[Publicada en el número 605 el 4 de septiembre de 2008] Muchas mujeres en España se dejan la piel todos los días para que todo esté a punto y en su sitio, en casa. Se levantan pronto, preparan el desayuno, lavan, planchan, friegan, hacen los deberes con sus hijos, y, sobre todo, se preocupan de que su hogar salga adelante. Seis de ellas cuentan en este reportaje su trabajo de cada día
El estereotipo que representa al ama de casa es, a menudo, el de una mujer con rulos, bata y con la sartén en la mano, pero esta imagen poco refleja ya la realidad de la mujer española que decide quedarse en casa, por el bien de su familia. El ama de casa española del siglo XXI es una mujer que ha renunciado a realizarse profesionalmente, o bien trabaja fuera de casa y es también capaz de sacar tiempo para las tareas del hogar. Han caído muchos mitos, como que los hijos no necesitan la presencia de los padres en los primeros estadios de vida, o como el de las supermamás, que se realizan plenamente profesionalmente y también como madres, sin necesidad de renunciar absolutamente a nada en la vida. Lo cierto es que muchas mujeres se ven obligadas a tener que decidir entre ser madre o una buena profesional. Así lo muestran varias amas de casa españolas, que han hablado para Alfa y Omega sobre la gran labor que realizan en el silencio diariamente, un trabajo socialmente no muy reconocido, pero que es muy necesario. No son mujeres florero, sino madres que, por amor a su familia, amplían su jornada laboral a 24 horas, siete días a la semana.
Paloma, madre de familia
Paloma, una madrileña de 42 años, lleva casada 23 con Luis Ángel, y tienen 14 hijos. Paloma se considera realizada. Siempre había deseado casarse y tener hijos, «y Dios me lo ha concedido». Cuando se casó, con 20 años, pensó en ponerse a trabajar de administrativa, para lo que había estudiado un módulo de Formación Profesional, pero comenzaron a venir los hijos y decidió que su labor estaba en su casa. «Lo he tenido clarísimo. Mi misión ha sido dar la vida por mi familia, y me siento muy feliz. La mejor carrera que he tenido es ser madre».
Ella ha elegido quedarse en casa, y piensa que la labor que hacen tantas mujeres en casa es impagable, aunque sí podría cuantificarse. Según el Instituto Nacional de Estadística, el valor del trabajo de un año realizado en el hogar, y que no se computa en el PIB nacional, sería de unos 285.600 millones de euros. Según otros estudios socioeconómicos, el Estado gastaría 42.000 millones de euros al año en remunerar a las más de 5 millones de amas de casa, con dedicación exclusiva, que hay en España. La Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas señala que las amas de casa cobrarían 1.750 euros al mes, si se pusiera en marcha esta iniciativa. Paloma, sin embargo, prefiere no llamarse ama de casa, sino madre de familia, porque ella no se considera «ama de nada, ni de nadie», sino alguien que trabaja por el bien de su familia. De hecho, eso es lo que escribe «en todos los documentos en que hay que poner la profesión: ni ama de casa, ni sus labores, sino madre de familia».
Paloma cuenta que sus hijos le ayudan en las tareas de la casa, cada uno según sus capacidades, aunque recalca que las tres chicas son las que más ayudan. Luis Ángel, su marido, siempre ha colaborado, aunque desde hace tres años, que fue intervenido por una hernia discal, no puede hacer ya muchas cosas, aunque sigue cocinando muy bien. Pero en casa son muchos. Hace ya más de 7 años, Paloma contrató a una empleada del hogar que le sirve de gran ayuda, ya que ella no puede ocuparse sola de todo en una familia tan numerosa.
Empleada y ama de casa
Muchas amas de casa recurren a la ayuda de una empleada del hogar, sobre todo mujeres que trabajan fuera y dentro de casa. Matilde, una madrileña de 65 años, ha trabajado durante más de 12 años como asistenta en varios hogares, y a la vez ha dedicado su vida a su familia y a su hogar. Mati, que así la llaman en el entorno familiar, comenzó a trabajar como empleada del hogar con 32 años, cuando su marido tuvo problemas laborales y se vio en la necesidad de trabajar en lo único que sabía hacer.
Pasados unos años, su marido encontró un trabajo mejor y Matilde dejó de trabajar como asistenta para ocuparse de su familia, y también para cuidar a su madre, a su suegra y a una tía. Después de 12 años, sus hijas se hicieron mayores, su tía y su suegra murieron, pero el primer nieto se había convertido en su nueva ocupación, hasta que el niño comenzó a ir al colegio. Entonces Matilde volvió a trabajar en casa de una amiga, y desde hace 12 años trabaja en esa casa siendo una gran ayuda para esa familia. Piensa en dejarlo dentro de poco, aunque reconoce que es una ayuda económica para la pensión por jubilación que recibe su marido.
Matilde recalca que, cuando ella se puso a trabajar fuera de casa, no estaba muy bien visto que la mujer no estuviera en casa, y además, en algunos sectores, trabajar como asistenta no era algo muy prestigioso. Pero Matilde cuenta que ella trabajó en lo que sabía hacer y porque lo necesitaba, y que lo hizo muy dignamente: «Ante Dios es igual de digno trabajar de asistenta que de administrativa en una oficina». Para ella, esa convicción basta.
«Cariño, te he planchado mi ropa»
El papel de ama de casa se ha atribuido tradicionalmente en la sociedad española a la mujer, y aunque las nuevas generaciones hayan cambiado, todavía impera una conciencia despreocupada y desacostumbrada a que los hombres se ocupen de la casa. Los hombres cada vez están más concienciados de que son igualmente responsables de fregar, cocinar, planchar…, pero, incluso en la forma de hablar, siguen delatando que las tareas del hogar no son realmente cosa suya… La hija pequeña de Matilde, Sara, una joven de 23 años, auxiliar de clínica, casada con Francisco hace un año y medio, trabaja fuera y dentro de casa, pero reconoce que Francisco hace muchas cosas en casa: friega, cocina, barre, tiende… Todo menos planchar. Es un claro ejemplo de que las nuevas generaciones masculinas han sido educadas de otra manera, pero aún les falta costumbre. Sara cuenta jocosamente cómo su marido, cuando hace alguna labor cotidiana, le pide consejo y le comenta, como si aquello no fuera también responsabilidad suya: «Cariño, te he recogido la colada, tehe hecho la comida, te he fregado la cocina…» Son expresiones sin mala intención, pero que reflejan, en tantos hombres, cómo todavía los españoles no están acostumbrados a tener que hacer sus labores.
Las nuevas amas de casa
Las familias jóvenes han experimentado cambios respecto a las generaciones pasadas. Es cierto que siempre en España muchas mujeres han trabajado dentro y fuera de casa, pero con el progresivo aumento de mujeres con estudios superiores, y con el cambio de mentalidad sobre el papel de la mujer en la sociedad, muchas mujeres intentan conciliar vida laboral y las tareas del hogar.
Ismael y Marta son uno de tantos matrimonios jóvenes que trabajan ambos fuera de casa e intentan repartirse las tareas domésticas. Llevan casados dos años, y hace cuatro meses y medio son uno más en la familia. Con el nacimiento de María, Marta optó por coger la baja maternal, ya que han visto necesario que sea ella quien dedique más tiempo a su hija, porque además María es ochomesina y requiere una dedicación especial.
Antes de casarse, Marta trabajaba en el departamento de recursos humanos de una empresa de manipulación de mercancías aeroportuarias en Barcelona. Después, le cambiaron el contrato a Madrid. Quería seguir trabajando, porque no quería quedarse en casa, pudiendo trabajar y sin tener todavía hijos… Hasta que el nacimiento de María y las circunstancias lo cambiaron todo.
No quiere ni puede permitirse dejar de trabajar, así que el tiempo que le exige cuidar de su hija debe intentar ganarlo por otro lado. Esta catalana de 25 años continuará su baja maternal hasta principios de octubre, aunque piensa acumular las horas de lactancia en varios días más de baja, acogiéndose a los beneficios que contempla la ley. Además, va a reducir su jornada a 25 horas a la semana… Son trámites que conoce bien, porque su trabajo consiste precisamente en ocuparse de estas cuestiones en el departamento de recursos humanos. Las últimas modificaciones legislativas han extendido esos derechos a los padres. Casi 1.300 mujeres españolas en el primer trimestre de 2008 renunciaron a la baja maternal completa, ejerciendo este derecho los padres, según muestra una estadística de prestaciones por maternidad de la Seguridad Social. Marta e Ismael, sin embargo, prefirieron que fuera ella quien se ocupara de la niña en los primeros meses de vida de la pequeña María.
Conciliar vida laboral y familiar
Nuria, una madrileña de 37 años, tiene gran experiencia en las bajas maternales, ya que con sus tres hijos ha intentado conciliar la vida laboral y la vida familiar. Es licenciada en Derecho, lleva 9 años casada con José Juan y ha trabajado en diferentes empresas con cargos relacionados con sus estudios, aunque afirma que no ha conseguido un éxito profesional, pero sí familiar.
Nuria sólo ha aceptado trabajos compatibles con su vida familiar, porque considera más importante dedicarse a sus hijos que progresar profesionalmente. Actualmente, trabaja en una asesoría fiscal, contable y de administración de fincas, tras haber criado a su hijo pequeño, José, sin trabajar durante dos años. Esta joven es una muestra de tantas mujeres que reducen su jornada laboral para atender las labores cotidianas. Asegura que su marido ayuda en casa, pero no tiene mucha iniciativa, y aunque a veces las situaciones le desbordan, está contenta porque ella ha elegido trabajar cuatro horas al día, y el resto de la jornada dedicarse a lo que su familia necesite.
Las mujeres jóvenes no son las únicas que han intentado conciliar vida laboral y familiar. En España siempre han existido mujeres que han trabajado dentro y fuera de casa, a menudo no por decisión libre, sino porque las circunstancias lo requerían. Pepita, una tarraconense residente en Sevilla de 69 años, ha dedicado más de la mitad de su vida al cuidado de su marido y de su familia. Ginés, su marido, que falleció hace nueve años, tuvo un derrame cerebral con 39 años que le dejó inválido de por vida. Pepita tuvo que hacerse cargo de la casa y de los tres hijos que ya tenían, y abrió con unos amigos una tienda de muebles infantiles. Durante más de treinta años, ha sacado adelante a su familia, ha atendido a su marido en la dura enfermedad, ha criado a sus seis hijos (tuvo otros tres después de que a Ginés le diera el derrame), y además se encargó de cuidar a los padres de su marido y de una tía. Una labor que para ella era imposible, pero que lo ha hecho «gracias a la fuerza de Dios», que siempre ha sostenido a su familia y nunca ha permitido que les falte de nada, a pesar de las dificultades. También asegura que la Iglesia ha sido una gran ayuda, sobre todo a través del Camino Neocatecumenal. Desde hace casi cuarenta años, pertenece a este itinerario de fe, en el que ha encontrado siempre ayuda y ha contado con la oración de mucha gente. Actualmente, Pepita cuida a sus nietos pequeños, ya que una de sus hijas trabaja fuera, y prefiere dejar a los hijos pequeños con su madre antes que dejarlos en una guardería. Pepita, además, saca tiempo para llevar la pastoral de Cáritas en la parroquia Sagrada Familia, de Sevilla, y siente que el Señor le ha dado la gracia de poder estar al servicio de los suyos y de los que más lo necesitan. Y aunque haya trabajado mucho y superado dificultades, asegura que nunca se ha sentido amargada: «Vivo de lujo, soy muy feliz, y no me hace falta nada. El Señor no me ha permitido que viviera como una amargada, sino libre y contenta, y esto es un don de Dios».
Juan Ignacio Merino
La mujer en la Iglesia y en la sociedad
En 1988, Juan Pablo II escribió una Carta apostólica sobre la vocación y la dignidad de la mujer:Mulieris dignitatem, un texto que recuerda la importancia de la mujer en la sociedad, y la igual dignidad dentro de la diferencia entre hombre y mujer.
Con motivo del XX aniversario de esa Carta, se celebró en Roma el Congreso sobre Mujer y hombre: el humanum en su totalidad. En esta ocasión, el 9 de febrero pasado, Benedicto XVI recordó algunos aspectos de la Carta Mulieris dignitatem de su antecesor, y destacó que todavía existe una mentalidad machista «que ignora la novedad del cristianismo, el cual reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer con respecto al hombre. Hay lugares y culturas donde la mujer es discriminada o subestimada por el solo hecho de ser mujer…»
El Santo Padre también subrayó la misión de la mujer en la Iglesia, en la familia y en la sociedad: «Dios confía a la mujer y al hombre, según sus peculiaridades propias, una específica vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Pienso aquí en la familia, comunidad de amor abierto a la vida, célula fundamental de la sociedad. En ella la mujer y el hombre, gracias al don de la maternidad y de la paternidad, desempeñan juntos un papel insustituible con respecto a la vida. Desde su concepción, los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y con la madre, que los cuiden y los acompañen en su crecimiento. Por su parte, el Estado debe apoyar con adecuadas políticas sociales todo lo que promueve la estabilidad y la unidad del matrimonio, la dignidad y la responsabilidad de los esposos, su derecho y su tarea insustituible de educadores de los hijos. Además, es necesario que también la mujer tenga la posibilidad de colaborar en la construcción de la sociedad, valorando su típico genio femenino».
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