viernes, 6 de julio de 2012

"TRAS LOS PASOS DE JESÚS". 3ª PARTE: DEL MONTE TABOR AL MAR MUERTO.

Tercer día "tras los pasos de Jesús", tres días ya desde que llegamos a Tierra Santa. En esos lares se empieza muy temprano, amanece demasiado temprano para nosotros que venimos de España, porque el despertador volvió a sonar a las seis de la mañana y a esa hora ya lucían los primeros rayos de sol.

La rutina matinal es siempre la misma; suena el despertador, ducha fría, no os podéis imaginar el calor que hace en esas tierras en esta época del año, vestirnos, preparar la maleta pues hoy partimos del hotel que estamos instalados en Tiberiades para poner rumbo a la Ciudad Santa de Jerusalén, bajar la maleta y los bultos que se van acumulando por el camino y desayunar rápidamente porque a las siete y media vuelve a partir el autobús que nos llevará a otros sitios, otros lugares que ha pisado Jesús de Nazaret, para eso estamos allí todos nosotros, almas peregrinas que vamos en pos de los "pasos de Jesús".

Empezamos subiendo al Monte Tabor, lugar donde se produjo la Transfiguración, cogemos taxis que  nos llevan a una rápida velocidad por la empinada y maltrecha carretera que desemboca en este Santo Lugar donde se produjo este acontecimiento que sedujo y llenó de expectación a San Pedro.

Mt 17, 1-13

"Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y  a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se  transfiguró delante de ellos: Su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se le aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús.

- Señor, ¡Qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: Una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía:

- Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.

Al oír esto, los discípulos, cayeron rostro en tierra, llenos de miedo. Más Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo:

- Levantaos, no tengáis miedo.

Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó:

- No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los  muertos.

Sus discípulos le preguntaron: 

- ¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?

Respondió Él:

- Ciertamente. Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del Hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.

Meditación: Tabor-Esperanza.

El peregrino que sube al Tabor, aunque sea en cómodos taxis, siente todavía una satisfacción honda y un relajo gozoso. Aunque no haya subido para orar, una vez arriba, no puede por menos que alabar a Dios por el paisaje que  desde allí se contempla.

Pero el verdadero Tabor está ahí siempre, como realidad y como esperanza. Y de cuando en cuando el Señor nos concede pequeñas experiencias de Tabor.

El verdadero Tabor. Los hay  que no son verdaderos. Hay un Tabor fácil y barato, como el que soñaba San Pedro cuando decía: ¡Qué bien se está aquí! Ése Tabor que nosotros también deseamos tantas veces.

PARA ORAR.

Jesús oraba en el desierto y oraba en la montaña, oraba en el huerto y oraba en la cruz. Oraba siempre, porque era la vida de su vida. Jesús era oración viva.

"Su  rostro cambió". La oración nos transforma y transfigura.

"Moisés y Elías". La Ley y los Profetas testifican a favor de Cristo.

"Gloria y muerte". Aparecen con gloria, pero hablan de muerte. Será en la muerte donde se manifieste la mayor gloria de  Dios.

"!Qué hermoso es estar aquí!". Aquello les parecía un sueño maravilloso, un poco de cielo en la tierra. Es cuestión de instalarse allí.

Perdonad, hoy me siento muy espiritual y que he querido compartir estos sentimientos con vosotros.

Después nos adentramos en la Iglesia del Monte Tabor, donde los vestigios de los cruzados saltan a la vista, y  allí el Padre D. Manuel Orta presidió la Eucaristía del día. 

En su profunda  homilía nos dijo que Dios se transfiguró en un niño pequeño lleno de divinidad. Se nos invita a entrar en un camino de infancia espiritual. Es el niño pequeño que se hace cercano y conmueve.

Jesús se transfiguró en la Eucaristía. El Señor nos indica el camino y debemos cogerlo con la Eucaristía.

Después de terminar la Eucaristía y la visita al Monte Tabor, volvimos a coger los taxis que con su presuroso  transitar nos volvieron al lugar de inicio para volver a montarnos en el autobús para conducirnos, esta vez, al desierto, a ese lugar áspero y difícil que niebla nuestra vista y nos ahoga con su calor. Mientras nos conducían a esas tórridas arenas, veíamos a lo lejos un oasis: Jericó, lleno de palmeras y con vida palpitante ante tanta sequedad, ante tanto terreno muerto. 

El desierto en Israel no es que sea arena, es un desierto de piedras. Es desierto porque no hay agua, sólo por eso.

Nos detuvimos en las ruinas donde los esenios; que eran unos monjes eremitas, que estudiaban la Escritura, que desarrollaban sus propias tesis y que vivían en Comunidad esperando la llegada del Mesías. Entre ellos se buscaba la perfección absoluta y por eso no permitían entre sus miembros ninguno que padeciera alguna enfermedad o tara física. Vivían en comunidad donde no se admitían a la mujeres y a los ancianos. 

Después de almorzar, en un restaurante en pleno desierto y visitar la afamada tienda donde se vende todo el prestigioso material cosmético que llevan las propiedades del Mar Muerto nos encaminamos a visitar de este último.

Todos nos vendían las propiedades para la salud que tiene el Mar Muerto; por su alta concentración de sal y  ácido y, también, de sus barros. Todos nos hacían referencias de lo interesante que era y de las sensaciones que producían el bañarse en sus mortecinas aguas.

Cuando llegamos, sobre las cuatro de la tarde, con un calor espantoso, nos pusimos nuestros respectivos bañadores y nos encaminamos expectantes para bañarnos en tan prestigiosas aguas. Tuve la poca cordura de ir descalzo desde la hamaca donde depositamos la toalla y  la camiseta. Fueron menos de cincuenta metros, los pies me ardían como si estuvieran quemándose por una brasa, le pedí a mi amiga Alicia que me acercara las playeras porque el fuego por donde iba caminando me estaba dejando atenazado.

Me dije: Por lo menos cuando me meta en el agua mis sufridos pies se refrescarán. Debido a la alta densidad de sal, ácido y demás minerales, un leve contacto de una gota de agua en los ojos puede dejarte ciego unos minutos. Cuando estábamos a punto de sumergirnos en las afamadas aguas del Mar Muerto un peregrino de avanzada edad se cayó de boca y el agua penetró por sus ojos. De inmediato perdió la vista, pero cuando sus ojos fueron lavados la recobró y volvió a su baño. Con este temor y con mucho calor entramos en él. Pero nuestra sorpresa fue que; ¡El agua estaba muy caliente! 

Sí decir, en honor a la verdad, que los minutos que estuvimos en sus aguas fueron muy especiales. Enseguida nos pusimos a flotar, nos podíamos sentar en el agua y hacer mil y una piruetas siempre y cuando no nos cayera ninguna gota en los ojos. Al poco tiempo me salí, Hetepheres no aguantó ni tres minutos porque le empezó a picar todo el cuerpo, en su orilla me embadurné con el barro y a los pocos minutos me duchaba con un agua más caliente que el propio Mar Muerto. Tras tomar una ducha en el recinto interior nos vestimos y nos dirigimos, de nuevo, al autobús.

Puedo decir que todos los peregrinos estábamos agotados y con sensaciones muy raras después de tomar las aguas en el Mar Muerto. Nuestro bus se dirigió directamente hacia la Ciudad Santa de Jerusalén. 

¡No os podéis ni imaginar la emoción que da entrar por la ciudad donde vivió, sufrió, murió, resucitó y ascendió a los Cielos Jesús de Nazaret!

En un lugar enfrente de la Universidad, con la imagen de Jerusalén a la vista de todos, brindamos en hebreo y realizamos una meditación. Rezamos y nuestro corazón nos guiaba hacia dentro de esta localidad, donde los Santos Lugares contagian a todos cuantos la visitan, a todos los que allí viven. 

Acabamos un tercer día lleno de experiencias, de anécdotas, de vivencias. Llevamos ya tres días "tras los pasos de Jesús".


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