Sin lugar a dudas unos de los artículos más difíciles de los que me he tenido que enfrentar porque escribir sobre la figura pública y también personal de una persona con la que he estado compartiendo tantas cosas más de 35 años no os creáis que es fácil. Conociéndolo de una manera íntima, colaborando en muchos proyectos, disintiendo con él, que todo hay que decirlo, para después volver a retomar el camino porque en verdad sus pensamientos eran en gran medida también los míos.
Su fallecimiento me ha cogido lejos, con una tercera ola de la pandemia totalmente desbocada que me ha hecho imposible el poder despedirme de la manera que me hubiera gustado aunque espiritualmente si lo he hecho pues lo he encomendado en el lugar que él disfrutaba tanto: El Sagrario.
Hoy La Isla, Afligidos, el apostolado cofrade, su familia y amigos lloran su pérdida. A todos nos diría con voz medida eso de Sursum Corda, arriba los corazones.
Pues eso...
Jesús Rodríguez Arias
SURSUM CORDA
Pues aquí estoy dándole vueltas al magín porque quiero dedicar mi artículo a un querido amigo, un verdadero hermano en la Fe, que nos dejó el miércoles 27 de enero para ir al encuentro de Jesús de los Afligidos y María Santísima de la Amargura a quienes sirvió toda su vida dedicándole hasta el último hálito de su luenga existencia. Sí, Pepe, a ti que no te gustan estas cosas van dirigidas estas palabras sacadas a pellizcos del corazón de este “malmasete”.
Del extenso currículo como cofrade de José Macías Martín no voy a escribir porque ya lo han hecho insignes escritores y periodistas. De su servicio a la ciudad que lo vio nacer tampoco porque a él no le gustaría ya que siempre se dedicó a trabajar incansablemente como tramoyistas de muchos proyectos que han ennoblecido a La Isla. De su vocación intelectual que hacía que fuera un hombre inquieto que le gustaba abarcar todos los campos de la cultura en el sentido más amplio del término tampoco lo haré porque es bien conocido de todos. Yo permitidme que le dedique un artículo más intimista y personal.
La primera vez que vi y conversé con Pepe Macias fue el día que ingresé como hermano de nuestra siempre querida Hermandad de los Afligidos, corría el año 1985. Me acerqué al viejo almacén de la calle San Ignacio y allí me recibieron abriéndome literalmente los brazos de esta cofradía del Lunes Santo isleño mis queridos y admirados Manolo Muñoz Jordán, Juan Macías Martín, Paco Según, Arturo Ortega y por supuesto José Macías Martín. Estaban ordenando un poco todo y todos hacían algo. Me impactó ver a Pepe pulcro con chaqueta y corbata entrar y salir del paso, guardar alguna túnica, abrir el arcón que allí estaba o apuntar algo en la mesa con su ininteligible letra que todavía me cuesta comprender.
Pepe Macías, sin desmerecer a nadie, era Afligidos pues había contribuido personalmente, dedicándose en cuerpo y alma, a que la hermandad tuviera su particular sello de identidad que hoy todos conocemos y también admiramos. Hombre dotado con un don organizativo extraordinario que sugería más que mandaba y que le gustaba que todo saliera según la perfección en la que vivía.
José Macías Martín fue hombre discutido y admirado por igual porque su forma de entender el apostolado cofrade, su sentido como ciudadano, su fidelidad a Dios y a la Madre Iglesia por encima de cualquier cosa, hacía que algunos incluso llegaran a disentir con Pepe aunque con los años se hayan dado cuenta que tenía razón porque es bien sabido que más sabe el diablo por viejo que por diablo…
Pepe Macías era la prudencia y la constancia personificada, esa clase de constancia que horadaba la piedra. Su orden vital fue durante gran parte de su existencia la hermandad, su trabajo como secretario particular de sucesivos presidentes de los Astilleros de Matagorda en Puerto Real y su familia. Este último hecho le remordía mucho e intentó compensarlo dedicándose en cuerpo y alma a Cari, su mujer, hijos y nietos en esa última etapa en la que paulatinamente se iba despojando de obligaciones y responsabilidades. Desde luego fue un hombre singular del que aprendimos todos los que estuvimos a su vera, todos pienso que llevamos la esencia de Pepe Macías incrustada en nuestro propio ser. No he conocido a nadie con ese nivel de exigencia, compromiso y entrega.
Cuando conocí la noticia de su fallecimiento se me hizo un hueco en el corazón y los recuerdos quedaron congelados en el tiempo. Se había ido una parte de mi vida y sobre todo había dejado huérfana a la Hermandad de Afligidos donde lo fue todo pero sobre todo fue su alma, su esencia…Sin lugar a dudas nuestra cofradía tendrá que vivir una necesaria transición emocional porque poco a poco se van yendo los grandes hermanos que hicieron de su vida la Hermandad, que han dejado su particular sello a base de servirla de manera incansable hasta el fin de sus días.
Pepe, bien sabes que yo de siempre he sido un poco cartón del dos pero quería decirte en público lo que mantenía en el silencio de mi corazón. Te echaré de menos pero también me digo: Sursum Corda, arriba los corazones.
Descansa en Paz hermano.
Mi pesar a Cari, su viuda, hijos, Familia.
Jesús Rodríguez Arias
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