lunes, 3 de noviembre de 2025

MIEDOS

 



Porque al fin y al cabo todos tenemos miedo de algo, aunque a veces lo callemos porque creemos que es vergonzoso mostrar nuestras debilidades ante los demás.

Hay quién tiene miedo al demonio, a la muerte, a la mala suerte, a determinados bichos como pueden ser ratones, ratas, arañas, alacranes, serpientes, cucarachas, hay incluso quienes tienen miedo a los perros, a las tormentas, a la oscuridad e incluso al silencio y la soledad…

Pienso que miedos o fobias las hay para dar y regalar. ¿Sabías que hay personas que tienen fobia al número 666, identificado con el anticristo, a situaciones relacionadas con el trabajo, a gastar dinero, al queso, los botones, a las palabras largas o complejas, a recibir cosquillas con una pluma, a sentarse o permanecer sentado, mirar a los ojos, al ombligo, color amarillo, utilizar un cuarto de baño ajeno, así como tener miedo al miedo?

¡Qué compleja es la mente humana! Los miedos aparecen, aunque no nos acordemos, desde que somos bebés hasta el último día de nuestras vidas. Los hay en todas las edades, más si cabe en la ancianidad. Cuando eres mayor sientes miedo por casi todo y lo que antes era perfectamente asumible y hacías en un santiamén cuando eres anciano se convierte en un mundo.

No voy a entrar en los miedos que se sienten cuando padeces enfermedades como por ejemplo ansiedad y depresión. Solo puedo decir que el simple hecho de pensar, en estos casos concretos, se convierte en algo devastador pues comprendes que eres tú principal enemigo.


Al final todos intentamos de escapar de lo que nos supera, emprendemos una carrera hacia adelante e intentamos no mirar para atrás. Hacemos todo lo que sea posible para olvidar, tachar de la memoria lugares, personas, momentos. Demonizamos incluso aquello que nos ha causado dolor, sufrimiento, lo que ha maltrecho nuestro equilibrio interior. Creemos incluso vivir en una especie de amnesia donde todo lo que nos perturba queda en un nebuloso limbo. La realidad es muy distinta a lo que pensamos pues pasado el tiempo nos damos de bruces con lo que nos hizo escapar, huir, poner tierra de por medio. Siendo deseable en estos casos que la vida, los meses e incluso años transcurridos, hayan moldeado nuestro carácter e incluso la forma de pensar para plantar cara a nuestros miedos y en el mejor de los casos hacer que estos se diluyan.

Muchos temen morir, otros el dolor que hasta ese momento puedan padecer. Personalmente no temo cerrar los ojos a este mundo, lo que más me impone es permanecer en el negro túnel, en el que transita el alma, y no llegue a alcanzar el resplandeciente final de este que da entrada a la salvación. Es lo que podríamos denominar el misterio de la vida tras la muerte

Por eso hay que dejarse llevar según los designios de Dios y poner todo nuestro empeño para ser discípulos de Cristo, cueste lo que nos cueste, en el desolado mundo que nos ha tocado en suerte.