Mi primer artículo de este 2021 es un análisis de la vulgarización del lenguaje que hablan y escriben nuestros jóvenes y que también utilizan los más mayores haciendo uso de una grotesca ridiculez que los define y etiqueta.
"Mermelada de fresa" a modo de salutación hasta el "hasta nunki" a forma de enfadada despedida pasando por ser "observer" así como también un "influencer" de chichinabo que espeta eso de "holi", "okeler" dejando de "ser un cabalito" para convertirse en un "sinsajo" de esos...
Y todo porque nos hemos vulgarizado hasta hacernos unos ordinarios de tomo y lomo...
De eso va mi primer artículo en Andalucía Información este 2021 mientras las restricciones siguen cayendo, las vacunas se eternizan y la pandemia sigue coleando con la ayuda de la necedad de la gente y la irresponsabilidad de las instituciones.
Jesús Rodríguez Arias
SER MERMELADA
DE FRESA
Es una expresión con la cual
una persona halaga a otra a modo de saludo pero que no deja de ser chocante
pues precisamente la mermelada es una confitura, que está muy buena untada en
una rebaná de pan de pueblo, amén de un alimento empalagoso por lo cual pienso
que como salutación no está muy bien escogida.
“Eres mermelada de fresa” es
una frase muy extendida de un tiempo para acá y reconozco que cuando me la han
dicho os confieso que no sé cómo contestar ya que seguir con esa misma retórica
da la sensación de que entramos en un circunloquio que no lleva a ningún lado y
al final acabamos pringados de un buenismo impostado, unos frágiles
sentimientos y una falsedad más propia de políticos que de personas normales y
corrientes.
Conozco más de un caso que ha
pasado de “mermelada de fresa” con empalagosos aspavientos que pringan el
ambiente de un inaguantable olor dulzón a ser “mermelada de naranja amarga”
pues todo lo anterior ha quedado en el arcén del olvido y ahora eres poco más
que un sieso manío solo por diferir en un momento determinado con los
planteamientos de la persona en cuestión o institución a la cual pueda estar
ligada. Es lo que podríamos denominar apretones no tanto en relaciones
personales sino en la forma de expresar una salutación.
En los pandémicos tiempos que
corren me imagino al sudodicho/a cambiando el gesto cuando te vea, elevando la
voz a modo de que todo el mundo se entere que tú eres, para él o ella,
“mermelada de fresa” mientras te codea con cierta fruición pues ya sabemos que
eso de dar la mano o abrazo ha quedado para el olvido. El solo hecho de
pensarlo, he de reconoceros, me da algo de grima.
Expresar los sentimientos,
aunque estos entren dentro de los códigos más estrictos de la cortesía, debe
estar dentro de la lógica de lo normal y corriente y no adentrarse en el
siempre grotesco campo de la ridiculez. Una querida vecina me dijo una vez una
frase que me llegó e hizo pensar: Mira Jesús, cuando te encuentras con fulanito
comienzas a hablar como un ministro… Y es verdad porque según con quién puedes
utilizar un léxico más coloquial, que no quiere decir ridículo, u otro más
protocolario.
Lo que nos pasa es que hemos
vulgarizado nuestra forma de vivir y también el modo de expresarnos. Ya no es
simple educación ni siquiera cortesía es simplemente saber estar.
Solo admito esa forma de
expresarse a personas muy queridas por mí, hermanos del alma, que me demuestran
un día sí y otro también su cariño verdadero. A los demás, a los que utilizan
estos resortes de forma mecánica y además con todo el mundo ya les digo que
conmigo no va este “juego”.
A esta sociedad, tan avanzada
en todos los sentidos, le falta más cultura y también educación y estas se
consiguen en los colegios y en el hogar. Es un tándem que si se desequilibra se
va al traste como estamos viendo.
Ahora es más fácil ser un
“observer” y utilizar expresiones como estas pues se cree que en esta forma de
hablar, de escribir ni te cuento, se manifiestan todos los cánones
preestablecidos para ser todo un “influencer”. El OK de toda la vida pasa a “okey,
oki, okis u okeler”. Si alguien le gusta algunos de sus semejantes lo expresa
de semejante guisa: “Esto es aceite de oliva”. Se ve que este nuevo diccionario
también tiene tintes gastronómicos. “Mierder”, que nos imaginamos que
significa, se lleva también eso de hablar “sin filtros”, decir “holi” a modo de
saludo, estar de “jajás” en vez de pasarlo bien, despedirse de forma poco
amigable con un “hasta nunki” y lo que no se lleva es “ser un cabalito” pues
puedes terminar con un “zas en toda la boca”. Reconozco que ante esta forma de
expresarse soy un poco “meh”, la h hay que pronunciarla aspirada, pues pienso
que quienes así se manifiestan son unos “sinsajo” de tomo y lomo como diría aquél…
A mí dejadme como estoy porque
ni pretendo ser mermelada de fresa, mierder o un influencer del tres al cuarto.
Jesús Rodríguez Arias
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