Los abracitos; por Alfonso Ussía
«Tiraron sillas y mesas y lanzaron botellines contra la barra y los clientes». «Cogieron el extintor y lo abrieron disparando hacia mí y hacia los clientes hasta que lo vaciaron por completo». «A la cabeza de ese grupo se encontraba el actor conocido como Willy Toledo, el cual alentaba a las masas a causar destrozos y agredir a los presentes». Viaje a España, trabaje, tenga la mala idea de invertir el fruto de su trabajo en un bar de Lavapiés, ofrezca como pequeño empresario un determinado número de puestos de trabajo, y espere la llegada de Guillermo Toledo y su pandilla de matones para ver cómo destrozan violentamente en pocos minutos todos sus años de esfuerzo y decencia. El pijoflauta está ya en la calle. El juez lo dejó salir en libertad sin fianza aunque imputado por un delito contra los trabajadores, daños y atentado contra la autoridad.
El presunto actor pasó la noche detenido y el juez lo soltó al término de su declaración. Lo estaba pasando mal el presumible cómico en los calabozos y tampoco hay que afearle en exceso sus travesuras. Nada de importancia. Agresión a las personas que ejercitaban un derecho, el de trabajar, romper el mobiliario de un negocio, insultar, coaccionar y arremeter contra los clientes del bar y atentar contra la autoridad. Todo ello con unas decenas de sicarios a sus órdenes, para así culminar el escenario de la noble lucha librada por el referido Toledo. De ahí la emoción que se produjo a las puertas del Juzgado de Guardia de la Plaza de Castilla. Cuando un héroe es detenido y posteriormente liberado, hay que agradecerle su coraje con unos abrazos emocionados e intensos. El que abraza al héroe, algo se contagia. Y ahí estaban aguardando su libertad sus leales amigos y compañeros de fatigas. Alberto San Juan, Juan Diego Botto, Marisa Paredes y otros pijoflautas de más complicada identificación. Y se abrazaron entre lágrimas y sonrisas. Ello determina, sin duda alguna, que San Juan, Botto y Paredes aprueban sin reservas las acciones protagonizadas en el día de la huelguita por su compañero. Aprueban, y de ahí sus abrazos, que veinte forajidos violentos, obedeciendo órdenes de Toledo –y de ahí sus abrazos–, destrocen un bar, amenacen a su propietario, sus trabajadores y sus clientes, les lancen toda suerte de objetos contundentes, rompan a su antojo botellas de cerveza y enseres de hostelería, culminen con arte sus pintadas intimidatorias y se cepillen en pocos minutos el fruto del trabajo de un ciudadano honrado. De lo contrario, no se entendería tanto abrazo, tanta emoción, tanta risa y tanta celebración anímica.
Claro, que de esta gente tan «comprometida» se puede esperar cualquier cosa. Después de un intenso período de reflexión, el compañero del presunto Toledo, el también presunto actor Alberto San Juan, nos reveló su gran hallazgo. Sólo hay dictaduras de derechas. El comunismo y la dictadura son conceptos contradictorios. Cuba es una democracia, Corea del Norte es una democracia y Venezuela ha emprendido el camino para alcanzar la democracia plena. Los Estados de Derecho occidentales y por supuesto, los Estados Unidos, son dictaduras disfrazadas de demócratas. En ese punto le –y les– recomendaría que hablaran con los Bardem, que parece han evolucionado un poco al respecto. Y este Diego Botto, el niño mimado de las producciones subvencionadas, el actor presente en todos los repartos coñazo, que ha vivido durante años del dinero de los contribuyentes, se permite el lujo de abrazar al que ha destrozado el negocio de un inmigrante –como él–, que paga sus impuestos en España y al que no le han consultado si su contribución debe invertirse en la Sanidad, la Educación, las Obras Públicas o el Cine subvencionado. No se me antoja elogiable que un inmigrante argentino considere digno de abrazo y gratitud la desgracia de un inmigrante peruano que no ha hecho otra cosa que trabajar para establecer un negocio sin ayudas de los contribuyentes, eso que se llama un emprendedor. Y respecto a Marisa Paredes, poco que decir. Todavía está en el «Nunca Mais», la pegatina, la guerra de Irak y la alfombra roja –sin alusiones a la ETA, claro–, en el Festival de Cine de San Sebastián.
Me refería antes al contagio. El héroe contagia a quien lo abraza, aunque en este caso, la heroicidad precise de un avergonzado entrecomillado. También abrazar al delincuente conlleva el riesgo de la epidemia. Vivivos en una sociedad tan desajustada en los conceptos del bien y del mal, de la convivencia y la violencia, del derecho y la coacción, que pasará pronto la noticia de este abuso intolerable y el presumible actor Toledo seguirá gozando de todas las amnistías ideológicas y judiciales. «Es un defensor de los humildes», dirán los más tontos. Ahí lo tienen. Alentando los cruceros de Hamás desde su casa de Madrid. Pero Toledo no es el protagonista de este comentario. Los protagonistas son los abracitos de sus amigos. Las sonrisas de sus amigos. Las emotivas gratitudes y solidaridades de sus amigos, que se identifican –de ahí los abrazos, los besos y las sonrisitas–, con quien ha machacado el negocio honesto de un inmigrante peruano que creyó que en España encontraría el fruto de su esfuerzo y su lejanía.
Hasta que se topó con Toledo, sus matones y sus abrazadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario