Cuando se proclama la segunda República en España, las instrucciones que llegan de la Santa Sede a los obispos españoles son las de aceptar y colaborar con el Gobierno «para el bien de España». Poco después se desata una dura persecución religiosa. Se vivieron episodios especialmente crueles, como el caso de un religioso al que matan, lo abren en canal y lo cuelgan en el escaparate de una carnicería con un cartel que rezaba «se vende carne de cerdo». Al final de la guerra civil, la Iglesia habló siempre de paz, perdón y reconciliación, y de hecho habló a favor de presos del bando republicano. Lo contó Andrés Martínez Esteban, profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de San Dámaso, este miércoles en la escuela de verano de La Granda
El profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de San Dámaso, de Madrid, Andrés Martínez Esteban, ha recalcado este miércoles en La Granda que cuando se proclama la segunda República, las instrucciones que llegan de la Santa Sede a los obispos españoles son las de aceptar y colaborar con el Gobierno «para el bien de España».
Martínez Esteban ha pronunciado una conferencia en el marco del curso que se celebra en la escuela de verano de La Granda con el título de El siglo de los mártires, centrándose en la persecución que sufrieron en España los religiosos en la segunda República (1931 a 1936) y, después, en el periodo de la guerra civil, de 1936 a 1939.
El ponente comenzó por precisar que la Iglesia nunca habla de mártires de la guerra civil, si no de «mártires de la persecución religiosa».
«Esto es importante porque la Iglesia no atribuye la muerte de los católicos en esa época a una cuestión política si no a una cuestión religiosa, porque a veces se malinterpreta si la Iglesia toma partido por unos o por otros y no es así», ha indicado.
En este contexto, ha indicado que la persecución contra la Iglesia va evolucionando en la medida que los distintos gobiernos de la República van entrando en decadencia, de tal manera que hay una primera etapa, en los primeros meses, cuando se producen las revueltas del 11 y 12 de mayo 1931 con el incendio de iglesias y el asalto a casas religiosas, sin víctimas directas.
Más adelante, según ha relatado Martínez Esteban, se vuelven a repetir esos ataques contra la Iglesia, a la que se suman una serie de leyes que impiden la práctica del culto, luego la enseñanza religiosa en los colegios y la que provoca la expulsión de los jesuitas de España.
La revolución de octubre del 34 provoca en Asturias «una fortísima persecución religiosa», con episodios especialmente crueles, como la quema de sacerdotes vivos o el caso de un religioso al que matan, lo abren en canal y lo cuelgan en el escaparate de una carnicería con un cartel que rezaba «se vende carne de cerdo».
La situación se va agravando, según ha explicado el ponente, hasta que el 18 de julio de 1936, coincidiendo con el comienzo de la guerra civil, la persecución religiosa se extiende por toda España «bajo la acusación de que hay sacerdotes, religiosos y religiosas están apoyando el alzamiento militar y que están participando en política que son datos que hoy sabemos que no son ciertos».
«Son acusaciones falsas pero que se utilizan como excusa para perseguir a todas estas personas simplemente por el hecho de pertenecer a la Iglesia católica, con el resultado de que se les fusila y se les mata sistemáticamente», ha indicado.
Se calcula que ese periodo perdieron su vida 6.000 personas a consecuencia de esta repercusión religiosa.
El profesor ha recalcado que cuando se proclama la segunda República, las instrucciones que llegan de la Santa Sede a los obispos españoles son las de aceptar y colaborar con el Gobierno «para el bien de España».
«Los obispos hacen suyo esas instrucciones y todas sus cartas pastorales piden a los feligreses que acepten el gobierno de la República y que trabajen y colabore con él», ha recalcado.
Otra cosa es que, según ha precisado Andrés Martínez Esteban, «ante esa durísima persecución, la Iglesia busca refugio entre aquellos, un bando, que la está defendiendo, pero nunca habló de cruzada».
«Otro detalle significativo es que la Iglesia, al final de la guerra civil, habló siempre de paz, perdón y reconciliación, y de hecho habló a favor de presos del bando republicano», ha indicado el profesor de Historia de la Iglesia.
EFE/Alfa y Omega
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