Pienso que todos alguna vez hemos pasado una interminable noche oscura del alma en la que deseas, como si la vida te fuera en el empeño, que aparezca cuanto antes un pequeño haz de luz que nos ayude a seguir hacia adelante.
De eso trata mi semanal tribuna de todos los lunes en San Fernando Información.
Jesús Rodríguez Arias
NOCHE OSCURA
Cuando en ella te encuentres es muy difícil que atisbes a visualizar un diminuto haz de luz…
En esa clase de oscuridad a la que has podido llegar por algún desengaño, traición, debido a la enfermedad, carestía económica, situación de desempleo, quiebra en la Fe o las mil razones que cada uno en su fuero interno debe saber reconocer, se siente uno solo, desvalido, apagado, sin ganas de seguir hacia adelante, sin motivos suficientes incluso para seguir viviendo. Es la oscuridad más tenebrosa donde la Esperanza, que siempre ilumina, no está ni se le espera. Angustiosa la sensación de sentirte perdido y no saber siquiera que poder hacer.
Esa clase de oscuridad es la que incluso sintió Jesús, nuestro Buen Pastor, en los aciagos instantes que oró al Padre en el huerto de Getsemaní antes de verse prendido por los miembros del Sanedrín. Era tal el sufrimiento de Cristo que incluso sudó sangre en una verdadera premonición ante el martirio que iba a padecer. “Padre, si es posible, que pase de mí este Cáliz” aunque asumiendo su realidad oró diciéndole “hágase Tu Voluntad y no la mía”.
Oscuridad en Monte Calvario, cuando ya ha padecido los mayores escarnios, cuando ya se ve crucificado, a la hora de expirar grita “¿Dios mío por qué me has abandonado?”. Oscuridad en las horas que pasó muerto y sepultado antes de resucitar al tercer día. Jesús es nuestro haz de luz que debe guiar nuestros pasos en la vida y más cuando esta se encuentre en la más lúgubre oscuridad.
“Noche oscura del alma” es un poema místico de San Juan de la Cruz que se puede considerar como el punto de partida de su propia experiencia espiritual. Os recomiendo su lectura sosegada y más en el penitencial tiempo de Cuaresma. La noche oscura también se ve reflejada en “Las Moradas” de Santa Teresa de Jesús.
Pienso que todos, sin excepción, pasamos más de una etapa de “noche oscura” a lo largo de nuestra existencia vital. Noche de oscuridad que desgarra por dentro, que nos hace sentir débiles, inseguros, perdidos, abandonados… Esa sensación donde no atisbas a ver nada puede venir de la mano de la enfermedad, que nos hace seres necesitados e incluso desvalidos, por los problemas que circundan el día a día, e incluso en la dolorosa sensación de sentirte perdido pues no encuentras motivos para creer o seguir creyendo.
Mientras permaneces en la oscuridad el tiempo se detiene, aunque los días con sus horas vayan corriendo, porque la vida en si te obliga a parar. No entiendes nada, no hay explicación, argumento, palabra que te sirva. Noche oscura en la que sientes como se hiela el espíritu. Quieres seguir, necesitas imperiosamente que algún hueco se abra y deje entrar un minúsculo rayo de luz que de calor a tu alma. Estás perdido, bien que lo sabes, no encuentras el camino de vuelta a la vida, a lo que entendías como normalidad. Sientes el calor de los seres queridos, se lo agradeces, aunque en tu fuero interior seas como un témpano de hielo. Sufres, lloras, maldices, esperas a que algo ocurra, aunque ya no te queden apenas fuerzas.
Y en el momento que menos lo esperas, cuando ya te creías perdido en la ciénaga, se abre de par en par un gran ventanal que ilumina, y de qué manera, la oscuridad en la que estabas imbuido. Alcanzas a ver y entender que todo tenía su explicación, que tenía que ocurrir cuanto te ha pasado para que comprobaras con tus propios ojos lo que es una vida sin Dios.
Él, que es Amor, utiliza sus resortes para hacerse el encontradizo y bien que lo consigue. Algunas veces nuestro corazón está tan frío que cuesta más, por nuestra parte, el ansiado reencuentro, aunque en estos casos verás como va poniendo cosas en tu vida con las cuales se va haciendo tangible su Presencia.
Todos, sin excepción, hemos sufrido al menos una noche oscura del alma en la cuales hemos aprendido a sobrevivir, a ansiar que Jesús nos coja de la mano, nos lleve por camino recto y en verdes praderas nos haga descansar pues con Él ya nada tememos.
Jesús Rodríguez Arias
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