A las 10:20 AM, por Luis Santamaría
Categorías : Mormones
El periodista colombiano Gustavo Rugeles logró romper las barreras y entrar en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (IJSUD), “esta cerrada religión que siguen 15.000 familias en Bogotá, la cual funciona como una secta secreta”, según explica el medio digital Las Dos Orillas. Extraemos de él su reportaje.
Bajo el cielo de Bogotá un ángel de oro sostiene una trompeta dorada que anuncia la segunda venida de Jesucristo a la tierra: es Moroni, el profeta, símbolo del imponente templo de los mormones. La iglesia costó varios millones de dólares y hace parte de la red internacional de 141 templos en los que se reúnen 14 millones de fieles en todo el mundo, entre los que se encuentra el ex candidato presidencial republicano norteamericano Mitt Romney. Todos sus templos son como el de Bogotá, situado en la calle 127 con autopista norte: grandes construcciones que sobresalen sobre el entorno que los rodea. Nadie escapa a su presencia.
Entrar en el grupo
Tuve que hacerme bautizar como mormón para poder ingresar al monumental templo. Llevaba cerca de seis meses asistiendo a una capilla de la IJSUD ubicada en el barrio Chapinero en compañía de Lucía, mi novia, una devota de la fe de la IJSUD. Lucia no tomaba café, tenía un profundo respeto y devoción por sus creencias y el mayor anhelo en su vida era lograr la vida eterna; la más grande promesa de la iglesia para quienes se mantengan firmes en la fe. Aunque compartía su mismo sueño de alcanzar la vida eterna en familia, nunca logré creer de llenó en esa promesa, pero seguí asistiendo porque vi una oportunidad de conocer los secretos de una de las religiones más místicas del planeta.
La primera vez me recibieron como un visitante tuve que entrevistarme con un obispo de esa capilla para que me hiciera un recorrido por los rincones de la iglesia y me explicara los aspectos básicos de una creencia que es, si se quiere, una de las religiones más influyentes y misteriosas que existen: los mormones dicen recibir bendiciones patriarcales que son consideradas revelaciones del Padre celestial; utilizan una ropa interior llamada “Garments” que los protege de las tentaciones externas y los hombres, quienes son los únicos que gozan del don del sacerdocio, dicen tener poderes de curación por intermedio del Espíritu Santo, no toman té, café, ni bebidas negras, bautizan los muertos de su árbol genealógico para encontrarse con ellos en el más allá y creen en lo que denominan la restauración del evangelio de Cristo.
Se autodenominan cristianos pero sostienen que el Nuevo Testamento no goza de credibilidad y creen a ciegas en su código sagrado, El Libro de Mormón, proveniente de unas placas de oro que fueron traducidas por un profeta que según ellos las recibió de manos de Dios. En teoría, creen y dicen que son dioses en potencia y que a su partida de la tierra pasaran a ocupar otro lugar en el universo y que estarán a la altura de su padre celestial: Elohim, el nombre secreto de Dios.
Después de seis meses de disciplinado adoctrinamiento espiritual, logré la esperada entrada al gran tempo de calle 127. Ese día me presenté solo porque mi novia sabía que yo en el fondo no creía en su fe y que me había hecho bautizar movido por la curiosidad de entender su religión. Ella lo consideraba una ofensa. Yo sólo quería investigar. Siempre fui respetuoso de una fe que nunca compartí pero que, confieso, me apasionó.
El bautismo
Estaba en un lujoso sótano adornado por una pileta en el centro, rodeado por las cabezas de las doce tribus de Israel: Tribu de Judá; Simeón; Benjamín; Dan; Efraím; Manasés; Isacar; Zabulón; Aser; Neftalí; Rubén y Tribu Gad. Todo se llevó a cabo en medio de un silencio reverencial y el eco de los himnos sagrados. Observé como muchas familias practicaban un ritual para bautizar a sus familiares fallecidos, incluso a quienes no eran mormones. Ese día me sentí como en una sociedad secreta que practicaba extraños ritos de corte masónico. Me vistieron de blanco y tuve que entrar descalzo al lugar al que ellos consideran la casa de Dios en la tierra.
El templo es reverencial y allí las 15.000 familias mormonas practican ritos de iniciación y ordenanzas. Cualquier visitante puede entrar a la sala de espera, pero sólo quienes estén bautizados y lleven consigo la respectiva recomendación del obispo de su barrio pueden acceder a él. Aunque las demás religiones cristianas los consideran una secta, ellos sostienen que son los verdaderos seguidores de Cristo y que los demás siguen doctrinas que han sido tergiversadas con el paso del tiempo. Creen ser los únicos dueños de la verdad y fundamentan sus creencias en la supuesta venida de cristo a América.
Un grupo especial
Los niños tienen un trato especial. Cada domingo van con sus padres al culto, pero asisten a unas clases donde aprenden la historia de la iglesia y los pilares de sus creencias con una estricta metodología que no deja lugar a las preguntas y al razonamiento. La IJSUD fue fundada oficialmente el 6 de abril de 1830 en Fayette, Nueva York. Un joven llamado José Smith fue su primer presidente. Se asegura que cuando José tenía 14 años salió una tarde a orar en el bosque y de repente se le presentó una llama incandescente que el describió como la figura de Dios y Jesucristo.
Cuenta que la figura le habló y le hizo una revelación que cambio su vida. De ser un joven campesino, de escasos recursos y buscador de tesoros, paso a ser el encargado de la restauración de la Iglesia de Cristo. Cuenta la historia que días después, a José se le apareció el ángel Moroni, recibió unas placas de oro grabadas en antiguo egipcio –un lenguaje indescifrable- con la historia de unas antiguas civilizaciones que vivían en ese terrario y que meses más adelante el traduciría y se convertirían en lo que hoy por hoy se conoce como El Libro de Mormón.
Siempre escuché mitos alrededor de los mormones. Que practicaban ritos masónicos, que invocaban espíritus a través de la magia, que estaba detrás de los grandes poderes, que sus miembros eran millonarios. No todo es verdad, pero lo cierto es que están rodeados de misterios. Hasta 1968 los negros no eran aceptados en la iglesia y al día de hoy, son pocas las personas de raza negra que se ven en sus cultos; hasta 1890 practicaban la poligamia y se sabe que en las zonas rurales de Utha, en Estados Unidos, sus líderes la siguen practicando.
Se dice que todos los mormones gozan de buena situación económica y aunque eso en parte es verdad, lo cierto es que a su iglesia asisten personas de todos los estratos sociales, pero al cabo de un tiempo, logran ascender socialmente porque tienen una gran solidaridad con sus hermanos menos favorecidos. Muchos de sus miembros trabajan en obras de la iglesia en temas administrativos, financieros y ellos mismos suplen todos los servicios que se requieren en los templos y en las capillas, cuentan con centros académicos donde sus miembros pueden prepararse profesionalmente.
Prefieren hacer sus negocios entre ellos y claramente no es una religión que haga gala de la pobreza y el sacrificio. Asimismo, cuando uno de sus integrantes fallece, todas sus propiedades son heredadas a la iglesia, que actualmente es dirigida por Thomas Spencer Monson, presidente de la iglesia, a quien sus fieles consideran un profeta vidente y revelador de la voluntad de Dios en la tierra.
Yo siempre quise saber por qué Lucia se había sumergido en ese mundo. Ella me contaba que desde muy pequeña escuchó al Espíritu Santo y se convenció de su vocación y de cuál sería su destino. En su historia fueron determinantes un par de misioneros norteamericanos que algún día tocaron la puerta de su casa y le entregaron el Libro de Mormón que cambió su vida para siempre. Los misioneros, también conocidos como Elderes, son un entrenado grupo de ejecutivos que hacen una misión obligatoria que consiste en viajar a otro país durante dos años en los cuales su única tarea es conseguir seguidores para la iglesia.
Los hay desde la China hasta el África y es quizá gracias a ellos, que hoy es una iglesia en franco proceso de expansión por encima del cristianismo tradicional, del catolicismo e incluso del judaísmo. Sin embargo, siguen manteniendo un manto de misterio y prefieren mantener su anonimato como si se tratara efectivamente de una secta secreta.
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