El pensamiento débil postmoderno no es el nuestro, porque seríamos fideístas, incapaces de razonar y convertiríamos el cristianismo en una simple costumbre. Hoy es, sin duda, más necesaria que nunca la coherencia. Ante quienes viven solo de emociones y todo depende de sus gustos, debemos mostrar que el orden viene del amor, pero es fácil el desorden si el Amor de Dios no jerarquiza nuestros actos y nos dejamos poseer de los amores egoístas y contradictorios.
El sentimentalismo voluble y egoísta puede llegar a hacernos crueles, y caer en modernas contradicciones, asombrosas, pero frecuentes hoy, como en los ejemplos de quien ama más a una mascota que a sus padres, o al propio cuerpo más que a su hijo, o al coche más que a la esposa. El verdadero amor, sin embargo, califica los hechos, distingue lo valioso, jerarquiza las decisiones, criba los deseos y nos devuelve la racionalidad.
¿Dónde está nuestra fe? En medio de la crisis de relativismo el Señor nos llama a comunicar la verdad, la sabiduría del mundo que hemos conocido en el Logos de Dios que al mismo tiempo es Amor que ordena nuestros afectos y potencia nuestra libertad para amar hasta dar la vida. No podemos renunciar a la verdad. Sin miedo ni complejos, sin duda ni vacilación, unidos en el amor victorioso de Cristo que nos da su Espíritu y sus dones que transforman el mundo.
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