Hoy al igual que mañana, indefectiblemente, tengo que echar la vista para atrás ya que mi recorrido existencial tiene más pasado que futuro...
Estoy en una etapa en la que intento observar con gratitud los claroscuros de mi vida.
En este intimista artículo que se publica en mi semanal tribuna de todos los lunes en San Fernando Información os lo intento explicar.
Jesús Rodríguez Arias
CLAROSCUROS
Hoy, indefectiblemente, tengo que echar la vista para atrás ya que mi recorrido existencial, lógicamente, tiene más pasado que futuro. En este día tan concreto y especial echo un vistazo a mi vida a modo de recuerdos, con la objetividad que te dan los años, observando como en mi particular camino, como el de todos en verdad, van predominando los claroscuros.
Lógicamente sería un necio si escribiera que no me arrepiento de nada. Verdaderamente soy consciente que lo hecho hecho está y aun habiendo afrontado la vida tal venía desde el prisma del honor todo he intentado hacerlo para bien, aunque algunas veces haya sido para todo lo contrario. Lamentarse por un pasado que podría haber sido mejor es una tontería porque ya nada de lo realizado se puede modificar.
Pienso que la vida, la de cada cual, con sus pros y contras nos enseña que el mejor itinerario es el de hacer todo desde la coherencia personal, es decir, que lo que uno piense, diga y haga se corresponda con quién en verdad se es.
Intentamos dejar todo para mejor momento. Que si un viaje, una visita a ese lugar que gusta, quedar con los amigos, conversar apaciblemente y disfrutar con tu pareja, dedicarle tiempo a los que te quieren de verdad, leer, escuchar música, ir a ese concierto que tanto años tienes en mente, darte ese capricho que siempre se deja como última opción, rezar, ir al sagrario, disfrutar a tu modo y manera de este preciso instante que Dios te está regalando. No olvidemos que el tiempo es vida, como dice mi querido y admirado amigo Don Julián Berzosa, cura rural en Valderredible (Cantabria). No es oro, es vida, que es mucho más que cualquier precioso y caro metal. La vida tiene un valor incalculable y nuestro tiempo termina cuando concluye la misma. Si nos levantamos con la idea de que mañana es hoy todo, hasta lo más ínfimo, adquiere vital importancia.
A mis cincuenta y cuatro años sé que he transitado gran parte de mi recorrido existencial y va quedando un camino más o menos corto, eso solo Dios lo sabe, lleno de ilusionada Esperanza. Creo que lo que me queda por caminar debo hacerlo despojado del sobrante equipaje que tanto puede ralentizar mis pasos. Es mejor ir ligero con lo justo y necesario, con los que es verdaderamente imprescindible: El Amor, la Fe, la Caridad, la Esperanza y el Honor. Tener ojos de niños para observar las etapas de la vida que están por llegar, disfrutar cada instante de las personas queridas, de los lugares que el Señor nos regala. Que los achaques y limitaciones no nos ralenticen ni relativicen lo que es fehacientemente importante.
Hasta ahora en mi vida ha habido de todo como en botica, doy gracias a Dios porque he tenido el privilegio de conocer y tener amistad con hombres y mujeres de honor, grandes intelectuales, personalidades, así como personas normales y corrientes que con su trabajo y esfuerzo me han enseñado a ser cada día un poquito mejor o por lo menos intentarlo. También ha habido etapas de mucho sufrimiento que me han servido como superación personal. Soy el que soy gracias a todo lo que he tenido que hacer, a todo lo que me he tenido que enfrentar, a todo lo que he tenido que sufrir y vencer…
Ahora estoy en una etapa de alejamiento del mundo, prefiero la buscada soledad, los momentos de silencio, el recorrer los años que me restan con Hetepheres, que es la mujer de mi vida, y de aquellos, cada vez son más pocos, en los que deposito mi total confianza. A esos que les digo que me busquen donde saben que nadie me va a encontrar y dan conmigo. Esos, verdaderos hermanos del alma, que siempre están.
Termino de escribir este íntimo artículo cuando estoy solo en Loma Somera, más tarde llegarán los vecinos que viven todo el año. Y en este silencio, en la quietud que nos rodea, observo que llueve sigilosamente mientras el frío parece envolvernos. Cierro los ojos y observo con inmensa tranquilidad de conciencia los claroscuros recuerdos que me acompañarán lo que me reste de vida.
Jesús Rodríguez Arias
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