lunes, 14 de diciembre de 2020

* ESPERANZA

 



 


En esta semana tan especial quiero compartir con todos vosotros una historia llena de Esperanza...

De eso trata mi semanal tribuna en Andalucía Información.

Jesús Rodríguez Arias





ESPERANZA

Antonio a sus 63 años no se acuerda bien de la estampa que tenía su madre Carmen en el recetario de cocina heredado de la abuela Encarnación. No, no es capaz de poner cara a la Virgen que allí estaba fotografiada. Sí recuerda que era papel de foto que presentaba el apergaminado amarillento de las cosas antiguas y muy usadas. Antonio no se acordaba si la imagen a la que tanta devoción tenía su madre era la Virgen del Carmen u otra pues su memoria con tanto trabajar ha ido disminuyendo aunque todavía sea capaz de rememorar la larga carta de tapas que se servía en el bar que regentaba su padre al ladito del Mercado.

Y es que Antonio empezó en esto de la hostelería siendo un chinorri ya que ayudaba a su padre en el bar. Antes no era como ahora que parece que los jóvenes nunca cumplen la mayoría de edad, antes había un sentido del deber, antes los jóvenes eran mayores de un día para otro y adultos tras hacer el servicio militar.

Su vida no ha sido fácil como para nadie de su generación que consiguieron labrarse un futuro con demasiados esfuerzos y lágrimas. Antonio sucedió a su padre al frente del bar cuando este se “jubiló” aunque en verdad no lo hiciera nunca del todo.

Cuarenta y nueve años al frente del bar que se tuvo que trasladar unos metros ya que la propiedad cambió de manos y con ésta vino una brutal subida en el alquiler. Todavía se pregunta como le pidieron que pagase lo mismo que en la sevillana calle Sierpes. Ni tanto ni tan calvo…

Antonio se casó con Luisa delante de la Virgen del Carmen. La recuerda guapa y con ojos llenos de felicidad. La misma que tenía cuando parió a sus tres hijos: Antonio, Juan y Carmela. Mujer dedicada a su familia y también a trabajar pues ella es la que gobernaba la cocina del bar que en verdad era una ampliación de su casa. Luisa hace poco menos de diez años enfermó y se la llevó ese Dios en el que él ya no creía en tres meses dejándolo demasiado solo y abandonado. Mientras algunos se refugian en la tristeza, otros en la desesperación, el bueno de Antonio se refugió en el bar y que gracias a su hijo Juan y Asún, su pareja, pudieron salir hacia adelante.

Cuando la cosa más o menos iba bien sucede lo impensable pues llega de China un virus que acaba destrozando vidas y negocios. El cierre de meses por el confinamiento, eso que los cursis llaman “primera ola”, los aplastó. Después el verano que más o menos para al final con tanto cierre perimetral, tantas restricciones y toques de queda Antonio ha tenido que bajar la baraja del bar para siempre porque ya no podía mantenerlo ante su desmesurado coste y además sin haber recibido ninguna de las ayudas prometidas por las Administraciones.

Es verdad que le coge con más de cuarenta años cotizados, con una familia que es alegría y riqueza para el corazón, con unos nietos e hijos que lo quieren y sobre todo admiran, pero él está algo vacío, no solo porque eche de menos a Luisa a cada instante, sino por la falta de Fe. A lo mejor por eso se acuerda tanto de esa vieja y amarillenta estampa de su madre.

Un día, paseando por la calle Real, pasó por la Iglesia de paredes blancas inmaculadas del barrio de San Francisco, miró hacia arriba y vio al azulejo del Sagrado Corazón de Jesús que antes estaba en la fachada del Ayuntamiento donde ahora hay unas horteras letras de aluminio y sin pensárselo dos veces entró. Sí, allí estaba la imagen que tanta devoción le tenía su madre y su abuela: La Señora de la Esperanza. Ella era la Fe de sus mayores y también la que creía no tener. En su mirada se refleja que los miedos, padecimientos, dolores son mitigados hasta hacerlos desaparecer. Entonces Antonio vio y creyó que una vida sin Esperanza simplemente no es vida.

En la misma Esperanza que  vivió y murió nuestro querido hermano Juan Manuel, Mamé,  Abreu Ibáñez que ya descansa en Paz. Mi pesar a su Familia, a mi querida Hermandad de Expiración así como a la J.C.C.

Jesús Rodríguez Arias

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