Un joven, muy arrepentido se acercó a confesarse:
-Padre, yo he cometido todos los pecados.
El sacerdote le corrigió:
-Todos menos uno.
-Le aseguro, padre, que los he cometido todos, merezco el infierno.
-Pues te aseguro que el más grave no lo has cometido. El venir a confesarse demuestra que has confiado en el perdón de Dios. Y por no haber desconfiado, que es el más grave, Dios te los perdona todos.
Ese es el mérito del hijo pródigo, que a pesar de su vida escandalosa, confía en el perdón de su padre. Pues los hombres no se dividen en justos y pecadores, sino en pecadores que reconocen. Cuando Jesús dice que no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores, no quiere decir que no ha venido a buscar a los justos, sino que no los hay.
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