Estamos asistiendo a una algarabía de improvisaciones perfectamente sincronizada. Sobre el revoltoso ataque a la educación concertada de la ministra de Educación, nada menos, en un discurso solemne y escrito (ojo) en la apertura del congreso de las escuelas católicas, encima, habló ayer -con el rigor que suele- nuestro Luis Sánchez-Moliní. Voy, por tanto, a centrarme en el escándalo que se ha montado en la opinión pública porque existan centros concertados que no sólo son cristianos, sino que, ¡además!, son de educación diferenciada.
Los que exigen que se desubvencionen de inmediato aseguran que ellos respetan una barbaridad la libertad de educación. No quieren que se prohíba la diferenciada, no. Les basta con que no se la ayude con dinero público. Olvidan varias cosas.
1º) Que si fuera discriminatoria, no bastaría con no subvencionarla: sería inconstitucional, y habría que cerrarla de oficio. Eso no lo piden (no por falta de ganas) porque salta a la vista que la diferenciada discriminatoria no es. Está reconocida y es valorada en las democracias más avanzadas del mundo (con mejores resultados, a menudo) y hasta la ONU la ampara.
2º) Entonces, ¿por qué no subvencionarla? Los padres que la eligen, ¿no pagan impuestos igual? Hay quienes asumen que el dinero de los impuestos ha de aplicarse según sus prejuicios ideológicos. Cuidado con esa asfixia económica, que es una manera de financiar el autoritarismo en cómodos plazos impositivos contra la libertad. En buena ley, la diferenciada o hay que prohibirla por inconstitucional o hay que subvencionarla en igualdad de condiciones. A ver si la verdadera discriminación va a ser diferenciar la diferenciada por odio a la diferencia.
Y 3º), hay una asunción tácita de que la escuela pública es ideológicamente neutral. No sé si eso se da siempre, yo lo considero prácticamente imposible y, en realidad, casi indeseable. La educación consiste en transmitir no sólo unos conocimientos concretos, sino una visión completa y compleja de la vida. Sin los cimientos de una cosmovisión (la que sea), ¿cómo y dónde se integran principios y valores? ¿No sería más honesto, pedagógico e intelectual que todos los padres pudiesen escoger colegios para sus hijos preferiblemente mediante el cheque escolar y siempre de acuerdo con sus principios? Con todas las cartas sobre la mesa y con el mismo derecho a las políticas públicas que todos los demás.
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