sábado, 16 de enero de 2016

LECTURAS Y EVANGELIO DEL DOMINGO

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Lectura del Profeta Isaías 62, 1-5

Por amor de Sión no callaré, 
por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia
y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, 
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo, 
pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor 
y diadema real en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán «abandonada»,
ni a tu tierra «devastada»;
a ti te llamarán «Mi favorita», 
y a tu tierra «Desposada»;
Porque el Señor te prefiere a ti 
y tu tierra tendrá marido.
Como un joven se casa con su novia, 
así te desposa el que te construyó; 
la alegría que encuentra el marido con su esposa, 
la encontrará tu Dios contigo.

Sal 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10a y c R.Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
cantad al Señor, toda la tierra; 
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria, 
contad a los pueblos su gloria, 
sus maravillas a todas las naciones. R.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor, 
aclamad la gloria y el poder del Señor, 
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey, 
él gobierna a los pueblos rectamente». R.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12,4-11

Hermanos:
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; 
hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; 
y hay diversidad de funciones, 
pero un mismo Dios que obra todo en todos.
En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría;
otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu.
Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe;
y otro, por el mismo Espíritu, don de curar.
A éste le han concedido hacer milagros; 
a aquél, profetizar.
A otro, distinguir los buenos y malos espíritus.
A uno, el lenguaje arcano; 
a otro, el don de interpretarlo.
El mismo y único Espíritu obra todo esto, 
repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 2, 1-12

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:
–No les queda vino.
Jesús le contestó:
–Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
–Haced lo que él diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
–Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
–Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
–Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.


Haced lo que él os diga


Tras la fiesta del bautismo de Jesús, contemplamos hoy el anticipo de sus «signos», que se realiza en la conversión del agua en vino en las bodas de Caná de Galilea. Brilla ante todo en este signo el infinito poder de Dios. Entra, asimismo, en escena y de manera decisiva la mediación humana de María, la madre de Jesús, que interviene con una súplica, mantenida con perseverancia: —«No les queda vino». Ponen su parte también unos servidores, dóciles al consejo de María y a las indicaciones del Señor. El mayordomo certifica la calidad de un vino del que ignoraba su procedencia. Todo un símbolo del cambio, de la conversión de la humanidad que anuncia el profeta Isaías en la primera lectura. Un anticipo, igualmente, del único Espíritu renovador, que es fuente de múltiples gracias para la edificación de la Iglesia, tal como expone san Pablo en la segunda lectura.
Fr. Vito T. Gómez García 
Convento de Sta. Sabina (Roma) 

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