Escribo estas palabras un sábado. Aunque para algunos no es un sábado normal, porque les gusta más llamarlo “día de reflexión” ante la cita de mañana con las urnas, para mí es un sábado más porque llevo ya demasiado tiempo observando y reflexionando ante el panorama electoral que tenemos. Bueno, no es un sábado más ya que por circunstancias este fin de semana me toca quedarme en El Puerto en vez de disfrutar de mi retiro semanal en Villaluenga; eso es lo único que hace que para mí no sea un sábado más.
Yo, poco dado a hablar de política; con mis propias ideas por supuesto, respetando siempre las ideas de los demás, quiero expresar mi opinión y que lo que conocí en mis primeros años de “votante censado” como campaña electoral no tiene nada que ver con lo que hoy día entienden como tal la clase política y sus más exacerbados seguidores.
“En todas partes cuecen habas y en mi casa a calderadas” dice un refrán castellano. Lo que parece ser es que todos se quedan con la primera parte del dicho y se olvidan de la segunda. Ni pertenezco ni es mi idea pertenecer a ninguna sigla; es más, si lo hiciese estaría acojonado como César cuando dijo aquellas palabras de “Tu quoque fili mi”, porque está visto que en el panorama actual nadie puede poner la mano en el fuego por nadie. Cualquiera que milite en un partido político debe estar con las carnes abiertas, porque ya está más que demostrado que en el dicho de “la mujer del César no solo tiene que ser decente, sino también parecerlo” se quedan solo con lo de “parecerlo” y llenándoseles la boca hablando de las bondades de sus representantes en cualquier momento pueden necesitar utilizar el latín como hizo Julio César mientras su hijo Bruto le apuñalaba.
Y es que parece ser que las reglas del “juego” han cambiado. Los supuestos quince días previos a cualquier cita electoral se han ampliado a un permanente periodo de broncas, olvidando lo que se supone que es el fin de una campaña electoral: dar a conocer un “programa” para que los votantes puedan optar por el partido político que más les represente.
No es normal que en un país, supuestamente democrático, en el que los políticos miran únicamente por los ciudadanos y por la economía de éstos, con la que está cayendo, haya que gastarse en un año plenamente electoral (supuestamente dos citas, ampliadas gracias a la Junta de Andalucía y la Generalitat de Cataluña a cuatro, posiblemente cinco si se repite alguna) más de 420 millones de “leuros” en toda la parafernalia, de los que más de 160 millones son subvenciones para los partidos políticos (por cierto, un 84% más que en 2014 por aquello de ser año electoral). No cuento los 105 millones que costaron hace unos meses las “europeas”. Dinero que sale de los bolsillos maltrechos de TODOS los españoles, voten o no, estén afiliados o no a cualquier partido. Yo desde luego lo veo una TREMENDA VERGÜENZA, así de sencillo, mientras el 27 % de la población en España está en riesgo de pobreza o exclusión social, y a aquellos que nos representan no les tiembla la mano a la hora de firmar estas cantidades en los presupuestos para “beneficio de la democracia”.
Es más, con datos de diciembre de 2012, los partidos políticos españoles debían a las entidades financiaras más de 237 millones de “leuros”, cantidad que en año electoral aumenta, ya que hay que pagar los “gastos obligados de campaña”. Nos echamos las manos a la cabeza porque se llegó a sugerir que estos bancos condonasen dicha deuda. Estos mismos bancos que son capaces de dar patadas a diestro y siniestro para ECHAR DE SUS CASAS, a cualquiera; bueno, no a cualquiera, solo a los que no tienen dinero para defenderse de semejantes LADRONES. Para cuando un desalojo, un desahucio o un embargo de una sede política, para cuando una “dación en pago” que más de uno de a pie firmaría ya mismo con tal de no arruinarse la vida.
Decía antes que parece ser que las “reglas” del juego electoral han cambiado. Llevo tiempo
en que me da asco ver noticias de política en prensa, televisión, internet, y
demás medios a mi alcance. Llevo tiempo observando el cinismo con que muchos
defienden sus ideas políticas a costa de machacar a los que no piensan igual,
incluso poniendo en juego sin ningún pudor relaciones de amistad de muchos años
atrás. Un cinismo que en el caso de algunos políticos hacen que se me revuelvan
las tripas, y digo políticos y no Partidos, porque cuando yo hablo en nombre de
un colectivo el que habla soy yo, no el colectivo, por lo que el que hiere no
es otro que el que abre la boca o escribe la ofensa aun conociendo la realidad
del grupo al que representa.
Nunca antes,
en los previos de ninguna cita electoral, se había llegado al nivel de
insultos, menosprecios, ofensas y groserías que se ha alcanzado en los últimos
meses. Los mítines-batallas electorales clásicos en la calle han pasado a
igualarse dentro y fuera de las Cámaras Institucionales. Ya no es necesario
asistir a uno de ellos para escuchar las bravuconadas del candidato de turno,
solo hay que leer la prensa o ver la televisión para ver una mala copia de
aquellos inmortales de los que “solo
puede quedar uno”, como si de la arena del Coliseo se tratase. Este es el
ejemplo que ellos, garantes de la democracia y de los valores humanos,
trasmiten a la sociedad: “te puedo decir lo que me dé la real gana, echarte
toda la mierda del mundo encima en voz alta, que es lo que hay y lo que vale:
¿te enteras?”, con la consiguiente llevada de manos a la cabeza cuando entre
niños escuchamos las discusiones que oímos en la calle.
Y ¿qué me
dicen de la “pelea de los carteles”?. A parte del dinero tirado para ver los
caretos photoshopeados del candidato que solo vemos por la calle cuando pide el
voto “prestado”, la apariencia de anuncio de la llegada del circo a cualquier
pueblo o ciudad cuando paseas por la calle, el “no pongas tu cartel encima del
mío”, el “yo escojo los mejores sitios y te jodo tu campaña”… fíjate que la
mejor reflexión para un día como hoy sería organizar una gran “despegada de
carteles” para que los espacios públicos recuperasen su apariencia. Un signo
inequívoco de reflexión en el que la mejor manera de no hacer campaña sería
retirar esos postines para que realmente se pueda reflexionar el voto dando un
paseo sin necesidad de marearse viendo siglas y papeles pegados con cola de la
mala que se despegarán y volarán provocando incluso un accidente de tráfico.
Señores
políticos, afiliados, simpatizantes, defensores… Hagan el favor de, en loor del
sentido común y la educación, ser contrincantes dignos. Nadie pretende que se
“coman la boca” por las esquinas, pero al menos demuestren que tienen la
gallardía de ser personas y no ladrones
de votos. Porque si ustedes viven en mi casa porque no me queda otro remedio, y
no puedo echarles de ella por tener el mismo derecho que yo de morar dentro, no
me hagan tener que coger las maletas e irme a cocer habas a otra parte.
Recibid un
fraternal abrazo y un apretón de mano izquierda.
Juan J.
López Cartón.
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