Lo reconozco, escribir de la noche en mi semanal tribuna de todos los lunes en Andalucía Información - Información San Fernando puede ser considerado por muchos como una excentricidad, no les quito la razón, pero aparte de eso es un necesario ejercicio de observación que sirve para comprobar que hay muchas noches en una sola noche...
Seguro que te identificas con alguna. ¿No crees?
Jesús Rodríguez Arias
LA NOCHE
Es la noche el momento del día de los solitarios, de los que viven al compás de la inspiración, los que sueñan con dormir y también de aquellos que duermen por no soñar. Es un espacio de tiempo muy determinado pues tiene principio y final.
En la noche se divisa todo lo que está al alcance de la vista pues el horizonte es la negritud que nos envuelve. Existen muchas noches en una sola noche. La noche de bares y fiestas, la de los que temen al día, los que viven en la oscuridad, la noche de los viejos periodistas que terminaban a las tantas de la madrugada en las redacciones, la noche de los que trabajan en la radio, la de los policías y también la de los ladrones.
La noche del que traza con su pincel en el blanco lienzo tratando de plasmar lo que solo él ve, la noche del compositor que apunta o graba esa melodía que merodea en su cabeza, la de los fotógrafos que visualizan las imágenes captadas, la de los escritores y poetas que notan como la fuente de la inspiración brota cuando la noche se hace madrugada…
La de los panaderos que duermen de día y trabajan de noche. La de los mayores que descansan pocas horas y velan la misma rezando o escuchando el transistor con sus auriculares. La noche de los médicos, de los equipos sanitarios y emergencias es de las que salvan vidas o curan enfermedades. Y es que la noche de los enfermos es la peor de las noches.
En la noche se reza mejor porque gozas de la máxima intimidad y silencio. En la noche son muchos los que gastan vista atentos a internet, a las redes sociales, ya que en las calles virtuales de la red no se desconecta nunca. La noche de los que por mil razones no pueden dormir, de los que gustan leer junto a la lampara, de los impenitentes solitarios que necesitan alejarse de todo e incluso de ellos mismos.
Me reconozco que, aun siendo diurno y disfruto con la claridad del día, por cada año que pasa me voy convirtiendo en esa clase de noctámbulo que degusta la noche a su manera. No soy de bares o del ambiente social que esta genera, soy de los que captan la inspiración de noche y escriben de día. Las mejores ideas no me vienen al clarear la mañana sino en medio de la madrugada. Y es que la inspiración es caprichosa y te visita cuando menos lo esperas.
Cada noche y madrugada termina en el siempre bello amanecer de cada día. Esto se hace palpable siempre, pero lo distinguimos mejor en Semana Santa, en la madrugá, mientras Jesús Nazareno recorre su particular vía crucis por las calles de La Isla. Cristo venció a la noche y resucitó en el amanecer del tercer día.
Y es que en la noche todo se degusta de forma distinta pues ella en sí es mesurada a veces o llena de pasión.
Me gusta pasear Villaluenga del Rosario por la noche cuando sus calles, lugares y plazas está iluminadas. No se ve el Caíllo, ni se divisan las montañas, solo la luna lunera ilumina nuestras miradas mientras las estrellas y luceros son admiradas por esas almas sensibles y eternamente enamoradas.
Cierro los ojos, quiero recordar, y veo las Callejuelas de mi infancia, no muy iluminadas, donde siendo chiquillos la recorríamos jugándola, donde se podía escuchar hasta el susurro del alma mientras por las ventanas salían sabrosos olores de guisos hechos en casa, de puchero bueno y babetas que cuando se embebían engollipaban.
Si bien me gusta el día con su claridad y colores también amo mi noche, la de leer tranquilamente, de escribir siguiendo los pasos de la caprichosa y siempre divina inspiración, la de escuchar envolvente música con auriculares, de ver una buena película, de una buena conversación con sabor a brandy en la mejor de las veladas o en la de pasión donde hasta el mismo tiempo se para…
En la noche se goza más como crepita la leña que se arde lentamente en la chimenea o el leve resplandor de la luz que ofrece una vela. Dicen que en la noche todos los gatos son pardos, aunque así no sea.
Jesús Rodríguez Arias
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