Estupendo fin de semana el que he pasado en vuestra compañía en las Jornadas de Renovación Pastoral con Mons. Dominique Rey. Hemos estado hablando de evangelizar y renovar nuestra fe. El listón está puesto por Dios en el amor de Cristo, en la entrega de Dios, y esa entrega es al mundo. Tan importante y tan raro puede ser perdonar al enemigo para gente que no conoce a Dios y que se deja llevar con facilidad por las pasiones de rencor y odio, que Cristo y su mandato del amor al enemigo son un infierno o una idiotez para el que no conoce Su amor. Este mandato forma parte del Amor que ha venido al mundo, Jesucristo, que ha tomado nuestra carne y ha dado su vida, para darnos la Vida, que es amor infinito. Este es el Kerigma que hemos de contemplar, vivir y anunciar continuamente. Ha muerto por nosotros por un amor infinito, porque nos ama, me ama, y nos invita a participar en su vida. Nos inyecta por su gracia su vida y nos invita a progresar en esta Caridad, adecuando nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestra voluntad, nuestros deseos en esa voluntad de Dios: “misericordiosos como el Padre”. Y amándonos primero de manera tan desbordante, espera nuestra respuesta. Pues esto no es magia, los sacramentos no nos aplastan, sino que entra en juego nuestra libertad. Se trata de una Nueva Alianza que es un regalo de amigo a amigo: “ya no os llamo siervos sino amigos”. Dios que se entrega, así nos espera, en esta Nueva Alianza, haciéndonos partícipes de la naturaleza divina como hijos en el Hijo, pero esperando que respondamos cada uno de nosotros, con la misma respuesta de Cristo, entregando la vida.
Pidámosle al Señor por nosotros, nuestra Diócesis, nuestras parroquias, nuestros movimientos eclesiales, nuestros campos de apostolado. Que el listón y la referencia continua de este apostolado sea el amor de Cristo, dar la vida como Él para que el mundo se salve. Comprender y mirar al otro como Él mira y comprende. Entregarnos con un desprendimiento total en el servicio de la entrega de la vida como hace nuestro Señor, como nos ha enseñado a hacer nuestro Señor, y de esta forma, dejarle actuar en el mundo para que todos le conozcan y le amen.
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