Este es uno de los artículos que no querría haber escrito en la vida pero desgraciadamente no ha sido así.
Me despido hasta septiembre con estas palabras salidas del alma y dedicadas a un hombre bueno que se nos fue el pasado domingo 19 de julio.
Va por ti querido y buen amigo Antonio Ardón.
Jesús Rodríguez Arias
ADIÓS A UN HOMBRE BUENO
En pleno confinamiento hablamos, ¿te acuerdas? y te dije que teníamos muchas ganas de verte a lo que tú me contestaste: “Yo también tengo muchas ganas de veros. Tengo que hablar contigo, ya te contaré”. Después hemos estado en contacto vía WhatsApp hasta hace un tiempo que no recibía tus acostumbrados mensajes. Supe que algo no andaba bien, ya sabes que soy un poco brujillo, y por culpa de la pandemia no he podido ir a Cádiz como era mi intención.
El pasado domingo 19 de julio poco antes de la una de la tarde estaba donde casi siempre a esa hora, rezando ante la imagen que te tenía prendido, ante la Virgen del Rosario, Patrona de Villaluenga, cuando recibí una llamada de Hetepheres que me dijo de sopetón: “Antonio Ardón ha fallecido”. Un jarro de agua fría apagó todo mi ánimo mientras un hondo silencio me inundó por entero mientras miraba a los ojos de la Santísima Virgen. No hubo más que decir pues en verdad ya estaba todo dicho.
Te diré, querido Antonio, que en ese momento cuando me enteré de que tu inquieto espíritu había dejado ya este mundo sentí mucha tristeza y también una enorme e inmensa tranquilidad. Sabía que ya estabas junto a Jesús, al que amaste sin fisuras, porque has sido un hombre bueno, un ser con alma blanca, un caballero, un padre, un hermano, un amigo, como no puede haber otro igual. Amabas tu profesión a la que te dedicabas vocacionalmente, cosa normal porque los que tienen el don de las artes todo lo hacen a corazón abierto, amabas a tu Cádiz del alma, a tu familia, amigos y también a ese lugar que hace años te enamorara con su particular embrujo como es Villaluenga del Rosario a la que tuviste el privilegio de pregonar aquél 31 de agosto de 2018. Tú, mi querido y buen amigo, recordaste a este bendito Pueblo su historia y el orgullo de ser de Villaluenga del Rosario. Lo hiciste de forma sencilla y humilde, como eras tú, lo hiciste con un gran espectáculo que hizo pusieras en pie a todo el Pueblo con un fuerte y mantenido aplauso que tronó más allá del mismo Caíllo. Gracias por pedirme que fuera quién te presentara. Es un honor que guardaré en el arcón de los tesoros de valor incalculable.
Permíteme te diga que me quedo con el Antonio Ardón de puertas para adentro, el de abrir sus sentimientos y compartir vivencias, el de hablar con el corazón abierto de tú a tú. Con ese Antonio Ardón es con el que me quedo, el que llegué a conocer y el que llegó a los recovecos de mi alma. Ese que transmitía tanto con solo una mirada o a través de sus hondos silencios, ese que siempre estuvo tanto física como espiritualmente. Sabía que estabas luchando contra vientos y mareas para superar el mal que te aquejaba, sabía de tus ganas de seguir viviendo, de disfrutar junto a los tuyos, saborear Cádiz y pasear mientras te recreabas en un atardecer único en ese pueblo que pregonaste y conquistaste a base de humildad y sencillez.
Ya estás en ese inmenso cielo que se abre al horizonte del mar de la eterna Cádiz y más allá donde se pierde la mirada tras el Caíllo, ya descansas en esa clase de Paz que solo conocen los que han vivido haciendo el bien cada día de sus días. ¡Qué te voy a echar de menos!
Bien sabes que a Villaluenga del Rosario le invadió la tristeza cuando supo de tu fallecimiento, este Pueblo cuyo embrujo nos enamorara te quiere de verdad porque le abriste el corazón sin pedir nada a cambio, paseaste sus calles desde el mayor de los anonimatos, parándote con sus vecinos que ya sentías muy tuyos o deteniéndote en la puerta de la Iglesia a modo de breve oración a la Virgen del Rosario. Siempre me decías: “Ella sabe que estoy aquí, que he venido a verla”.
Querido Antonio: ¡Guárdame un sitio allá donde estés!
Con este artículo me despido hasta el próximo mes septiembre. Este curso 2019/2020 ha sido demasiado intenso en todos los aspectos y desde esta tribuna he querido escribir desde mi coherencia personal de la siempre trepidante y apasionada actualidad.
Jesús Rodríguez Arias