro: ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! (Mc 8,33). Casi sin respirar, el Señor se dirige a todos, a la gente y a los discípulos, y les dice: Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo… (Mc 8,34), es decir, deje de lado su «yo».
El evangelio de hoy presenta el segundo anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús y lleva implícita una censura a los discípulos, interesados solo por saber quién de ellos era el más importante. El Señor trata de colocar las cosas en su sitio, siguiendo el mismo punto de vista mostrado anteriormente, distinguiendo entre el pensar a modo humano y a modo divino: humanamente, ambicionamos prevalecer sobre los demás, destacar, ocupar el primer puesto; la lógica que propone el Señor es totalmente diversa: para ocupar el primer puesto hay que ponerse al servicio de todos y pasar por ser el último de todos. Esto se entiende muy bien, pero nuestra pretensión humana es reacia a aceptarlo, porque implica el compromiso de hacer como Jesucristo, que “no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45).
 

Fr. José Mª Viejo Viejo O.P. 
Convento de La Virgen del Camino (León) 

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