Son los lunes después de elecciones unos días que todos prestan atención a los resultados finales, después las declaraciones de los líderes y las primeras intenciones de lo que estos harán con nuestros votos para al final hartos de tanta política detenerte en esas noticias, esos artículos, que nada tienen que ver con el día de ayer y que en verdad refrescan algo nuestras abotargadas mentes.
Y para este lunes he dejado este intimista artículo en el que en un trazo quiero la importancia que en mi vida han tenido estos últimos 33 años de los que hablo en mi semanal tribuna de Información San Fernando.
Bueno, pues así se titula y de eso hablo...
Jesús Rodríguez Arias
33 AÑOS
Es demasiado poco o toda una vida. 33 años se valoran según el cristal con el que se mira pero tanto si es una lente de contacto o una vidriera que hermosea la misma belleza la verdad es que es mucho tiempo que en mi aquí y ahora coge casi toda mi existencia.
En 33 años te da tiempo a vivir momentos dulces, llenos de alegrías, esperanza, comunión, confianza, te da tiempo a conocer muchas personas de las cuales algunas permanecerán junto a ti convirtiéndose en esos fieles peregrinos que hacen el mismo camino con diferentes cayados. Otros, la mayoría, pasarán y no volverán, algunos te enseñarán para bien y otros ni para mal, pocos serán tu apoyo en cualquier momento de la vida y hay quienes esperarán su turno para clavarte la daga de la traición que siempre es dolorosa y más cuando viene de esos que nunca creíste que pudieran actuar de semejante manera.
En 33 años te da tiempo a crecer personalmente, también hacerlo en la Fe, ahondar en la misma, afianzarla, pero también se puede desgastar porque pones tu afanes en las personas y te olvidas que el fundamento, nuestro pilar y basamento es Cristo Jesús que está en Presencia Viva en el Sagrario. Sí, muchos ponen su fe en manos inadecuadas porque creen que algunos hermanos son en verdad sus hermanos, que algunos pastores son sus pastores aunque después te das cuenta de lo contrario causando gran dolor por tamaño abandono.
En 33 años te da tiempo para enamorarte, casarte y formar una familia, despedir a tus padres y seres queridos, conocer nuevos lugares que te abren el corazón y donde te sientes feliz. En 33 años puedes vivir las mejores e incluso peores experiencias que te harán madurar y todo en su conjunto forma parte del inmenso patrimonio de tu propio existir.
Poner fin a 33 años concretos de tu vida con lugares, nombres y apellidos, momentos buenos y menos buenos, vivencias felices o inmensamente decepcionantes, pero siempre cobijada en ese manto de la fe hecha hermandad no es fácil y si además lo haces plenamente convencido, desde la coherencia personal, desde tu forma de vivir la evangelización, desde el honor, aun siendo igual de dolorosa la decisión compruebas que también es inmensamente necesaria porque podrás engañar a unos y a otros pero nunca lo podrás hacer contigo mismo y el que lo intenta se convierte en un memo porque no hay nada peor que traicionar la propia coherencia.
Hay ciertos capítulos de la vida que hay que cerrar porque es vital el hacerlo aunque quede ese regusto de tristeza por un lado y también de gratitud por otro. Pesar por la situación que te ha llevado hasta ahí y gratitud por la cantidad de buenas personas que has conocido, algunas permanecerán siempre otras marcharon a donde Dios dispuso y las demás si te he visto ni me acuerdo.
Sí, doy gracias porque un día Dios nos unió como hermanos. Gracias a Leo, José Luis, Jesús, Raquel, David, Juan Carlos, Carlos, Manuel, Manolo, Baldomero, Begoña, Manuel Ángel, Joaquín, Daniel, Merche, Eugenia, Manuel Jesús, Agustín, Daniel, Juan José, por hacer que estuviera orgulloso de ser lo que un día fuimos como lo fueron Pepe y María del Carmen como lo fue Tito o mi siempre recordado Emilio Prieto Pagnas así otros que no nombro pero están en mi corazón. El haberos conocido, el que sigáis siempre conmigo, el haber tenido como referentes a personas buenas, cristianos y cofrades ejemplares cuyo testimonio de vida han sido lo mejor de tantos años amén de la devoción a Jesús y María en sus salvíficas advocaciones a los que encuentro en cualquier Iglesia del mundo cuando me siento a rezar frente al Sagrario. Mi Fe no se detiene en un púlpito determinado, no sirve de acólito para aquellos que se afianzan y aferran a la vara del efímero poder sino que se mantiene inalterable ansiando más y más a Jesús que en su inmensa soledad nos sigue esperando en el Tabernáculo para darnos Amor, Esperanza, Piedad y Misericordia.
Sí, pienso que a veces hay que cerrar un capítulo importante de la vida porque si no todo se estanca y al final acaba pudriéndose causándote un indecible mal.
Jesús Rodríguez Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario