Porque al fin y al cabo todos
tenemos miedo de algo, aunque a veces lo callemos porque creemos que es
vergonzoso mostrar nuestras debilidades ante los demás.
Hay quién tiene miedo al demonio,
a la muerte, a la mala suerte, a determinados bichos como pueden ser ratones,
ratas, arañas, alacranes, serpientes, cucarachas, hay incluso quienes tienen
miedo a los perros, a las tormentas, a la oscuridad e incluso al silencio y la
soledad…
Pienso que miedos o fobias las
hay para dar y regalar. ¿Sabías que hay personas que tienen fobia al número
666, identificado con el anticristo, a situaciones relacionadas con el trabajo,
a gastar dinero, al queso, los botones, a las palabras largas o complejas, a
recibir cosquillas con una pluma, a sentarse o permanecer sentado, mirar a los
ojos, al ombligo, color amarillo, utilizar un cuarto de baño ajeno, así como
tener miedo al miedo?
¡Qué compleja es la mente
humana! Los miedos aparecen, aunque no nos acordemos, desde que somos bebés
hasta el último día de nuestras vidas. Los hay en todas las edades, más si cabe
en la ancianidad. Cuando eres mayor sientes miedo por casi todo y lo que antes
era perfectamente asumible y hacías en un santiamén cuando eres anciano se
convierte en un mundo.
No voy a entrar en los miedos
que se sienten cuando padeces enfermedades como por ejemplo ansiedad y
depresión. Solo puedo decir que el simple hecho de pensar, en estos casos
concretos, se convierte en algo devastador pues comprendes que eres tú
principal enemigo.
Al final todos intentamos de escapar de lo que nos supera, emprendemos una carrera hacia adelante e intentamos no mirar para atrás. Hacemos todo lo que sea posible para olvidar, tachar de la memoria lugares, personas, momentos. Demonizamos incluso aquello que nos ha causado dolor, sufrimiento, lo que ha maltrecho nuestro equilibrio interior. Creemos incluso vivir en una especie de amnesia donde todo lo que nos perturba queda en un nebuloso limbo. La realidad es muy distinta a lo que pensamos pues pasado el tiempo nos damos de bruces con lo que nos hizo escapar, huir, poner tierra de por medio. Siendo deseable en estos casos que la vida, los meses e incluso años transcurridos, hayan moldeado nuestro carácter e incluso la forma de pensar para plantar cara a nuestros miedos y en el mejor de los casos hacer que estos se diluyan.
Muchos temen morir, otros el
dolor que hasta ese momento puedan padecer. Personalmente no temo cerrar los
ojos a este mundo, lo que más me impone es permanecer en el negro túnel, en el
que transita el alma, y no llegue a alcanzar el resplandeciente final de este
que da entrada a la salvación. Es lo que podríamos denominar el misterio de la
vida tras la muerte
Por eso hay que dejarse llevar
según los designios de Dios y poner todo nuestro empeño para ser discípulos de
Cristo, cueste lo que nos cueste, en el desolado mundo que nos ha tocado en
suerte.


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