Pasados veintiún días nos volvemos a reencontrar en mi semanal tribuna de todos los lunes en Andalucía Información - Información San Fernando.
La mayoría de este tiempo, incluida toda la Navidad, la hemos pasado en Loma Somera, el pequeño pueblo del Real Valle de Valderredible en Cantabria en el que desde el pasado septiembre se ha convertido en nuestro necesario asidero para descansar mente y cuerpo. El estar lejos del mundo es lo que tiene.
De eso va precisamente mi primer artículo de este año 2023.
Jesús Rodríguez Arias
LEJOS DEL MUNDO
Así es como definiría el tiempo de Navidad que hemos pasado en Loma Somera, en esa Cantabria interior a la vez que infinita tanto nos está gustando a Hetepheres y a mí.
Lejos del mundo porque allá en el norte de España, en un pequeño pueblo de apenas ocho vecinos que está situado dentro del Real Valle del Valderredible, es así como nos hemos encontrado. Apartados del mundanal ruido tan festivo, lleno de luces y de buenos deseos enmarcados en sempiterna sonrisa es más fácil comprender el espíritu sobrenatural de la Navidad, así como también adentrarnos en los siempre tortuosos caminos que nos llevan a valorar en su justa medida la transcendencia del ser, de quienes en verdad somos, de la misión que tenemos entre manos desde el mismo día que abrimos los ojos a este mundo.
En el silencio solo roto por el apacible sonido del agua de la cercana fuente la mente se relaja, que no adormece, y se abre a valorar lo que realmente importa en nuestra vida y que algunas veces dista mucho de los senderos que recorremos a diario.
En Loma Somera no hay alumbrado extraordinario de Navidad ni falta que hace. La luz que alumbra la mayoría de ciudades y poblados pueblos de nuestra bendita España es en la mayoría de los casos un claro exponente turístico y comercial. Los colores brillantes, con motivos más o menos acordes a estas cristianas fechas, iluminan no tanto a ir al encuentro de Jesús sino el de consumir.
Estos pequeños pueblos de lo que lo que llaman la España vaciada su belleza radica en ellos mismos, en los escasos vecinos que habitan el caserío, el majestuoso paisaje que los rodean, las tradiciones que aún perduran, la sensación de libertad que pueblan sus calles, el trato directo y afable con los paisanos que te miran a los ojos cuando hablan, el poso de religiosidad que perdura como el testimonio de los doscientos sacerdotes que componen la diócesis de Santander los cuales tienen encomendados varias parroquias a la vez. La edad media de estos es en torno a los sesenta y ocho años siendo varios de más de setenta e incluso ochenta años los que hoy en día celebran Misas en distintos pueblos de la Cantabria rural.
Me quedo maravillado con el testimonio apostólico de estos sacerdotes a los que no les importa ni los años, ni las dificultades, ni los kilómetros, con tal de llevar la Eucaristía y la Palabra de Dios a sus feligreses. En el sur tenemos la religiosidad popular que es puerta abierta a la Iglesia de muchos, pero esta hay que saberla gestionar tanto en los que dirigen cada hermandad como por parte del clero.
En Cantabria nos ha cogido la muerte del Papa Emérito Benedicto XVI. Se ha marchado al encuentro de Dios al que amó sin medida aquí en la tierra dejando atrás un magistral magisterio y un pontificado tan hondo como fructífero. Reconozco que crecí como católico con San Juan Pablo II, aunque quién me marcó para siempre fue Joseph Ratzinger. En cada libro, documento, encíclica, discurso, nos explica con palabras sencillas los misterios insondables de la Fe. Gracias a Dios atesoro en mi biblioteca muchos de sus libros, así como recortes del periódico “L'Osservatore Romano” que recogen sus intervenciones en audiencias generales, visitas apostólicas y demás escritos suyos de su pontificado. El mejor teólogo del pasado siglo amén de un humanista, un intelectual de primera categoría, que siendo tan grande se consideraba un humilde trabajador de la mies del Señor. La sencillez y humildad en la que vivió los últimos años debería ser un ejemplo de vida para todos nosotros.
Llevo un tiempo considerable alejándome paulatinamente del mundo y me siento muy feliz. Eso no es óbice para estar en contacto con mis semejantes, estar cerca, aunque existan kilómetros de distancia, con las personas que quiero y me quieren de verdad. Sí, aquí en Cantabria me encuentro muy alejado del mundo en el que vivo y provengo, y la verdad es que siempre es bueno alejarse un poco para aprender de otros lugares, su historia, patrimonio, disfrutar del paisaje y del paisanaje, porque así de este modo comprendes que hay más mundo fuera de tus cuatro paredes.
Jesús Rodríguez Arias
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