(Publicado en INFORMACIÓN San Fernando el 25 Septiembre de 2011)
Cuando,
en la nebulosa del tiempo, ya aparecen muy lejanos los días en los que hemos
disfrutado del sol, de la playa, del campo, de las ansiadas y necesarias
vacaciones tras un largo y arduo año donde varias crisis nos han azotado, y lo
seguirán haciendo, con total crudeza; la económica, la social, la de valores,
la de creencias, la del compromiso cristiano…,
cuando aparece el sol amarillento del otoño, cuando todo nos vamos
reintegrando a nuestros trabajos, los que afortunadamente lo tengan, los niños
y jóvenes a sus colegios, institutos y universidades, cuando la rutina diaria,
olvidada, se hace palpable cada segundo de nuestra vida, cuando todo eso sucede
empieza un nuevo curso donde tenemos que dar el triple de nosotros en todos los
aspectos.
Se
abre un Curso de Apostolado para toda la Iglesia, para todas las Realidades
y Movimientos Eclesiales, para todos los
cristianos de a pie, para vivirlo de
forma apasionada, con la pasión propia de todo lo que rodea a nuestra fe, nuestras
creencias, se abre las puertas para que todos los católicos y más los que desempeñamos
nuestra Misión por medio de las
Hermandades y Cofradías, lo hagamos con
firmeza, dando cuenta y defendiendo nuestra inquebrantable fe en Dios, en Su
Bendito Hijo, en la Santa Madre Iglesia. Debemos, estamos obligados a ello, a
ser valientes en la defensa, sin ambages, de la fe que hemos recibido como
miembros activos de la Iglesia. Estamos ante un nuevo Curso que, podemos
definirlo como el de la ESPERANZA, ya que el próximo año será el de las REALIDADES.
Nuestras
HH.y CC. tienen muchos frentes que deben cultivar, incluso, mimar: El cultual,
el caritativo, el social, el eclesial y el formativo. Las Hermandades del Siglo
XXI tienen que apostar por actuar en más frentes porque la Iglesia y la
Sociedad así nos lo demanda. Podemos recrearnos en tiempos pasados, pero
tenemos que actuar en el presente para hacer de nuestras Corporaciones
Nazarenas instrumentos válidos para la Nueva Evangelización que nos está
demandando la Santa Madre Iglesia con el Santo Padre Benedicto XVI a la cabeza.
Pero,
si nosotros, los cofrades debemos atender a las indicaciones asumiendo
esfuerzos que vayan encaminados a ese camino, también necesitamos una dirección
espiritual que nos ayude a sobrellevar tanto esfuerzo, tanta incomprensión,
tanto peso ya que estamos inmersos en un mundo, muchas veces sometido a las
fuerzas del mal, a un relativismo que casi totaliza todo, donde la falta de compromiso y coherencia y todo lo que suponga sacrificio no interesa
porque queremos imponer un mundo “feliz” donde el honor, la fe, el compromiso,
el servir a los demás sobra en todas las capas de una Sociedad en muchos casos
enferma y hastiada de tantos falsos profetas que lo que quieren es vaciarla
despreciando y humillando a todas las instituciones que son básicas para su
crecimiento y desarrollo. En este
“campo”, los cristianos-cofrades estamos obligados a actuar para llevar el
Mensaje de Cristo y Su Iglesia a todos los que quieran abrir el corazón y
seguirle a Él, que Es el Único que da la felicidad y la plenitud. Si nosotros
queremos, podemos, pero debemos ser ayudados cuando falten las fuerzas y ahí el
importantísimo papel de los Directores Espirituales de las Hermandades y
Cofradía y para que esa dirección sea efectiva debe existir una completa unión
entre el Sacerdote, encargado de la dirección en el importante campo de la
espiritualidad, y la Junta de Gobierno, en la dirección y gestión de la Hermandad.
Creo,
sinceramente, que en estos momentos a
los que somos cofrades nos piden hechos y palabras firmes y coherentes en la fe
y en nuestra vida. Es bien sabido por
todos que nos gusta, y mucho, el barroquismo en la oratoria, versos que suban
al inmenso Altar del Cielo así como una prosa ligera y ágil, es verdad, nos
gustan las exaltaciones y pregones que rodeen lo inmensamente bello porque va
dirigido a la Majestuosa Inmensidad del Señor y su Bendita Madre, pero muchas
veces, se quedan en retórica, se quedan en las formas y después no dicen nada,
se quedan en una maravillosa expresión, pero carece de sentido cristiano y
defensa de nuestra fe. Muchas veces nos quedamos en las formas y nos olvidamos
del fondo.
Animo,
desde estas líneas, al Consejo y a todas las Hermandades y Cofradías, de mi querido San Fernando, para que hagan una apuesta valiente y decidida para poner al
Apostolado Cofrade y la inmensa e importante riqueza de la Religiosidad Popular
al frente de la defensa de todo cuanto creemos y da sentido a nuestra vida como verdaderos
cristianos, católicos coherentes con su fe cuando ya hemos cumplido una década
de este Siglo XXI que nos acoge e ilumina.
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