El Jerez creyente celebró ayer la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que tuvo en los actos de la tarde sus momentos más brillantes con la procesión del Santísimo
FRANCISCO ABUÍN JEREZ | ACTUALIZADO 30.05.2016 - 09:38
Hubo música, el itinerario de la procesión del Corpus de la Catedral fue más corto, para alivio de los que su presencia entra más en la obligación que en la devoción. Al menos hubo música y el tiempo fue más fresco de lo habitual por estas fechas.
El Santísimo no fue en silencio como el pasado año gracias a que la Banda Municipal volvió a lo suyo. El mundo cofrade volvió a estar a la altura necesaria para que la celebración de la Solemnidad tuviera un engalanamiento extraordinario con alrededor de cuarenta y cinco alfombras distribuidas desde la plaza del Arenal en adelante, a lo que se añadieron altares instalados por El Cristo de la Expiración, Consuelo, Loreto, Redención, parroquia del Perpetuo Socorro y Divina Pastora.
De forma singular, la Hermandad del Consuelo aprovechó la fiesta eucarística para acercar al centro, en un altar en Plateros, a las santas de la orden fundada por Santa Ángela de la Cruz, a las que rinde culto la cofradía del Pelirón. Fue una buena aportación tanto para las menguadas vísperas como para la propia procesión.
El ambiente fue el de costumbre, concentrándose más animación en las zonas donde se colocó la decoración especial, con el arco hecho de palmas en la calle Consistorio instalado por el Ayuntamiento.
A las seis y media de la tarde, el obispo inició la misa previa a la procesión, que fue cantada por la coral de la Catedral, ante una iglesia llena. Poco antes de llegar a su final, cuando el Santísimo era colocado en la custodia, el cortejo empezó a salir, dando los primeros pasos por un itinerario de apenas una docena de calles, circunstancia que provocó algún chascarrillo alusivo a que cada año dura menos, tanto como que de seguir así se quedará en una vuelta a la Catedral.
Una reflexión más detenida puede concluir con que el itinerario responde al menguado calor que tiene esta festividad en la ciudad. Y eso, hoy por hoy, es objetivamente cierto. Exceptuando el apoyo cofrade, poco más se le da a la Solemnidad Eucarística para que adquiera un rango mayor, tal vez recobrando algo de lo que fue antaño.
El cortejo del Corpus fue amplio con el brillo que proporcionan los estandartes de las hermandades de penitencia, gloria y sacramentales, algunas formando cortejo de hermanos con cera.
Poco después de las ocho de la tarde, el paso con la custodia de Gabella salía por la puerta principal. Sonó el himno nacional, no así las campanas de la torre que siguen mudas mientras se restauran a la espera de que vuelvan a su lugar para anunciar acontecimientos como el de ayer.
La Hermandad de la Clemencia se ocupó un año más de la dirección de la procesión así como de dirigir el paso aportando los costaleros, que en esta procesión se limitan a empujarlo, y el capataz, Eduardo Biedma.
El obispo, monseñor José Mazuelos, encabezó la representación de la Iglesia diocesana en la que también participaron religiosos y religiosas de diferentes órdenes: Sagrado Corazón, dominicas, carmelitas, dominicos, mercedarios, marianistas, sacerdotes diocesanos, entre otros.
Todos tras la sacramental de Santiago, la más antigua, y el consejo directivo de la Unión de Hermandades. La custodia fue decorada con flores blancas y espigas de trigo. Tras el paso, el prelado junto a los canónigos, palio de respeto, representación militar, judicial y la del Ayuntamiento, en la que no estuvo la alcaldesa, pero sí los tenientes de alcaldesa y concejales socialistas y populares.
La marcha Corpus Cristi acompañó los primeros momentos del Santísimo en la calle ante un sol radiante, que también vio llegar a la Catedral, ya de regreso, al estandarte sacramental que encabezó la procesión.
Las campanas de las iglesias del centró sí que repicaron cuando el Santísimo se mostraba por las calles de la ciudad.
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